lunes, 23 de mayo de 2011

ACERCA DE LA MARIHUANA (Segunda comunicación)



ACERCA DE LA MARIHUANA

Segunda comunicación



Darío Obstfeld

Pablo Obstfeld





Instituto de Docencia e Investigación
Fundación Luis Chiozza
26 de Septiembre de 2008


CONTENIDO

I- LAS ADICCIONES

II- LAS TOXICOMANÍAS

III- LA INTERIORIDAD DE LOS MEDICAMENTOS

IV- LA MARIHUANA

Descripción. Historia y consumo actual.

Efectos de la marihuana sobre el organismo

Tolerancia y dependencia

Mecanismo de acción de la droga

V- EL SISTEMA ENDOCANNABINOIDE

Descripción del sistema
a) Los receptores
b) Los ligandos endógenos
c) Mecanismo de acción y función del sistema

Participación del sistema endocannabinoide en el sistema nervioso
central
a) A nivel celular
b) A nivel de las funciones del SNC
c) A nivel inmunitario

VI- APROXIMACIONES A LA COMPRENSIÓN DEL SENTIDO DEL SISTEMA ENDOCANNABINOIDE

VII- HACIA UNA COMPRENSIÓN DEL SENTIDO DEL CONSUMO DE MARIHUANA

Marihuana y Adolescencia

El modo de intentar resolver la dificultad

Algunas consideraciones para comprender el sentido del estímulo de
los receptores CB2 en el consumo de marihuana

VIII- A MODO DE SÍNTESIS

Este trabajo es el intento de dar un paso más en el camino hacia la comprensión del motivo del consumo de marihuana. Hemos presentado anteriormente dos trabajos (Obstfeld, D. y Obstfeld P., 2007 y 2008) que consideramos que constituyen comunicaciones parciales en esta elaboración. En esta oportunidad nos vemos obligados a reiterar parte de los mismos a fin de confeccionar un solo trabajo que integre, junto con las nuevas elaboraciones, los aportes que nos han sugerido en ocasión de las anteriores presentaciones.


I- LAS ADICCIONES

Las adicciones son hábitos, costumbres o conductas, más o menos compulsivas, de adherirse a algo o a alguien, que se reiteran de un modo semejante y que forman parte de aquellas prácticas, más o menos perjudiciales, que solemos llamar “vicios”. Estos “vicios” tendrían la finalidad de cambiar o calmar rápidamente un estado de ánimo insoportable (Casali y Nagy,1996). Una característica definitoria parecería ser, además, la imposibilidad de prescindir de la satisfacción, a veces reprimida, que dicho hábito otorga.

Si bien en este sentido, como plantean diversos autores , pertenecerían a la categoría de “adicción” los más diversos objetos y actividades, como ser las drogas, el juego, la comida, las personas, el comprar, la masturbación, las relaciones sexuales, etc., el consumo habitual de drogas, se puede arrogar la representación de las adicciones en general (Casali y Nagy,1996).

Chiozza (citado por Zaffore, 1996) plantea la existencia de “núcleos inconcientes adictivos” como rasgo general del psiquismo. Estos núcleos se pueden expresar a través de distintas manifestaciones que van desde los excesos normales, pasando por las adicciones transitorias, hasta el carácter o la personalidad adictiva. Tal vez se pueda comprender en un sentido análogo la afirmación de Lorenz (1972) cuando dice que “no hay vicio humano que sea otra cosa que el exceso de una función que, en sí misma, es indispensable para la supervivencia de la especie” (Pág. 68).

Otro concepto muy vinculado con el de adicción es el de tolerancia. La tolerancia implica una dependencia, de intensidad creciente, que genera cada vez más necesidad y conduce a una dependencia cada vez mayor. A esto se refiere el término “adicto”, que proviene del latín adictus, que quiere decir “adjudicado, entregado”. El origen de este término se remonta al derecho romano en el cual se usaba esta palabra para designar a una persona que estaba “adjudicada” a otra, en calidad de esclavo. Así, dentro de algunos rasgos del carácter adictivo estaría la actitud de adherirse a aquellas cosas que funcionen como una distracción que permita un alivio o bienestar fácil y rápido (Casali y Nagy,1996).

Lorenz (1972) plantea que en “un porcentaje considerable de la humanidad actual, y no sólo entre la generación joven, existe una disminución demostrable de la habilidad y el deseo de luchar en pos de objetivos que sólo pueden alcanzarse en el futuro. Cualquier objetivo que no puede alcanzarse enseguida no vale la pena”. En este sentido el autor sostiene, además, que el apremio a la satisfacción instantánea sería un síntoma de la alteración del sistema placer-displacer y dice, “es indudable que existe una estrecha relación entre la actual perdida de paciencia y la general incapacidad para soportar cualquier clase de dolor o displacer. El enorme consumo de analgésicos y tranquilizantes es testimonio de esta intolerancia” (pág. 69).
La fantasía de un tipo particular de adicción, podrá concebirse como la combinatoria entre las fantasías generales de la adicción y las fantasías propias del tipo de adicción de que se trate.


II- LAS TOXICOMANÍAS

Casali y Nagy (1997), expresan que “a diferencia de la mayoría de los autores psicoanalíticos que refieren la drogadicción a perturbaciones en la relación simbiótica temprana con la madre -es decir, a un punto de fijación oral-”, Chiozza (1970a) comprende a las toxicomanías “como un fenómeno más regresivo, correspondiente a un punto de fijación fetal, vinculado con contenidos hepáticos” (pág. 2).

Este autor plantea como estructura anímica predisponente, la situación en la que el yo ha quedado empobrecido y debilitado por una disociación excesiva y una fijación a contendidos ideales persecutorios, traumáticos, que sobrepasan la capacidad de materialización (Chiozza, 1970j[1968]). Distintas manifestaciones del fenómeno letárgico, como el aburrimiento, el fastidio, la distracción, y el tedium vitae, constituyen una expresión y una defensa frente al contacto con esos ideales, puesto que tales ideales, además de ser deseados, son, a la vez, temidos por la posibilidad de su efecto destructivo sobre el yo (Ibid.). La droga por un lado, facilitaría el acceso y la identificación maníaca con aquella “riqueza” ideal con la que el yo busca re-unirse, por otro lado “ ‘anestesia’ al yo y le permite soportar los efectos destructivos” que dicha identificación le produce (Chiozza, 1970g [1963-1968], pág.187).

Las autoras antes mencionadas, citando estas ideas de Chiozza dicen que “este estado maníaco, en el que se actualizan modalidades fetales, correspondería a un yo ‘idealista-visionario’, sobrecargado de fantasías que no se materializan. Sería un yo en estado de cumplimiento de deseos, que no necesita trabajar y realizar el esfuerzo de modificar el mundo exterior para satisfacer sus necesidades, con fantasías de recibir un suministro continuo e inmediato, sentimientos de omnipotencia, técnicas mágicas, idealización y negación” (Casali y Nagy, 1997, pág. 3).

Si entendemos estas ideas como una aproximación a la fantasía general de las toxicomanías , para comprender la fantasía específica que corresponde al consumo de cada droga, debemos introducirnos en la comprensión de la interioridad de la sustancia y el modo particular de consumo.


III - LA INTERIORIDAD DE LOS MEDICAMENTOS

En el trabajo “La interioridad de los medicamentos” Chiozza y colaboradores (1969a) sostienen que las sustancias llamadas inanimadas, como los medicamentos, deben poseer, al igual que los seres vivos, una interioridad que le es propia, particular e inseparable de la materia que las componen, en otras palabras una fantasía inconciente específica. Así los autores sostienen que “la fórmula química de una sustancia es una configuración y esa configuración o fórmula la distingue en el carácter de su acción, en su conducta y constituye su ‘alma’ ” (pág. 157). Y agregan que “esa fórmula ‘vive’ y se transforma en su contacto con otras fórmulas que constituyen su mundo ‘social’” (pág. 157). De este modo sostienen que el encuentro del sujeto con la droga puede ser comprendido como el encuentro de dos interioridades que, al combinarse, constituyen la transformación de esa “doble” interioridad .

Tomando entonces este mismo modelo, nos adentraremos en las particularidades de la marihuana para intentar acercarnos a comprender su interioridad y el modo específico en que se combina con quien la consume.


IV- LA MARIHUANA

Descripción. Historia y consumo actual.

La marihuana es una mezcla gris verdosa de hojas y flores, desecadas y picadas, de la planta de Cannabis Sativa . Esta planta es una variedad de cáñamo que contiene alrededor de cuatrocientas sustancias químicas diferentes, sesenta de las cuales están estructuralmente relacionadas con el compuesto psicoactivo principal, el tetrahidrocannabinol delta-9 o THC .

Este compuesto químico, responsable de los efectos tóxicos y medicinales , junto con otras cincuenta sustancias más, se halla presente en una resina dorada y pegajosa que exuda la planta en la época de polinización .

La marihuana se consume, principalmente, en forma de cigarrillos o mediante pipas de agua y, habitualmente, esta actividad se lleva a cabo en forma grupal. Los efectos psicotrópicos que produce dependen de la dosis, la concentración de la droga y la disposición o sensibilidad propia de cada sujeto (Iversen L., 2001).

Por lo habitual, al motivo del consumo de marihuana se lo asocia con el deseo de obtener una atmósfera de relax, descanso y goce sensual, con la intención de escapar hacia un momento placentero de ensueño en donde se pueda deja correr la imaginación y recrear ideas fantasiosas, soltar las tensiones y distraerse de las obligaciones del mundo (Mabit, 1997, pág. 69). Nosotros pensamos que éste, puede considerarse como el motivo manifiesto del consumo (motivo que, incluso, cualquier consumidor puede llegar a aducir) y, como tal, encubriría otro motivo, inconciente, que sustenta el consumo específico de esta droga y que permanece reprimido para el sujeto.

Esta droga, que en la actualidad es, de todas las drogas ilícitas, la más consumida en el mundo entero, es conocida desde hace ya más de cuatro mil años. La planta de cannabis es originaria de Asia central y la primera descripción de ella, se encontró en un escrito chino que data del 2737 (A.C.). Allí se la recomendaba básicamente como una planta de alta utilidad medicinal contra la malaria, los dolores reumáticos y la dismenorrea. Los asirios también conocían la hierba y la usaban desde el siglo IX A.C. como anestésico. En los escritos sánscritos se habla de las “píldoras de la alegría” compuestas con goma de cáñamo y azúcar. También se cultivó extensamente en la India y formó parte de los ritos de la religión hindú. En los libros de los Vedas se le atribuye orígenes divinos y se la denomina Vilahia, que significa “productora de la vida”. Se la menciona también en el tratado más antiguo de medicina de esa cultura. (Grinspoon y Bakalar, 1997; Iversen L., 2001; Snyder, 1975).

En Nepal y el Tibet esta planta era utilizada desde tiempos inmemoriales por los yogis como ayuda en sus meditaciones. Los devotos varones la consumían en grupo y la consideraban símbolo de la fraternidad. En África se la conocía como “fuente de placer” y se la empleaba también con fines religiosos. En América Latina los indígenas mesoamericanos la adoptaron como parte de su medicina natural desde hace ya cientos de años. En la actualidad, los tepehuas de México la utilizan también con propósitos rituales (Ibid).

Para Mabit las sociedades tradicionales que integran su uso dentro de un contexto sagrado, incluyen, siempre, un ritual relativo a una tradición iniciática. El objetivo de estos rituales sería, según el autor, el de “permitir una comunicación con la esencia de la planta, su ‘alma’, entidad viviente e inteligente” (Mabit, 1997, pág 73). Así afirma que “la planta es considerada como maestra ya que le habita un espíritu vivo” y entiende, en ese sentido, que el ritual es un código de comunicación dictado por la esencia o naturaleza de la misma planta. También sostiene que “si se solicita a la planta una enseñanza, un descubrir de los mundos sutiles o una exploración del inconsciente, el ritual indicado con actitud interior de sincera consideración se vuelve indispensable para no operar una trasgresión prometeica finalmente dañina” (pág. 6).

Durante los años sesenta, en Estados Unidos, hubo un gran auge de consumo conjuntamente con el movimiento social llamado de “contracultura”, a partir del cual nació el movimiento hippie. Este movimiento estaba constituido por una juventud desencantada y en rebelión “pacífica” contra los valores tradicionales que hasta ese momento sustentaban a la sociedad. Se configuró como una fuerte corriente de pensamiento reactivo al orden establecido (Stuart H., 1970; Enciclopedia Encarta, 2003) que expresó la crisis axiológica de esa época . La ideología hippie, que proponía, entre otras cosas, vivir según el lema de llevar una vida en la cual la paz y el amor fuesen los valores más importantes, influyó en distintas manifestaciones del arte y tuvo entre sus expresiones más evidentes al Rock & Roll, la liberación sexual y la costumbre de fumar marihuana (Ibid).

Mabit (1997) sostiene que en la sociedad moderna el consumo de marihuana es prioritariamente lúdico, constituye un modo de identificación con ambientes marginales y manifiesta un distanciamiento contra el formalismo del "establishment". Evoca una rebelión de rasgos adolescentes y permite un compartir agradable con amistades sin mayor compromiso social.

En este sentido el autor comprende la adicción a la marihuana como la consecuencia de un uso espurio, en donde lo único que se busca es procurarse momentos de placer, divertimento y relajación. Considera que este modo de consumo pervierte el carácter sacro de la marihuana.

Chiozza (1985a), siguiendo ideas de Brod y de Bateson, sostiene que “El rito ha surgido en su origen como elemento acompañante de una vivencia mística (Brod, 1954) que es un sacramento (Bateson, 1954). (..) Este elemento (…) se conserva y se repite con la intención mágica de recuperar aquella vivencia. Pero cuando la ceremonia sólo consigue representar a un sacramento ausente, se convierte en un rito vacío con el cual se persigue, inútilmente, la vivencia mística” (pág. 920).

G. Chiozza (2007) investigando los significados del humo y del fuego en el hábito de fumar, plantea que “el que fuma intenta superar una dificultad en el proceso de materializar los ideales; se trata de una dificultad particular que podemos imaginar a mitad de camino entre la tarea ‘hepática’ de materializar el ideal y la tarea ‘visual’ de idealizar la materia. Se trataría de una ‘dificultad respiratoria’ con la espiritualidad de la vida; un ‘hambre espiritual’ que lo lleva a la necesidad de buscar la misma esencia de las cosas, intentando establecer una conexión espiritual con el mundo” (pág 26). Plantea entonces que “por medio del fumar (independientemente de qué y cómo se fume) el sujeto intenta satisfacer este ideal de espiritualidad, incorporando respiratoriamente el humo como si se tratara de un ‘alimento espiritual’ ”. Al fumar, dice, “figura cumplido el deseo de transformarse en un sujeto capaz de sacar de las cosas, lo más espiritual” (pág. 26 )

Consideramos entonces que cuando el consumo queda exento del sacramento necesario en la vivencia mística, se convierte en un rito vacío que deja al sujeto lejos de poder satisfacer la necesidad de contacto espiritual que originalmente buscaba. Sólo le queda de ello los efectos de la droga que le crean la ilusión de estar teniendo conversaciones profundas y significativas entre el grupo de consumidores con quienes establece vínculos de amistad superficiales y sin mayor compromiso.

En la actualidad aunque el consumo no se restringe a la juventud, la mayor prevalencia ocurre durante la adolescencia. Se calcula que aproximadamente el 5 % de la población mundial está afectada a su consumo . Este dato es, al parecer, sólo una estimación puesto que, como algunos autores plantean, existe una gran dificultad para establecer cifras certeras dado que muchos de los consumidores, al catalogarla como una droga “liviana” (subestimando o incluso negando sus efectos nocivos), tal vez no se consideren a sí mismos consumidores (Bobes J. y col. 2000).


Efectos de la marihuana sobre el organismo

Los efectos de la intoxicación con marihuana son muy variables, dado que, como dijimos, dependen de la sensibilidad de cada sujeto, la dosis y el modo de consumo; inclusive un mismo individuo puede experimentar un efecto distinto en las diferentes ocasiones en que la utiliza. También se ha descrito variaciones en los efectos según si el consumo se realiza en forma grupal o en soledad.

Pese a esta variabilidad, existen determinados efectos que se presentan de modo constante. Se ha descrito que algunos sujetos que fuman marihuana por primera o hasta quinta vez no sienten ningún cambio “psicológico” perceptible, a pesar de sufrir los efectos “físicos” que produce esta droga, como aumento de la frecuencia cardíaca, inyección conjuntival y sequedad bucal. En cambio, para otros, ya en las primeras veces les provoca accesos de risa y un marcado sentimiento de bienestar. En algunas ocasiones esta droga también puede provocar sensaciones de extrañeza y ansiedad (Iversen, L. 2001; Snyder, 1975).

En el consumidor habitual son más frecuentes las sensaciones de introspección, creatividad, tranquilidad, relajación, percepción aumentada e incremento de la imaginación con disminución de la concentración.

Con respecto a la alteración de las percepciones que produce la marihuana, Snyder (1975), en su libro Usos de la marihuana, describe que la percepción visual aparece distorsionada de modo que los objetos se perciben, por ejemplo, con mayor profundidad o resaltados en sus bordes. Del mismo modo la percepción auditiva aparece más vívida; se sienten cambios más sutiles en los sonidos y las notas musicales se perciben más puras e inteligibles. Los sentidos del tacto, el gusto y el olfato también resultan sensibilizados, de modo que las cosas se sienten más suaves, sedosas, o más ásperas e irregulares; los olores se tornan más ricos y singulares y las sensaciones gustativas adquieren nuevas cualidades. Todas estas alteraciones tienen en común, entonces, el incremento del contraste de lo percibido.

Otro de los efectos de la droga es el deterioro en la memoria a corto plazo , que se manifiesta de manera tal que los pensamientos o ideas se olvidan casi desde el momento en que aparecen. Durante un diálogo, por ejemplo, el sujeto pierde “el hilo” de la conversación y no recuerda lo que le dicen o lo que él mismo estaba hablando. El lenguaje, además, suele cambiar de ritmo y algunas veces presentarse incoherente, aunque el sujeto pueda tener la impresión de que se está expresando con ingenio y brillantez, que puede resolver numerosos problemas, tener ideas “geniales” y entender cosas complejas. Mabit (1997) ilustra este aspecto diciendo que el sujeto se “dilata en forma aérea” y “pierde el enraizamiento en la tierra”. Esto es lo que se describe como el clásico “delirio” asociativo de ideas o “divague” que tiene quien consume.

Junto a esto se presenta una vivencia de enlentecimiento del transcurso del tiempo (Snyder, 1975). Melges plantea que este efecto, que se presenta indefectiblemente en todos los consumidores, se manifiesta como una dificultad para distinguir ente presente, pasado y futuro, así como también la disminución del interés por metas futuras. A esta alteración la denomina “desintegración temporal inducida por THC”. Relata que algunos consumidores describen que bajo los efectos de la droga tienen la sensación de estar viviendo como en una película en la que el paso de un cuadro a otro se hubiera hecho tan lento que pueden focalizarse en cada uno por separado antes de pasar al siguiente. Así el tiempo les resulta subjetivamente elástico, es decir que los minutos les parecen horas y los segundos minutos. Agrega que, “en la cumbre de la intoxicación pierden el rastro de los demás cuadros y el flujo de conciencia avanza a saltos como si se tratara de diapositivas y no de un film” (Melges F. T. citado por Snyder 1975, pág. 80). Este autor afirma que de todos los efectos que produce esta droga, esta capacidad para alterar la vivencia de la percepción del transcurso del tiempo puede considerarse como el principal.

Chiozza plantea que “la noción de tiempo se constituye a partir del recuerdo y del presentimiento y es, entonces, un derivado de las facultades del recordar y del presentir (Chiozza, 1978b, 1978d, 1980f)” (Chiozza y colab., 1997e [1996]). Dice, además que “sólo podemos presenciar este tiempo, que es transcurso, mediante el recuerdo de un pasado que hace presente la transformación y la proyecta sobre el mundo percibido” (Chiozza 1976h). Por lo tanto si sólo tenemos conciencia del transcurso del tiempo a través del recuerdo, podemos pensar que la disminución de la memoria reciente, que provoca la marihuana, colaboraría con la vivencia de enlentecimiento del paso del tiempo al dificultar la conciencia de la continuidad de su transcurso.

Esta vinculación entre la memoria y la vivencia del transcurso del tiempo, avala la línea de pensamiento que planteó Melges, con la que nosotros acordamos, de que la vivencia de enlentecimiento del transcurso del tiempo sería la experiencia principal que el sujeto buscaría a través de la droga. Luego volveremos sobre este punto.

A mayores dosis de consumo, pueden aparecer además alteraciones en la coordinación motora y, en algunos casos, estados paranoicos. La sobredosis de cannabis no es mortal, cursa con taquicardia, ataxia, temblor, labilidad afectiva, y aumentos súbitos de la ansiedad. En ocasiones la sintomatología puede llegar a ser como una crisis de angustia, similar a los ataques de pánico con desorientación témporo-espacial. En los casos más graves, puede, inclusive, llegar a un delirium.

A medida que los efectos van desapareciendo, en la mayoría de los sujetos suele surgir un gran apetito (Goodman y Gilman, 1988; Goode, 1974; Mann P., 1984; Bobes y Calafat, 2000; Quiroga M., 2000).

Consecuencias del consumo a largo plazo:

Los autores consultados refieren que, a los efectos antes mencionados, se le agregan, en quienes consumen la droga por períodos prolongados, alteraciones en diversas funciones y órganos:

1) La mayoría de los consumidores habituales presentan un patrón de fatiga, pereza, inestabilidad emocional, falta de energía, falta de motivación, disminución de la productividad y pérdida de la iniciativa. A este cuadro se lo denomina “Síndrome amotivacional” (Goodman y Gilman, 1988). Relacionado con esto último se han descrito dificultades en el aprendizaje, en la producción, en el cuidado de la higiene personal y en la pérdida del interés por las tareas vocacionales y recreativas (Goode, 1974).

2) Se han detectado disminución en el recuento espermático y alteraciones ovulatorias, como así también anormalidades del ciclo menstrual llegando a producir alteraciones en la fertilidad. Si el consumo habitual se instaura antes de la maduración sexual puede enlentecer el desarrollo de los caracteres sexuales tanto primarios como secundarios (Mann P., 1984; Bobes y Calafat, 2000).

3) A nivel cerebral, produce un efecto neurotóxico dado que induce la muerte celular y provoca la disminución del tamaño de las neuronas (Quiroga M., 2000, pág. 123).

4) A nivel inmunológico si bien se han hallado cambios en los linfocitos, neutrófilos y macrófagos, sugiriéndose que el consumo habitual de la droga podría actuar como un inmunodepresor (Mann P., 1984), estudios más recientes plantean que en ningún caso existe una demostración contundente de que la funcionalidad inmunológica se mantuviera fuera de los límites normales. Por lo tanto, se pude sugerir que el consumo de marihuana induce alteraciones en la función de los linfocitos T, aunque la magnitud de los cambios no es lo suficientemente importante como para considerarla responsable de la disminución de la resistencia a la infección (Klein y col., 1998 y Parolaro 1999 citado por Arévalo-Martín, A.; Molina-Holgado, E. y Guaza, C. 2002).


Tolerancia y Dependencia de la droga

El fenómeno de tolerancia en el consumo de marihuana es bastante singular. Muchos usuarios que se inician en esta droga suelen experimentar, como hemos dicho, sus efectos psicoactivos recién a partir de la cuarta o quinta vez que la consumen. Luego, a medida que el sujeto va consumiendo de forma habitual, suele ocurrir un fenómeno denominado “tolerancia revertida”. Esto significa que, ante la repetición de la misma dosis por tiempos prolongados, ocurre un descenso en la cantidad necesaria de droga para provocar los mismos efectos (Goodman y Gilman, 1988). Este fenómeno se explica por que el THC se acumula en las zonas grasas del cuerpo y se reintegra lentamente al torrente sanguíneo para ser excretado. De manera que un consumidor habitual, que tiene una reserva corporal del principio activo, requiere sólo de una pequeña dosis para “hacer funcionar” un proceso condicionante de activación del THC acumulado. Además, la reserva en tejido adiposo determina que esta droga no provoque un síndrome de abstinencia ante la supresión abrupta (aunque puede ocasionar ansiedad, tensión o irritabilidad que desaparecen al cabo de unas semanas) (Mann P., 1984; Goodman y Gilman, 1988).

Mecanismo de acción de la droga

A fines de los años ochenta las investigaciones destinadas a conocer el mecanismo de acción del THC en el organismo, reconocieron la existencia de receptores celulares a los que el THC se unía específicamente. Por ese motivo a estos receptores se los denominó “receptores cannabinoides”. Según su distribución se clasificaron en tipo 1 (CB1) y tipo 2 (CB2). Los receptores CB1 se localizaron, principalmente, en sistema nervioso central, mientras que los receptores CB2 se hallaron, en cambio, en mayor proporción, en distintos componentes del sistema inmunológico (Berrendero, F. 2002).

Así como el hallazgo de receptores específicos para el opio permitió el descubrimiento de las endorfinas, el hallazgo de los receptores cannabinoides, permitió detectar, años más tarde, un grupo de sustancias, producidas por el propio organismo, específicas para estos receptores. A estas sustancias, por actuar sobre los mismos receptores sobre los que actúan los cannabinoides provenientes de la planta, se las denominó Endocannabinoides. El conjunto de receptores y de estas sustancias endógenas integran lo que se designó como “Sistema Endocannabinoide”.

V- EL SISTEMA ENDOCANNABINOIDE

Descripción del sistema
a) Los receptores:

Como hemos dicho, los receptores CB1 se expresan, principalmente en el sistema nervioso central, en donde se hallan, en mayor densidad, en los ganglios de la base (especialmente en sustancia nigra y globo pálido), cerebelo , ciertas áreas del hipocampo y corteza límbica. En menor proporción se encuentran también en corteza cerebral y en número aún más escaso en el hipotálamo, tronco cerebral y medula espinal. También se encuentran, en mucha menor densidad, en sistema nervioso periférico (terminaciones sensitivas y terminales nerviosas del sistema simpático), corazón, próstata, testículos, útero y ovarios (Berrendero, F. 2002).

Los receptores CB2 se encuentran en distintos componentes del sistema inmunológico como el tejido linfoide, bazo, amígdalas y timo; a nivel celular se hallan preferentemente en linfocitos B y Natural Killer, aunque también están presentes en macrófagos, monocitos, mastocitos y linfocitos T (Ibid.).

b) Los ligandos endógenos

El primer endocannabinoide en ser hallado fue la Etanolamida del Acido Araquidónico (AEA), un acido graso producido en el cerebro que se une al receptor CB1 y al que se le dio el sugestivo nombre de Anandamida, por “ananda” que en sánscrito significa “paz interior”. Posteriormente, se descubrió otro lípido, el 2-Araquidonil-Glicerol (2-AG), que abunda en ciertas regiones del cerebro más que la propia Anandamida pero tiene una mayor afinidad por los receptores CB2. Estos dos compuestos se consideran hoy los principales endocannabinoides (Ramos Atance, J.A., y Fernandez Ruiz J., 2000b) .

c) Mecanismo de acción y función del sistema

Los endocannabinoides llevan a cabo su función a través de un mecanismo de feed back negativo: cuando un estímulo nervioso despolarizante que “viaja” a través del axón neuronal llega al terminal presináptico se produce la liberación del neurotransmisor propio de esa neurona. Dicho neurotransmisor al unirse al receptor postsináptico de la segunda neurona ocasiona, por un lado, una nueva despolarización para que el impulso nervioso continúe su “viaje” y, por el otro, estimula la síntesis de endocannabinoides que son liberados al espacio sináptico para acoplarse a los CB1 presinápticos e inhibir así la liberación de más neurotransmisores por parte de la primera neurona (Ramos Atance, J.A., y Fernandez Ruiz J., 2000b ).

A este proceso se lo denomina supresión inducida por la despolarización. Cuando ocurre en neuronas que liberan neurotransmisores inhibidores, como el GABA, se considera una supresión de la inhibición; si, en cambio, sucede en neuronas que liberan neurotransmisores excitadores, como el Glutamato, determinará una supresión de la excitación. Por lo tanto el papel del endocannabinoide como inductor de la supresión inhibitoria o estimulatoria depende del tipo de neurona sobre el que actúa (Ibid.).

Tras comprenderse este mecanismo de acción se ha propuesto que el sistema endocannabinoide, a nivel neuronal, reduce la liberación de ciertos neurotransmisores durante períodos de sobre-activación o sobre-inhibición (Grotenhermen, 2006; Fernández Ruiz y col., 2004). De este modo actúan como moduladores de la transmisión sináptica regulando la liberación de muchos neurotransmisores como Acetilcolina, Serotonina, Dopamina, Adrenalina, etc., por lo que se postula su implicancia en muchos procesos neurofisiológicos (Fernández Ruiz y col., 2004).


Participación del Sistema endocannabinoide en el Sistema
Nervioso Central

a) A nivel celular

1- Diversos estudios refieren que los endocannabinoides podrían poseer un importante papel en la neuroprotección tanto ante los procesos neurodegenerativos agudos como el daño cerebral hipóxico-isquémico o el traumático y frente a procesos crónicos como la esclerosis múltiple, la enfermedad de Parkinson y la enfermedad de Alzheimer. Esta función neuroprotectora sería producto del mismo efecto neuromodulador que impediría la acumulación de sustancia neurotóxicas que conducirían al daño neuronal (Martínez Orgado y col., 2005; Viveros, 2002).

El hallazgo de una importante elevación de la concentración cerebral de 2-AG en el primer día de vida, justo después de que el neonato haya tenido que afrontar las vicisitudes del parto y se vea expuesto a un aumento dramático del stress oxidativo, inclina a pensar que el aumento de la actividad endocannabinoide en ese preciso momento estaría en relación directa con la función neuroprotectora cerebral ante la hipoxia (Martínez Orgado y col., 2005).

2- Otra de las funciones del sistema endocannabinoide a nivel del SNC es la de aumentar la actividad enzimática de los astrocitos vecinos de la neurona estimulada. Este proceso resulta esencial para que estas células garanticen la nutrición de las neuronas. Por lo tanto los endocannabinoides, además de modular la transmisión sináptica, preservarían el aporte energético a las neuronas para su adecuado funcionamiento y tendrían efectos sobre la proliferación neuronal y de células gliares (Fernández Ruiz J. y col. 2004).

3- Existen múltiples datos indirectos que apuntan a un papel relevante de los endocannabinoides en el desarrollo del SNC. La densidad, localización y actividad de los receptores CB en el cerebro varía desde la etapa prenatal a la neonatal, y desde ésta a la edad adulta.

Los receptores se encuentran abundantemente expresados en el feto y el recién nacido en “áreas atípicas”, como región subventricular, neocorteza, tronco encefálico y, lo más llamativo, en la sustancia blanca, especialmente en fibras comisurales como cuerpo calloso o comisura anterior. Todas estas localizaciones desaparecen en el adulto, y, por el contrario, las zonas con más riqueza de receptores en el adulto son notablemente pobres en el feto y el recién nacido (Ibid.)

Las zonas ricas en receptores CB en el feto y recién nacido son precisamente las más implicadas en procesos de proliferación. Todo ello ha inducido a pensar que los endocannabinoides podrían estar involucrados en procesos de migración, proliferación y sinaptogénesis. A su vez, la presencia de receptores CB en la sustancia blanca y en precursores gliales, sumado al efecto remielinizante de los endocannabinoides, han sugerido que este sistema podría tener una participación relevante en procesos de mielinización del cerebro inmaduro (Ibid.).

En el cerebro adulto, en cambio, los receptores CB1 están principalmente localizados en elementos neuronales, pero durantes ciertos períodos del desarrollo pueden también expresarse en algunas subpoblaciones de células gliales que juegan importantes roles en el desarrollo neuronal (soporte para el metabolismo y para el trofismo, secreción de factores neurotróficos, guía de la migración neuronal y elongación axonal, formación de mielina) (Tsou y col., 1998; Bouaboula y col, 1995; Shivachar y col. 1996; Barrendero y col. 1998; Sanchez y col. 1998; Sagan y col. 1999, citados por Fernández Ruiz y col., 2004).

b) A nivel de las funciones del SNC

1- Participa en la regulación de la respuesta al stress y la sensación dolorosa disminuyendo la respuesta sensorial de las neuronas en el tracto espino talámico; participa en la coordinación y el control del movimiento así como en la modulación del tono muscular (ganglios de la base y cerebelo). También esta vinculado al olvido espontáneo de la memoria a corto plazo (corteza e hipocampo) y en el control de las emociones (hipocampo y corteza límbica) (Viveros, 2002; Martínez Orgado y col., 2005; Grotenhermen, 2006).

2- Posee también funciones relacionadas con la inducción del sueño, la regulación de la temperatura corporal y el mecanismo de recompensa . Actúa además como antiemético (actuando sobre receptores CB1 localizados en el centro del vómito del tronco cerebral) y orexígeno (a través de la interacción con el sistema de señalización nutricional hipotalámico mediado por la leptina ).

A partir del hecho de haberse detectado concentraciones significativas de endocannabinoides en la leche materna, junto con el mencionado pico de producción de 2-AG en el cerebro del recién nacido y el hallazgo que la ausencia de activación de los CB1 en el primer día de vida anula el interés por el alimentarse y disminuye la fuerza para mamar, llevaron a postular que los endocannabinoides serían básicos para el inicio de la conducta de lactancia, conducta que luego se preservaría con el auxilio de otros sistemas, especialmente el opioide (Fride E. y col., 2005 citado por Martínez Orgado 2005).

3- También se ha hallado la presencia de endocannabinoides en todos los tejidos y fluidos relacionados con la procreación (Schuel H, Burkman LJ, Lippes J, Crickard K, Forester E, Piomelli D, et al. citado por Martínez Orgado y col. 2005). En el hombre se encuentran receptores CB en espermatozoides y se han detectado concentraciones significativas de endocannabinoides en líquido seminal. En la mujer, por su parte, se han detectado receptores CB en la capa granulosa del ovocito, líquido folicular, oviductal y útero (Ibidem.). Estos datos, junto con el hecho de que el THC reduzca la movilidad de los espermatozoides, ha llevado a algunos autores a hipotetizar que los endocannabinoides desempeñarían un papel en la capacitación de los espermatozoides. Además se ha planteado que los endocannabinoides garantizarían la fecundación monoespermática. En este sentido sugieren que la entrada de un espermatozoide al óvulo induciría la liberación de AEA por el ovocito que inmovilizaría al resto de espermatozoides (Ibid).


c) A nivel inmunitario.

En sistema inmune los endocannabinoides al actuar sobre los receptores CB2, ejercen un efecto inmunomodulador , atemperando las reacciones de respuesta del mismo.

Prácticamente todas las subpoblaciones de células inmunológicas son diana de las acciones de los endocannabinoides. Serían importantes moduladores de la quimiotaxis. La actividad inmunomoduladora de los endocannabinoides podría ser, además, importante a nivel gestacional ya que las células Natural Killer, fundamentales en la inmunotolerancia al embrión, son ricas en CB2. Ello ha sugerido un papel participativo del sistema endocannabinoide en la tolerancia e implantación embrionaria (Howllet AC, Barth F, Bonne TI Cabral, G.; Casellas G.; Devane WA y col., citados por Martínez Orgado y col., 2005) .

Han demostrado también tener efecto antiinflamatorio preservando de una respuesta exagerada que podría generar un daño.


VI- APROXIMACIONES A LA COMPRENSIÓN DEL SENTIDO DEL SISTEMA ENDOCANNABINOIDE

Freud (1925a [1924]) sostiene que nuestros órganos de los sentidos están diseñados para recibir estimulaciones específicas y dotados de mecanismos preventivos para evitar la afluencia de grandes cantidades de estímulos que poseen un efecto destructivo para el organismo. Esta tarea de protegerse contra los estímulos, dice el autor, “es casi más importante que la de recibirlos” (Freud 1920g, pág. 27). Sostiene que para llevar a cabo esa función nos valemos de un sistema de protección, al que llamó “barrera de protección antiestímulo”.

Chiozza sostiene que cuando un estímulo, por su contenido ideal, supera la capacidad del yo para asimilarlo, su descarga es sentida como algo traumático. La protección frente a estos estímulos puede operar entonces provocando un “cese de contacto”, un reposo del órgano sensorial que se torna inexcitable o, si es más completa, el sueño normal. El autor agrega que este bloqueo defensivo, equivalente a la “barrera de protección antiestímulo” planteada por Freud, es normal y parcial, y sirve a los fines de reconstituir la capacidad sensorial (Chiozza 1970g [1963-1968])

Pensamos que el sistema endocannabinoide, por su función de modular la neurotransmisión evitando la sobre-activación o la sobre-inhibición para la autopreservación del organismo, actuaría al modo de una barrera de protección antiestímulo. Así, el modo en que el sistema endocannabinoide participa en distintas funciones específicas cerebrales puede ser comprendido en relación a esta misma idea.

De este modo, tomando en cuenta lo que plantea Freud (1925a [1924]) en “Notas sobre la pizarra mágica” al referirse al vínculo entre percepción y memoria, donde sostiene que la percepción sólo es posible si el sistema percepción-conciencia permanece "abierto" cancelando permanentemente la huella de la percepción anterior, podemos entender que la participación del sistema endocannabinoide en el olvido de la memoria a corto plazo, tendría el sentido de evitar la sobresaturación de estímulos a los fines de mantener permeable el sistema a nuevas percepciones.

La participación en la respuesta al stress y el dolor, tendría el mismo sentido de barrera de protección antiestímulo dado que el sistema endocannabinoide funcionaría, en colaboración con el sistema opioide, manteniendo el umbral adecuado para tolerar tanto el dolor como la denominada fase de agotamiento del stress.

Como hemos visto, el sistema endocannabinoide también participa como modulador del tono muscular, tendiendo a la relajación, con el objetivo de evitar la hipertonía. Según Chiozza y colaboradores (2001c) el tono muscular constituye la trama de fondo de la motilidad, tanto como preparativo como soporte para la acción. Siguiendo a Sherrington, quien equipara al tono muscular con un estado de alerta básico y normal, afirman que el estar alertado corresponde a “ponerse en disposición para posibles acciones” (pág. 231) El fracaso de esa acción eficaz -como comprenden los autores la hipertonía- constituye el sentimiento de alarma. Entendemos que la participación del sistema endocannabinoide en la modulación del tono muscular, implica la función de mantener al tono dentro de un rango eficaz que equivaldría a un estado de alerta eficaz normal e inconciente. En este sentido la acción del sistema de evitar la hipertonía, se correspondería con la inhibición tanto del sentimiento de alarma como el de alerta previo (ya que el sentimiento conciente de alerta implica un cierto grado de fracaso en el tono normal) .

Comprendemos también que este sistema, que experimenta un pico máximo de expresión luego del trauma de nacimiento, donde es necesario minimizar el grado de ansiedad y angustia, actuaría, independientemente de un tono basal, en aquellas situaciones en las cuales sería necesario preservar de la sobrecarga de estímulos que superan la capacidad del yo para asimilarlos y podrían ser destructivos.

En este sentido pensamos que el haber designado al principal endocannabinoide con un nombre que significa “paz interior”, tal vez corresponda a la captación inconciente de un aspecto del sentido de este sistema.

Por otro lado, así como una cierta impermeabilidad frente a los estímulos es, según plantea Chiozza(1970j [1968]), índice de vida, y permite la recuperación pensamos que la función moduladora del sistema endocannabinoide, que permite mantener la neurotransmisión dentro de un rango adecuado y moderado, lo vincula con la función de propiciar las condiciones adecuadas para permitir al organismo su restauración .

Entendemos así que la participación como neuroprotector y como inductor de funciones, como el dormir y el comer, que tienden a llevar al organismo a un estado de reposo y reparación para su normal funcionamiento, nos permite concebir a este sistema con estas dos funciones: como modulador y como restaurador.

Pensamos que la función restauradora implica, tal como dice Freud respecto del acto del dormir, un desinterés de los objetos del mundo y un retiro "al interior del yo” (Freud, (1916-17 [1915-1917]) pág. 379). El dormir, dice Chiozza, (1998a [1970]) sucede ante la inminencia de una saturación que puede llegar a descomponer al yo. Se duerme, entonces, cuando la introyección de estímulos alcanza un nivel que supera la capacidad yoica. En este sentido, dice el autor, que durante “...el dormir se intenta la re-asimilación de los productos de descomposición provocados por el estímulo traumático, o también la re-organización de lo destruido” (Chiozza (1970j [1968]) pág.208). Plantea, además, que “el proceso de asimilación queda referido tanto a lo externo introyectado como a las protoimagos del ello” (Chiozza, (1970j [1968]), pág.155).

Comprendemos, entonces, que el proceso de restauración estaría en relación con la posibilidad de retomar el contacto con los estímulos provenientes del Ello para facilitar la “asimilación” del exceso relativo de estímulos.

A partir de todo lo dicho podemos concebir que el sistema endocannabinoide sería una pieza más dentro del gran subsistema que lleva al organismo a la restauración de fuerzas. En este sentido su comprensión contribuye, de algún modo, a la necesidad de completar las consideraciones de uno de los grandes subsistemas a los que hace referencia Chiozza (1984d [1983]) cuando plantea: “la consideración de los dos grandes subsistemas, el colinérgico y el adrenérgico -que corresponden, en términos muy groseros, a la predisposición del organismo para dos grandes fines, la restauración de las fuerzas y la lucha, y que equivalen a dos estados de ánimo, la relajación y la alarma- debe ser completada” (pág. 195).

Una reflexión más nos merece la diferente localización que este sistema posee en la vida fetal y en la vida postnatal. Como hemos dicho se ha planteado que durante el desarrollo cerebral fetal los endocannabinoides tendrían participación en procesos de migración y proliferación neuronal, sinaptogénesis y mielinización. Pensamos que la diferente localización podría responder a diferentes necesidades propias de cada uno de estos períodos. De esta manera durante el periodo fetal en el cual sería primordial la adquisición de nuevas funciones, implicadas en el desarrollo, el sistema endocannabinoide promovería la adquisición de nuevas capacidades, mientras que en la vida postnatal, participaría fundamentalmente en la restauración de las funciones ya adquiridas.


VII- HACIA UNA COMPRENSIÓN DEL SENTIDO DEL CONSUMO DE MARIHUANA

Tras haber descrito las funciones del sistema endocannabinoide y haber planteado una idea acerca de su sentido, nos resulta factible pensar que el sujeto, al incorporar el THC que se halla en la marihuana buscaría, inconcientemente, intensificar las funciones que este sistema posee para intentar resolver una dificultad que lo aqueja.

Esta dificultad la podemos concebir, en términos generales, como una imposibilidad de tramitar un estímulo ideal (Chiozza 1970g [1963-1968]). El sujeto, sobresaturado por estímulos que no puede materializar ni duelar, intentaría entonces, a través de la marihuana, disminuir el carácter traumático y destructivo del impacto con ellos.

Tomando entonces como base esta idea general intentaremos aproximarnos a comprender cuál sería la dificultad específica que quiere resolver y el modo en que intenta resolverla.


Marihuana y adolescencia

En la medida que el consumo de marihuana comienza en el 90% de los casos en la adolescencia y ésta es, además, como ya mencionamos, la población que más la consume, pensamos que la dificultad que intenta resolver el sujeto, independientemente de la edad que tenga, debería corresponder a un conflicto que adquiere su mayor expresión durante esta etapa.

Dayen E. y Dayen M. (1999), a partir de las tres modalidades de materialización que propone Chiozza (1970d [1966]) como “crecimiento”, “procreación” y “sublimación”, sostienen que la adolescencia, abarcaría el período de transición entre la etapa en la que predomina el crecimiento y la etapa en la que prevalece la procreación. Los cambios corporales que se suceden en esta etapa, dicen los autores, indican justamente que el organismo se prepara para encaminarse hacia la procreación.

Para Aberastury (1970) la adolescencia constituye una etapa decisiva de un proceso de desprendimiento de los padres. El adolescente vive el ingreso en el mundo de los adultos como una situación deseada y temida, ya que significa la pérdida de la condición de niño. La autora sostiene que en este período el sujeto fluctúa entre un deseo de dependencia y de independencia, actuando a veces como niño y otras como adulto.
Entendemos que estas alternancias son un reflejo de la necesidad de realizar un cambio en la modalidad de vínculo con los objetos del entorno, cambio relacionado con que las nuevas necesidades que tiene el adolescente -como ser la inclusión y la pertenencia a un grupo, el formar pareja, el prepararse para insertarse en la sociedad y el trabajo- ya no pueden ser resueltas por sus padres.
Las dificultades que se le presentan al adolescente para llevar adelante su crecimiento y desarrollo en forma adecuada lo enfrentan, inexorablemente con los límites de su propia capacidad. Cuando esto es vivido como una pérdida de la omnipotencia infantil y se configura como una herida narcisista, puede despertar la vivencia de decepción. Precisa entonces realizar un duelo, que clásicamente se ha descrito como un proceso de desidealización que implica aceptar las reales capacidades tanto de sus padres como las suyas propias (Blos,1980; Aberastury, 1970). Este duelo se refiere entonces al dolor “de ver los propios defectos y vicios, el dolor de encontrarse con las impotencias que se hace inevitable enfrentar” (Dayen E. y Dayen M., 1999, pág. 3). En este sentido, algo característico de la adolescencia es la “peculiar alternancia de ‘anestesias’ y sufrimientos frente a ese dolor” (Ibid., pág. 4).
En este sentido Dayen E. (2003) afirma que “la decepción es el dolor de encontrarse con el fracaso de una concepción equivocada. Se trataría de un sentimiento que reactualiza el instante mítico en que el malestar creciente de la insatisfacción instó a renunciar al hechizo de la alucinación para iniciar la búsqueda en la realidad”. El autor plantea además que, “cuando el dolor de la decepción es tolerable, la capacidad para captar lo que permite un accionar más eficaz se potencia y, además, se configura una nueva experiencia que implica un desarrollo. Pero cuando el dolor resulta insoportable, tendemos a responsabilizar al mundo de la decepción. Nos sentimos traicionados y víctimas de un engaño” (pág. 3).

Esta modalidad paranoica e irresponsable de tramitar la decepción, el adolescente la puede experimentar en términos de que no le han enseñado bien o no le han dado las herramientas necesarias para defenderse en la vida. Mediante esta defensa intentaría, entonces, evitar la conciencia de su impotencia proclamando, al mismo tiempo, su inocencia respecto de sus fracasos.

En este sentido Aberastury (1970) menciona que la huída del mundo exterior y una búsqueda de refugio en el mundo interno, en la fantasía, sería una “solución transitoria”, maníaca, de la crisis adolescente. Esta situación, dice, se corresponde con un incremento de la omnipotencia narcisista y con el deseo de prescindir de los objetos externos. Entendemos que para la autora esta “solución transitoria” sería positiva en la medida en que el adolescente no se quede fijado en la fantasía sino que se constituya como “una nueva plataforma de lanzamiento desde la cual podrá iniciar conexiones con nuevos objetos del mundo externo y preparar la acción” (pág. 24).

Por lo tanto, es posible pensar que frente a las exigencias que se perfilan y que siente que no puede responder del modo como quisiera, existiría la “tentación” de quedarse fijado en la fantasía, “huir del mundo” al que interpreta como causante de su frustración, y preferir la magia a la realidad.

Cuando los conflictos propios de la adolescencia se extienden más allá del período vital que le corresponden y se manifiestan en un sujeto que por su edad debería estar en la adultez, configura lo que se ha dado en llamar un “eterno adolescente”. En este sentido para Chiozza (2005) la figura del eterno adolescente es una forma muy particular de la rebeldía que acontece cuando no se elaboran bien las situaciones en las cuáles los padres asumen frente a los hijos la representación de la realidad social y sus principios morales. Dice “Es una forma que abunda en nuestra sociedad actual, de la cual se ha dicho que es una ‘sociedad sin padres’ aludiendo a la condición deficitaria de la autoridad paterna en la familia. […]. Se trata de una condición que constituye una parte de la crisis de valores que impregna a nuestra época, dentro de la cual la autoridad, desprestigiada, y a menudo espuria, despierta antipatía. De este modo el ‘eterno adolescente’ lo sería independientemente de su edad cronológica, y deambulará por el mundo sintiendo que el entorno, responsable de sus desventuras, no le otorga la razón que pretende y que cuando alguien se la otorga, la pseudoliberación de su responsabilidad que eso le produce no le alcanza para liberarlo de la impotencia en la que transcurre su vida” (pág. 59).


El modo de intentar resolver la dificultad

Para intentar comprender el modo a través del cual el consumidor de marihuana intenta resolver la dificultad a la que nos referimos, seguiremos la idea de Melges, citada anteriormente, quien sostiene que la capacidad para alterar la vivencia de la percepción del transcurso del tiempo se puede considerar el principal efecto de esta droga. Pensamos que este efecto correspondería al deseo de poder tener más tiempo para poder llevar a cabo aquello que se desea concretar.

Chiozza y colaboradores (1997c [1995]) dicen que todo proceso de cambio impostergable lleva implícito la vivencia de apremio. Afirman también que “si por circunstancias diversas no se tolera el apremio, éste pasa a ser vivenciado como acoso” (pág. 196).

Pensamos que cuando resulta difícil llevar a cabo un cambio madurativo en el tiempo que éste necesita y surge la vivencia que los autores plantean como acoso, una salida maníaca para aliviarse del acoso, podría estar dada por la fantasía, que le produce la marihuana, de que tiene mucho tiempo por delante y que entonces “ya no hay prisa”.

En este nivel de comprensión pensamos que aquello que el consumidor manifiesta como la búsqueda de distracción y relax, implicaría el deseo de evitar sentirse afectado por las exigencias y el apremio de la vida, tomar distancia y reducir la importancia de las cosas, los pensamientos y los dramas que lo agobian y lo hacen sentirse impotente. De este modo, buscaría apaciguar y frivolizar las dificultades que tiene en la vida y que no sabe como resolver, para calmarse, tranquilizarse y no pensar en ellas . Intentaría de este modo alivianar mágicamente el “peso” de la realidad.

En otro nivel de comprensión, pensamos que el deseo de tener más tiempo perseguiría una finalidad más sustantiva que permanece inconciente para el sujeto.

A partir de la idea de que la noción de tranquilidad está asociada al equilibrio, la serenidad, la inalterabilidad, la quietud y también a la idea de seguridad, Casali y Nagy (2002) plantean que la tranquilidad, necesaria para un buen desarrollo, permite, al modo de un descanso, restaurar fuerzas para enfrentar el cotidiano vivir.

Tal como planteamos anteriormente el sentido del sistema endocannabinoide sería, además de modular y funcionar como una barrera de protección antiestímulo, el de propiciar procesos restauradores. Pensamos entonces que quien incorpora THC buscaría inconcientemente tener más tiempo, no sólo para disminuir el carácter traumático de los estímulos, sino también para poder reparase del impacto destructivo del contacto con ellos.

Aunque en algunas ocasiones la posibilidad de tomar distancia de los estímulos y volverse sobre sí para restaurar el daño que se ha sufrido para enfrentar mejor la realidad puede ser una modalidad eficaz, por ejemplo en la situación del dormir , pensamos que la distancia de los estímulos que se obtiene a través del consumo, y que lleva a sentir el estado de bienestar, en la medida en que está sostenido por una negación, se trata de una situación ficticia, de un pseudo bienestar con el que se intenta contrarrestar una sensación de abrumación. No sería entonces un bienestar producto de un trabajo que, atendiendo la realidad , satisfizo una necesidad, sino más bien un bienestar al que se intenta llegar “acortando camino” y evitando el duelo por un ideal que no se puede concretar.

En este sentido pensamos que la búsqueda, a través de la droga, de ideas geniales o de una inspiración divina parecería responder a la ilusión de poder obtener sin ningún esfuerzo y de un modo rápido, la capacitación que siente que no tiene. Intentaría así evitar el dolor de tener que enfrentarse con el natural trabajo que implica el aprendizaje y la formación para ser capaz .

De este modo el “delirio asociativo de ideas” y los efectos sobre las percepciones y las sensaciones estarían al servicio de brindar la ilusión de poder captar la realidad de un modo “especial” y de tener una vida llena de cosas interesantes e importantes para mantener así, con más fuerza, la negación respecto del sentimiento de impotencia y vacío .

En función de ello creemos que aquello que Melges menciona como el desinterés por las metas futuras, que entendemos que tendría su máxima expresión en el síndrome amotivacional, encubriría, tal como lo plantea Chiozza (1998a [1970]) respecto del aburrimiento, la dificultad para llevar adelante los ideales que desea concretar. El desinterés sería entonces, una reacción melancólica frente a la vivencia de incapacidad para materializar los proyectos que anhela.

En síntesis, pensamos entonces que el consumo le brinda la ilusión de poder postergar el enfrentamiento con las vicisitudes de la vida adulta, enlentecer el pasaje a ella y mantenerse por más tiempo en la etapa previa, tanto para reparar el daño que se ha sufrido por el impacto traumático frente a los ideales que no se han podido concretar, como para capacitarse mágicamente para enfrentar mejor las dificultades. Pero bajo esta ilusión, el sujeto se aleja de la posibilidad de capacitarse y, como retorno de lo reprimido, el consumo lo deja enredado y confuso en sus juegos mentales. La persona permanece entonces “con muy poca posibilidad de materializar las ideas” (Mabit, pág. 67), sumido en la pasividad y bloqueando, de este modo, su evolución sin poder prepararse para las dificultades que tiene que enfrentar en su vida. Comprendemos, de este modo, que el deterioro en el aprendizaje que se ha descrito que sufren los consumidores crónicos respondería a la perpetuación en el tiempo de esta misma conflictiva.


Algunas consideraciones para comprender el sentido del estímulo
de los receptores CB2 en el consumo de marihuana

Hemos mencionamos que los receptores CB2 están presentes en elementos del sistema inmune y que el sistema endocannabinoide participa en la inmunomodulación e interviene como antiinflamatorio. Citamos también que la marihuana, si bien no produce inmunodepresión, induce alteraciones en los linfocitos T en los que disminuye su función.

Las investigaciones psicoanalíticas en torno a la inmunidad revelan que el sistema inmunita¬rio, por su finalidad, puede arrogarse la representación simbólica del cuidado de la identidad (Chiozza, 2001e [1986]; Chiozza y colab., 1993c [1992]; Chiozza y colab. 2001a). Además, en el trabajo sobre el significado inconciente específico del SIDA, se plantea la estrecha vinculación entre el concepto de identidad y el de pertenencia (Chiozza y colab. (1997b [1995]). Tras desarrollar esta idea , los autores sostienen que el sentimiento de no pertenencia (impertinencia) sería producto de un fracaso en la acción de pertenecer a un ámbito social del que se desea ser parte.

En relación con los elementos propios del sistema inmune, postulan que una disminución, dentro de los límites fisiológicos, del número o la función de los linfocitos T4 forma parte de la clave de inervación del "sentimiento de no pertenencia" normal y conciente. Los autores plantean que cuando un sujeto pierde toda esperanza de alcanzar la pertenencia que anhela, la conciencia del sentimiento de impertinencia se le torna intolerable. En ese caso la clave de inervación del sentimiento de impertinencia se desestructura, defensivamente, descargándose a través de la hipofunción de los linfocitos T4 por debajo de los niveles fisiológicos (Chiozza y colab. (1997b [1995]).

Dicen además que “la convivencia humana exige constantemente el ejercicio de un equilibrio entre el deseo de mantener las diferencias y la necesidad ineludible de integrarse. El hombre (...) se debate así en el juego pendular de la tolerancia y la intolerancia” (Ibid., pág. 245). Y agregan que “la fisiología del sistema inmunitario es, en el terreno de lo corporal, un símbolo privilegiado del proceso que constituye y mantiene el equilibrio entre tolerancia e intolerancia” (Ibid., pág. 245).

A partir de estas ideas, pensamos que el efecto de disminución de la función de los linfocitos T dentro de los límites normales que ocasiona la marihuana a través del estímulo de los CB2, debe corresponder al deseo de resolver un conflicto en torno a la pertenencia.

Como vimos, en la adolescencia la necesidad de integración social y pertenencia grupal adquiere un carácter relevante. Siguiendo las ideas planteadas en la citada investigación del SIDA, cuando el sujeto desea integrarse y al mismo tiempo siente que le cuesta, la modalidad maníaca de evitar el dolor por esta dificultad, sería el rechazo activo a la sociedad de la que no puede formar parte.

Un modo de justificar este rechazo podría ser el de estar en contra de las leyes y las normas sociales. Esta justificación, sustentada en la rivalidad, lo llevaría a querer integrarse a un grupo con la fantasía de que el orden de ese grupo se rija por su ley personal .

Como dijimos, los que consumen marihuana se reúnen habitualmente en grupo para realizar esta actividad. Pensamos que este grupo se constituiría alrededor de la fantasía de pertenecer a un ámbito en el que no haya ninguna ley que acatar ni ningún sometimiento .

Al mismo tiempo, este grupo estaría signado por una disminución de la discriminación que se expresaría, en el terreno de lo corporal por un aumento de la tolerancia inmunológica y en el terreno anímico por un aumento de la empatía entre los integrantes.

Esta situación configuraría una forma particular de rebeldía en la que en lugar de recurrir a una oposición manifiesta se buscaría, a través de la marihuana, el apaciguamiento como un modo larvado de expresar la agresión y el rechazo reprimido. Finalmente, tal como plantea Mabit (1997), los consumidores de marihuana se vuelven pasivos y sumisos frente a un orden social del cual pretenden diferenciarse.

Estas ideas coincidirían con lo mencionado páginas atrás acerca del movimiento hippie, en el cual imperaba la actitud de rebelión pacífica contra los valores sociales y el aumento de la tolerancia que se manifestaba en la evitación de la agresión.


VIII- A MODO DE SÍNTESIS

Pensamos que el sujeto que consume esta droga está atrapado en un conflicto relacionado con el crecimiento y la maduración. Siente que no ha crecido lo suficiente y que no tiene la capacidad necesaria para enfrentar las exigencias de la vida adulta. Mediante la incorporación del THC de la marihuana buscaría, inconcientemente, resolver esta dificultad sobreestimulando su sistema endocannabinoide con la intención de lograr a través de ello protegerse de los estímulos que lo superan y volverse sobre sí para restaurar sus fuerzas.

La droga, al proporcionarle la sensación de que el tiempo transcurre más lento, le permitiría poder vivir en la fantasía de que tiene tiempo y entonces no hay apuro para enfrentarse con las dificultades que implican el crecimiento y el desarrollo.

A su vez, las ideaciones y percepciones que le sobrevienen le generan la impresión de estar produciendo ideas geniales que le brindan la ilusión de salir de la impotencia y obtener mágicamente la capacitación que le falta. Evitaría, así, el dolor de tener que enfrentarse con el natural trabajo que implica el aprendizaje y la formación.

Pero, toda esta modalidad de defenderse de su impotencia frente a sus propias exigencias ideales, lejos de conducirlo al desarrollo y la maduración, tendería a mantenerlo en un estado de inmadurez ya que por ese camino se halla cada vez más lejos de poder concretar el crecimiento que desea.

Pensamos también que el consumo, que se lleva a cabo habitualmente en forma grupal, representa una forma particular de rebeldía con la que se busca una pertenencia y una integración grupal frente a la vivencia de no poder alcanzar la pertenencia que realmente se anhela.




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