lunes, 23 de mayo de 2011

NUEVAS PUNTUALIZACIONES ACERCA DEL SENTIDO






NUEVAS PUNTUALIZACIONES ACERCA DEL SENTIDO
DE LA CONTRACTURA MUSCULAR
















Dario Obstfeld








Departamento de Docencia e Investigación
de la Fundación Luis Chiozza



Buenos Aires, 19 de Julio de 2002


Deseo, en principio, agradecer los aportes que a lo largo de las anteriores tres presentaciones sobre este mismo tema, han contribuido al paulatino esclarecimiento de este trabajo. Esta exposición, que tiene el carácter por un lado de reescritura y por el otro de elaboración y profundización, presenta entramada en el texto gran parte de dichas intervenciones que prestan apoyo y amplían el espectro de representaciones en el camino hacia la comprensión del carácter particular que acompaña a esta manifestación muscular.


- INTRODUCCIÓN:

La frecuente relación entre contracturas musculares y neurosis ha sido estudiada por Freud en varios de sus escritos vinculados a síntomas histéricos. Es frecuente hallar en la descripción de sus historiales alusiones a contracturas musculares que padecían sus pacientes. Ana O. y Elizabeth Von R., son claros ejemplos de ello.

En 1888, escribió un artículo llamado “Histeria” (Freud, 1888) en el cual describe a las contracturas observadas en por él de la siguiente manera: “En formas más graves de histeria hay una inclinación general de la musculatura a responder con una contractura a estímulos leves .(..). Semejantes contracturas a menudo sobrevienen también en casos menos graves, y en los más diversos músculos. En las extremidades se singularizan por su excesiva magnitud y pueden producirse en cualquier postura , no explicable por una estimulación de troncos nerviosos singulares. Son enormemente tenaces (...) no ceden mientras se duerme; y su intensidad no varía por obra de la excitación, la temperatura, etc. Sólo aflojan en narcosis muy profunda, para restablecerse con toda su magnitud tras el despertar.(..) las contracturas musculares son muy frecuentes y, en una serie de casos, constituyen el mecanismo por el cual en las parálisis se cancela la función .” (1888, pag52.)

Freud consideraba también que “..hay casos en que los síntomas desaparecen muy pronto de manera espontánea, para dejar sitio a otros igualmente efímeros, y casos en que predomina una gran rigidez de todas las manifestaciones. Contracturas y parálisis suelen durar años, hasta ceder de repente un buen día, cuando nada lo presagia.” (Freud, 1888, pag. 52)

El autor intenta entonces establecer un nexo etiológico común entre la histeria y las contracturas musculares. Así, nos surge al paso una respuesta de Freud, que aunque rudimentaria, por responder a una teoría de la concepción de la histeria que luego abandonará , resulta útil a los fines de introducir el tema. El trauma, dice, “es una causa ocasional frecuente de afecciones histéricas, en doble dirección: en primer lugar, un fuerte trauma corporal, acompañado de terror y parálisis momentánea de la conciencia, despierta una predisposición histérica inadvertida hasta entonces; y, en segundo lugar, por convertirse la parte del cuerpo afectada por el trauma en sede de una histeria local. Así por ejemplo, en ciertos histéricos, tras un accidente con leve contusión de una mano, se desarrolla una contractura de esta mano o, bajo condiciones análogas, una coxalgia dolorosa, etc.” (Freud, 1888)

Deseo destacar que en dicho párrafo más allá de tomar a la contractura muscular como una histeria local, a modo de una conversión por facilitación somática, resulta interesante la asociación que el autor realiza entre el afecto de terror y la contractura muscular como una manifestación sintomática de dicho padecimiento.

Profundizando en el estudio de los síntomas histéricos, Breuer y Freud, inmersos en la teoría traumática afirman que síntomas como las contracturas, si bien aparecían como operaciones espontáneas o, por así decir, idiopáticas de la histeria, mantenían con el trauma ocasionador de la histeria un nexo estricto (Breuer y Freud 1893ª, pag. 30).

Años más tarde Freud planteará que los síntomas de la histeria de conversión, “son procesos de investidura permanentes o intermitentes” (Freud, 1926d),. Los mismos, sustituirían el decurso excitatorio normal de la libido o concentrarían ese fragmento del decurso excitatorio. Agrega, finalmente, que la contractura “suele ser un desplazamiento hacia otro lugar de una inervación muscular intentada entonces.” (Freud 1926d, pag. 106)

¿Significa que Freud concebía la idea que se podía seguir, a través de la contractura, el decurso de una acción que ha sido inhibida y hallar allí una intención contraria, o al menos conflictiva, a la voluntad conciente del sujeto que la padecía?

La intención de este trabajo es seguir retrospectivamente las huellas de esta afección e intentar comprenderla a través de su significado específico como el “drama vital” (Chiozza, 1986a) que compromete a quien padece esta alteración muscular.



- ALGUNOS CONCEPTOS SOBRE EL SISTEMA MUSCULAR


El reino animal está “provisto” de un complejo sistema que le permite el movimiento en el mundo que lo rodea. Dicho sistema, denominado “sistema motor” está constituido, a su vez, por otros tres sistemas estrechamente interrelacionados: el sistema esquelético, el sistema muscular y el sistema nervioso.

El primero de ellos aporta las palancas óseas para generar el movimiento, el segundo aporta la potencia para mover las palancas y el tercero dirige y regula la actividad de los músculos (Gowitzke y Milner, 1999).

De este modo, por ejemplo, un sujeto mueve su brazo gracias al sistema muscular que imprime la fuerza para su extensión, sosteniendo dicho movimiento en un conjunto de huesos que le brindan raigambre, bajo las “ordenes” de otro sistema, el nervioso, que le otorga la direccionabilidad dentro de las posibilidades de ese miembro. El sujeto del ejemplo, conseguiría así, aprehender (si esa fuera su intención) un objeto de su entorno.

- El sistema muscular:
El músculo esquelético está formado por numerosas células alargadas y paralelas que se denominan “fibras musculares o miofibras”. La estructura subcelular de las miofibras está compuesta por estructuras fibrosas mas pequeñas denominadas “miofibrillas” dispuestas en forma paralela según el eje longitudinal de la célula. Cada miofibrilla está subdividida, a su vez, en miofilamentos gruesos y delgados, de cuya disposición reside el aspecto que ofrece el músculo estriado como consecuencia de una repetición regular de bandas transversales densas separadas por segmentos menos densos. (Best y Taylor)

La disposición espacial de los miofilamentos gruesos y delgados resulta sumamente importante en la comprensión del funcionamiento del músculo.

La fibra muscular está dividida transversalmente por una serie de bandas que configuran la unidad contráctil del músculo llamado sarcómero. A ambos lados de cada banda se hallan insertas las miofibrillas delgadas las cuales se combinan formando un círculo alrededor de las miofibrillas gruesas sobre las cuales se superponen. En el momento de la contracción las miofibrillas delgadas se desplazan sobre las gruesas reduciendo la longitud total del sarcómero. Esto es lo que se denominó la “Teoría del filamento deslizante y los puentes transversales” ya que estos filamentos estarían unidos entre sí por puentes transversales a través de los cuales logran desplazarse unas miofibrillas sobre las otras. Este movimiento lo consiguen gracias a un complejo mecanismo que incluye la liberación de ión Calcio al medio intracelular que permitiría la unión de las proteínas de los filamentos delgados y gruesos que interaccionan entre sí. En ese mismo sentido, el secuestro del Calcio estaría relacionado con la relajación muscular.




Todos los músculos que ocasionan movimientos del esqueleto pueden ser controlados por nuestra voluntad y son músculos estriados (a excepción de la fibra muscular cardíaca que posee musculatura estriada y no tiene movilidad voluntaria) (Damasio,2000). Esta aparente contradicción se aclara si consideramos que la acción que realiza el músculo cardíaco podría ser una internalización de una acción que otrora se ejercía afuera del organismo. (Chiozza,1996)

El músculo estriado posee cuatro particularidades que lo caracterizan: irritabilidad, contractilidad, distensibilidad y elasticidad. De todas ellas la contractilidad es la más destacable de sus funciones ya que es la más específica de este sistema.

Con el término “contractilidad” se hace referencia a la capacidad del músculo para producir tensión entre sus extremos: para ejercer una tensión .

Esta tensión está regulada, como veremos, a través del sistema nervioso central por impulsos nerviosos que llegan a la unión neuromuscular provocando la emisión de una sustancia trasmisora que se difunde a través de la unión neuromuscular (espacio sináptico) y excita químicamente la fibra muscular al unirse al receptor postsináptico de la placa. La excitación queda evidenciada por la generación y conducción de los potenciales de acción en el sarcolema de la fibra muscular. La conducción de dichos potenciales a lo largo de la fibra muscular inician la cadena de sucesos que lleva al acortamiento de los elementos contráctiles de las miofibrillas y a la producción consiguiente de tensión en el músculo (Gowitzke y Milner, 1999).

La habilidad motora y todas las formas de movimiento se producen a partir de la interacción de la fuerza muscular, la gravedad, y cualquier otra fuerza externa que pueda afectar a las palancas esqueléticas. Los músculos rara vez actúan por separado, sino que interactúan entre sí de modo que se pueda conseguir el movimiento deseado. Esta interacción puede tomar muchas formas diferentes, de modo que un músculo puede desempeñar diferentes tareas dependiendo del movimiento (Gowitzke y Milner,1999).


- El sistema nervioso:

El sistema nervioso periférico está compuesto tanto por fibras sensitivas como motoras que inervan los fascículos musculares a través de dos tipos de neuronas: las neuronas motoras, o motoneuronas alfa, también llamadas grandes fibras y las fibras pequeñas o motoneuronas gama. Las motoneuronas alfa poseen su núcleo en el asta anterior de la medula espinal.

Una motoneurona y todas las fibras musculares que inervan sus terminales de axón, constituyen una unidad motora. Según el tamaño y la función del músculo poseerá una o varias unidades motoras. Los músculos pequeños y los que se ocupan de pequeñas gradaciones de contracción tienen, necesariamente, unidades motoras más pequeñas que los músculos más voluminosos cuyo funcionamiento implica contracciones más intensas (Snell,1982, pag. 133, 147).

Las motoneuronas gama inervan los husos musculares. Constituyen un medio de regulación central de la contracción muscular.

Los husos neruomusculares o musculares, proporcionan la información sensitiva propioceptiva que emplea el SNC en el control de la actividad muscular. Se encuentran en el músculo esquelético y tienden a predominar en la inserción tendinosa del músculo. El estiramiento de las fibras del huso muscular proporciona la “información” a través de impulsos nerviosos que llegan hasta la medula espinal por las neuronas aferentes. Luego, a través de las motoneruronas responderá el SNC al estimulo provocado (Snell, 1982).

Las señales propioceptivas / cenestésicas forman múltiples mapas de aquellos aspectos del cuerpo que vigilan. Estos mapas están en niveles plurales del sistema nervioso central, desde la medula espinal hasta la corteza cerebral. El sistema vestibular, que cartografía las coordenadas del cuerpo en el espacio, completa la información somato sensorial (Damasio, 2000, Pag. 174).

Las fibras sensitivas pueden ser también de dos grupos, las grandes, del grupo I, que poseen terminales sensitivas en los receptores del músculo (huesos y órganos tendinosos) y las fibras más pequeñas, del grupo II que probablemente facilitan la sensación de dolor muscular (Gowitzke y Milner, 1999)

A partir de Freud, (1915c,1917d,1923b,1924c) comprendemos al sistema muscular como el efector a través del cual el individuo puede alejarse de un estímulo traumático y, en la medida que el estímulo cesa, diferenciar mundo externo de mundo interno.

En el esquema de la evolución libidinal que desarrolla describe una suerte de prehistoria de la sexualidad genital configurada por pulsiones pregenitales donde se sitúan en primer plano las pulsiones sádicas y anales . En esta etapa la polaridad pregenital se sitúa sobre la oposición activo – pasivo, que más tarde se soldará con la polaridad masculino y femenino propio de la etapa fálica. Lo que aparecería como masculino en las prácticas de la fase anal “resulta ser la expresión de una pulsión de apoderamiento que fácilmente desborda hacia lo cruel” (Freud, 1905d).

Freud hace coincidir la actividad con el sadismo y la pasividad con el erotismo anal, y atribuye a cada una de las pulsiones parciales correspondientes una fuente distinta: la musculatura para la pulsión de dominio o apoderamiento y la mucosa anal para la moción pasiva.

Abraham (citado por Freud, 1905d) diferenció la fase anal sádica en dos. En una el erotismo anal estaría ligado a la evacuación (anal expulsivo); en la otra, a la retención. El sadismo, por su parte, estaría ligado a la destrucción del objeto en el primer caso y al control posesivo en el segundo. (Freud 1905d)

Años más tarde Freud (1920g) plantea que la libido convive dentro del sujeto con su contraparte, la pulsión de muerte, Tánatos, que buscará desagregarlo y llevar a cada uno de los organismos elementales a la condición de estabilidad inorgánica. Para volver inocua esta pulsión, la libido “se ayuda” de la musculatura, en el intento de desviarla hacia fuera y dirigirla hacia los objetos del mundo exterior. (Freud, 1920g)

De modo que un sector de la pulsión de apoderamiento es puesto directamente al servicio de la función sexual donde tiene a su cargo una particular operación, el sadismo. Otro sector no obedece a dicha derivación “hacia afuera” de la pulsión, permanece en el interior del organismo y allí es ligado libidinosamente constituyendo el masoquismo erógeno (Freud, 1924c).

Por lo tanto si bien la pulsión de apoderamiento estría ligada a la musculatura como soporte de ésta, el ejercicio de la función muscular no sería la pulsión pero, en lo que llevamos visto hasta ahora, podemos pensar que se arrogaría su representación.

Por otro lado, Freud, (1917c;1908b) al referirse al erotismo anal dice que éste es fuente de ciertos rasgos de carácter entre los que se encuentra la terquedad, la avaricia y la meticulosidad. El primero de ellos muchas veces se manifiesta como desafío “que nace (...) de una porfía narcisista en el erotismo anal.”(Freud, 1917c)

Chiozza va un paso más allá al plantear que el músculo es la herramienta a través de la cual se lleva a cabo la acción. Es el motor del movimiento en el sentido que tiene de por sí, una sola función: el acortamiento de sus fibras. La finalidad del movimiento, dice el autor, estaría regida por el sistema nervioso que conservaría la figura del movimiento completo (en el sentido de la intención del movimiento para el organismo). En la medida en que, gracias al sistema muscular (en conjunción con el sistema nervioso y óseo), el hombre logra tomar para sí o modificar las cosas que lo rodean satisfaciendo sus deseos, se arrogaría la representación del dominio del mundo .

El así denominado “dominio del mundo” se llevaría a cabo, entonces, gracias a un conjunto de acciones que, en la medida que son eficaces, tenderán a calmar la necesidad. La eficacia estará en relación directa con la experiencia de anteriores actividades y con nuestros conocimientos acerca del objeto sobre el cual ejerceremos nuestra acción. En tanto que requiere de nuestra experiencia comprometerá un “trabajo”, que podríamos caracterizar como “hepático” . De ese modo a partir de nuestros conocimientos (no sólo intelectuales), la acción a llevar a cabo tendrá mayor eficacia y nuestros proyectos podrán ser materializados.

Esquemáticamente, en la planificación de un proyecto que va “desde” la ideación “hasta” la materialización, la acción muscular comprometería el último período, sería la etapa a través de la cual el proyecto adquiriría status de concretización.

Introduciré ahora un concepto que más adelante adquirirá una particular importancia: para Freud, la pulsión de saber constituye por sí misma una modalidad sublimada de la pulsión de dominio. Dice de ella que “en el fondo es sólo un vástago sublimado, intelectualizado, de la pulsión de dominio”, (1905d, pag177; Freud, 1913i). De ese modo el sujeto intenta, ahora a través de lo intelectual, mantener el dominio del mundo que lo rodea y calmar así su ansiedad .







- ¿QUÉ ES LA CONTRACTURA MUSCULAR?

Con la denominación “contractura” la medicina describe habitualmente una retracción del órgano muscular que se manifiesta por el acortamiento de la fibra muscular. (Cecil)

Esta descripción, lejos de especificar la patología, generaliza este trastorno a un sinnúmero de “sucesos” ocasionadores de contracturas. Pueden ser reactivas a trastornos osteoarticulares, como las contracturas antiálgicas en las cuales la contractura cumple con la finalidad de inmovilizar la zona afectada; traumática, como sucede cuando se secciona un músculo y se contractura el antagonista; neurológicas, metabólicas, reumatológicas, etc. (Snell; Cecil; Best y Taylor; Dossier científico, laboratorio Novartis). Por lo tanto, “contractura”, en un músculo, es un término descriptivo para referirse al acortamiento de la fibra y por lo tanto es una denominación vaga y general.

Lo que habitualmente llamamos “contractura muscular” es una alteración del tono muscular que no involucra, en principio, otros sistemas del organismo y, contrariamente a otras rigideces provocadas por agentes que coagulan las proteínas musculares, es un proceso reversible (Houssay, 1954, pag 1012).

Houssay (Houssay,1954) establece que existiría un aumento de la tensión de un músculo donde se observa acortamiento del mismo o de una fibra, que se mantiene en forma prolongada como consecuencia de una excitación nerviosa repetitiva.

La hipótesis integrada de la fisiopatología combina la investigación electromiográfica con la histológica. Existiría, al parecer una actividad eléctrica espontánea característica de un punto activo (o sea una placa mioneural disfuncional) debida a la excesiva activación de la membrana por un neurotransmisor (acetilcolina). Electromiográficamente se obtiene un registro de actividad eléctrica muscular espontánea y contínua. Histológicamente se describe un nudo de contracción visible a la microscopía como un abultamiento de una porción de la fibra muscular que es aproximadamente de la longitud de la placa motora. En esta porción engrosada los sarcómeros están acortados casi al máximo y a cada lado del nudo de contracción se hallan elongados mas allá de su longitud normal. (D. G. Simons, 2002)

La zona que produce dolor se la denomina Punto Gatillo Mioneural (PGM) y es identificada fácilmente a la palpación por la presencia de un nódulo muy sensible dentro de una banda palpable tensa que se extiende a lo largo del músculo. (D. G. Simons, 2002)

Al parecer la placa mioneural disfuncional, característica del punto gatillo, compromete tanto al nervio terminal como la fibra muscular post-unión y sería la responsable de la actividad eléctrica espontánea en los puntos gatillos activos y de la formación de los nudos de contracción. Este hecho identifica, en principio, al PGM como una enfermedad neuromuscular (D. G. Simons, 2002).

Pero sucede que, por un lado, la actividad contráctil máxima contínua de los sarcómeros contracturados en el nudo de contracción, incrementa enormemente la demanda local de energía; y por otro, la tensión local causada crea una región de isquemia e hipoxia. Esta combinación entre aumento de la demanda y disminución del aporte conduce a una situación de crisis local de energía la cual puede liberar sustancias neuroactivas (bradicinina, Potasio, histamina, etc.) y sensibilizar nervios cercanos (D. G. Simons, 2002). Se observa una activación del metabolismo muscular, un aumento de la producción de calor, glucólisis y formación de ácido láctico (Houssay, pag1012) (R. O. Ciró, 1987).

La sensibilización incrementa la excitabilidad de las alfa-motoneuronas funcionantes relacionadas (por acción local o mediadas por el SNC) con la consecuente producción de diversos efectos motores: respuesta espasmódica local (reflejo espinal), inhibición refleja (que causa debilidad y fatigabilidad incrementada del músculo afectado), actividad motora persistente (causa incoordinación entre el músculo afectado y su antagonista), espasmo reflejo (de algunos músculos funcionalmente relacionados) (D. G. Simons, 2002).



Las sustancias neuroactivas afectan también a las fibras nerviosas nociceptivas produciendo efectos sensitivos (como sensibilidad local, dolor referido, sensibilidad referida, disestesia o hipoestesia referida ) y a nervios autonómicos en el PGM produciendo hipertermia cutánea local (por aumento de actividad local) e hipotermia cutánea referida (por vasoconstricción cutánea) (D. G. Simons, 2002).

Por lo tanto si bien la contractura comienza, podríamos decir, con un componente neurológico, luego se independiza de éste y se vuelve autónoma, en el sentido que los mismos productos del metabolismo muscular en la zona contracturada, ayudan a mantener la contractura al modo de un círculo vicioso de retroalimentación positiva. Mas adelante veremos la importancia que esto tiene en la comprensión del significado de este síntoma.




¿Qué situación podría iniciar una contractura?

No se sabe con certeza qué es lo que produce una contractura, o más bien por qué se inicia esa etapa de excitación nerviosa iterativa que lleva al cuadro descrito anteriormente. A veces puede suceder que después de un ejercicio agotador, particularmente en personas no entrenadas, puede producirse dolor, cierta rigidez y endurecimiento de los músculos afectados por el trabajo. Según Ciró, es más común en los deportes de equipo, donde abundan los choques por contacto personal entre los participantes (R. O. Ciró, 1987).

Lo que se sostiene, en general, es la teoría que establece que las contracturas son consecuencia de una “mala postura”. Motivada en el estudio de la postura corporal, la fisiatría ha desarrollado una rama dentro de su especialidad, dedicada exclusivamente a su investigación, denominada posturología .

La postura corporal es “la posición adoptada por el individuo dentro del medio” (Snell, 1982). Dicha posición depende del grado y distribución del tono muscular y, por lo tanto, de la actividad de las neuronas motoras que inervan los músculos. (Snell, 1982 pag. 152). La coordinación exitosa de todas las influencias nerviosas da como resultado una postura normal. Varios tipos de entradas sensoriales que coaccionan entre sí llevan a cabo esta función: la visión y señales procedentes de las piernas y los pies, el aparato vestibular, los músculos paravertebrales y el sistema oculomotor (Liebenson, 1999, pag 419). De este modo, la posturología habla de un sistema postural del cual su máximo exponente es el tono muscular (ídem pag.411).

Referirse a posturas buenas o malas parece resultar un malentendido si consideramos que en realidad sería más adecuado hablar de posturas acordes o no con una situación particular. Pienso que cuando se habla de “mala postura” se está haciendo referencia a una postura que no es afín a la situación que vive un sujeto para alcanzar el fin deseado y que sí lo sería en otra situación. El sujeto responde en una situación presente de un modo antiguo o inadecuado para tal fin. Esta conclusión, bastante cercana a la idea de “neurosis”, podría dar cuenta del activo vínculo que Freud observaba entre contracturas e histeria.

Por lo tanto, en principio, habría una variación del tono muscular, a los fines de mantener una postura corporal determinada , a lo cual se le agrega luego todo el cuadro antes descrito. Pasemos entonces a examinar primero, el tono muscular y luego, la postura corporal.



- El TONO MUSCULAR

Las variaciones del tono muscular se regulan gracias a un sistema específico, llamado reflejo miotático, regido por las propiedades físicas del músculo, la integridad de los nervios periféricos y sus conexiones centrales. También puede fluctuar el tono muscular a partir de modificaciones de los estados afectivos que vive un sujeto. Así, una persona que se encuentra en una situación de peligro, aumentará su tono muscular a los fines de aumentar la capacidad de reacción debido a que el tono entre sus propiedades, “permite con mayor facilidad y rapidez el paso del reposo a la actividad o de un movimiento a otro” (Sherrington, 1940, citado por Chiozza y col., 2001e)

Cuando, en las fluctuaciones que experimenta el tono muscular, éste aumenta, produce acortamientos musculares que pueden fijarse, constituyendo posturas con limitación del movimiento en las zonas afectadas. Si estas tensiones crónicas se instalan con mucha intensidad pueden incluso llegar a sufrir una evolución hacia la fibrosis o conferir una forma particular a la estructura ósea, desde cifosis, lordosis, escoliosis o aparecer exostosis u osteofitos en un intento de estabilizar la articulación.

Canteros y colaboradores postularon que “El tono muscular(...) se presta adecuadamente para simbolizar la disposición a la lucha por la vida.” (Canteros y col., 1980)

Chiozza y colaboradores (Chiozza y col., 2001e) establecen, de manera esquemática, dos funciones del tono muscular: a) como preparativo para una futura acción, como un estado de alerta normal y b) como soporte, en función de la capacidad para brindarle a cada músculo la firmeza, plasticidad y precisión para llevar a cabo las acciones. “Preparativos” y “soporte” de la acción constituyen una unidad que los autores separan sólo con fines explicativos mas precisos. De modo que el tono pasaría a constituir, según la ocasión, tanto “figura”de la acción, cuando es soporte, como “fondo” cuando es preparativo. (2001e, pag 23 y 24)

Los autores sostienen que el tono muscular normal se puede comprender como un estado de alerta básico y necesario para emprender normalmente las acciones. Si en cambio el movimiento es novedoso o requiere mucha precisión, se produce un incremento del tono en pos de la eficacia requerida. En esta situación están implicadas, además, las expectativas que acompañan a la acción. El estado de alerta se correspondería con una primera acción representada por el aumento del tono muscular que funcionaría al modo de la atención para la percepción, anticipándose a los peligros. (Chiozza y col., 2001e)


- LA POSTURA CORPORAL

M. Moliner define “postura” como “una manera de estar una cosa dependiente de la manera de estar sus partes unas respecto de otras” (M. Moliner,1991). Otra acepción del término es “actitud”. De esta última dice que es la “posición adoptada por alguien en relación con un asunto o manera de estar dispuesto para hacer alguna cosa” (idem.). De modo que la actitud es, por lo tanto, la disposición para la acción en la cual estaría implicada una particular disposición del ánimo. Dicha disposición del ánimo se puede manifestar en la postura corporal que adopta un sujeto para llevar a cabo una acción.

Podemos considerar entonces, que las acciones que condicionan una particular postura, se reflejan en la forma final que el sujeto adopta constituyendo una pose. La pose, postura o posición tendría, entonces, la característica de ser una acción en sí misma que le permitiría al sujeto enfrentar otra acción o una situación particular .

Las acciones específicas son, a diferencia de los afectos, aquellos actos motores que se desarrollan sobre el “mundo exterior” con la finalidad de lograr satisfacer una necesidad (Chiozza L. y colab., 1993g [1992]), pag.201) o un deseo.

Si tenemos en cuenta que para realizar una acción en el mundo exterior hace falta una particular postura para llevarla a cabo, podemos considerar que dicha postura puede ser acorde o no con la finalidad que se desea alcanzar. Por lo tanto, si bien no compromete exclusivamente la acción sobre el mundo exterior, condiciona que la posterior acción sea eficaz o no. De modo que sería una acción específica en la medida que co-determina que la acción sobre el mundo sea eficaz. Ante un conflicto afectivo que involucre la acción que un sujeto debe emprender, dicho conflicto podría manifestarse justamente en la posición que adoptará ante la acción a llevar a cabo.

En síntesis, la postura, en sí misma, sería una acción específica para llevar a cabo otra acción e indicaría, además de una posición , una actitud. (Obstfeld D. 2001)

En la medida que un estado afectivo se puede manifestar a través de una actitud, se puede observar a la postura como producto de una modificación afectiva y, por lo tanto, siguiendo el concepto de Chiozza de la desestructuración patosomática de la clave de inervación de un afecto (Chiozza 1974d), representar al afecto en su conjunto.

Tomando en cuenta como premisa una concepción mecanicista y dualista del hombre enfermo, Selye (H. Selye, 1956) sostiene que la valoración del paciente los cambios osteoneuromusculares constituye un registro de las tentativas, por parte del organismo, por adaptarse y adecuarse a los estados de stress o esfuerzo que lo agobian. Refiere que las repetidas agresiones posturales y traumáticas acaecidas durante la vida del individuo, combinadas con las tensiones de origen emocional y psicológico, suelen presentar un módulo erróneo de tejido fibroso fatigado, torcido, tenso o contraído.

Como consecuencia de una tensión de tipo postural, psíquica o mecánica prolongada, una pequeña superficie del cuerpo, en su esfuerzo por compensar el stress producido y adaptarse a él, se alterará hasta el punto en que se manifestarán los cambios estructurales y quizás patológicos. (Villaverde, 1996)

Lo más probable, dice, es que una combinación de stress mental y físico altera las estructuras osteoneuromusculares hasta el extremo de crear un cambio físico perceptible, el cual, a su vez, generará un nuevo stress de tipo doloroso, restricción de la motilidad de las articulaciones, malestar general y cansancio.

Según Selye, las respuestas al stress por parte del cuerpo pertenecen a cuatro ámbitos generales distintos. Desde el ámbito fisiológico, los tejidos blandos del sistema óseo-muscular sometidos a perturbaciones agudas o crónicas sufrirán alteraciones y se adaptarán a la situación siguiendo una pauta predecible. Esta adaptación se producirá indefectiblemente a expensas de la capacidad funcional óptima. Los cambios aparecerán igualmente como fuente permanente de nuevas perturbaciones fisiológicas.

Desde el ámbito emocional, puede tratarse de una tensión muscular generalizada, de carácter postural, o de una tensión específica localizada como consecuencia de un uso particular excesivo de alguna parte del cuerpo (mecanógrafas, dentistas, sastres, etc.).Por otro lado todos los cambios emocionales se traducen por alteraciones musculares.

Desde el ámbito de la conducta, las actitudes emocionales como la ira o el miedo, o bien los estados anímicos, por ejemplo, la excitación y la depresión, producen posturas y formas musculares. Existe una estrecha relación entre las formas y posturas tensionales habituales y las actitudes y conflictos psicológicos. Todo movimiento necesita actividad muscular. Determinados patrones de utilización se instauran de forma habitual y, a menudo, la conciencia individual de una pauta de utilización se atenúa y las acciones reiterativas generan hipertensión muscular.

Desde el ámbito estructural, el tejido muscular cambiará de textura, composición y actividad química, tono, etc. y modificará y alterará a su vez el esqueleto, con la consiguiente deformación y reducción de su potencial de uso normal. El cuerpo se doblará y deformará para contrarrestar las tensiones internas o externas. Todos, o algunos de esos factores, pueden concurrir en un caso determinado.

Según Villaverde, “Barlow, después de Alexander, sugiere la existencia de una tendencia autorreguladora en el comportamiento muscular y propone el término homeostasis postural para indicar el retorno al estado de reposo equilibrado después de una actividad. Esta regulación usualmente ocurre a nivel inconsciente”.(Villaverde, 1996). Plantea que la situación puede ser normalizada mediante una restauración del “estado de reposo equilibrado”. Puede, no obstante, que “el tratamiento resuelva solamente parte del problema por ser atacada sólo una parte de los componentes causales” (Villaverde, 1996). En tal caso, la actividad o el stress no harían otra cosa que reactivar la totalidad de la pauta de desequilibrio. Para restaurar el equilibrio homeostático, al autor propone la reeducación postural del individuo.




-COMPRENSIÓN PSICOANALÍTICA DE LA FANTASÍA IMPLÍCITA EN LA CONTRACTURA MUSCULAR

En una anterior oportunidad (Obstfeld D., 2001) expuse una aproximación al tema sobre la base de que la hipertonía de la contractura muscular comparte, con otros cuadros de hipertonía, la característica de ser la expresión “somática” de un afecto desestructurado; particularmente el sentimiento de alarma (Chiozza y col. 2001). Este sentimiento se refiere a la formas del miedo que Dumas (Dumas cit. por Chiozza y col,1993g [1992], 2001e) caracterizó como miedo activo (representado por la hipertonía y excitación), y al parecer coincide con la descripción que hace W. Reich acerca de la rigidez de terror cuya manifestación sería la “coraza muscular ”(W. Reich, 1933).

Por otro lado, decía, que en el sentimiento de alarma podríamos diferenciar, esquemáticamente, la tensión necesaria para la acción, de la postura para enfrentar la acción que determinará en gran medida que la acción sea eficaz.

Sería esta segunda situación la que estaría comprometida en la contractura muscular en la medida que la postura, en cuanto actitud, sostiene la acción. La contractura entonces manifestaría la necesidad de mantener una actitud.

Sobre la base de la manifestación clínica de la rigidez, había expresado las consideraciones que me llevaron a pensar que en la fantasía inherente a la contractura muscular debían co-accionar aportes provenientes de otras fantasía específicas, como la esclerosa y la ósea, que le daban a la contractura la característica de poseer, en su sentido, la intención de aferrarse pertinazmente a una serie de hábitos y costumbres. En ese sentido, mencionaba, se configuraría una defensa, de tinte paranoide, frente a un particular tipo de miedo donde el sujeto intentaría defenderse a través de una pose que lo mantenga estable y que se evidenciaría entonces como una “postura”. (Obstfeld D, 2001b)

Según Chiozza y colaboradores (2001e), la rigidez, expresaría “el fracaso en el accionar que nace de una interferencia en la intención”, sería “el deseo de inhibir o paralizar la acción cuando ésta nace de expectativas ambivalentes” (Chiozza y col., 2001e).

El mantenimiento de esa actitud o postura estaría sustentada, por lo tanto, en la necesidad de mantenerse a la defensiva frente a una acción que es vivida ambivalentemente.

Dicha ambivalencia que, de hacerse conciente, enfrentaría al sujeto con deseos que no tolera, lo conducen a sentir la necesidad de ocultarla a través de la impostación de una actitud. De este modo mantiene para la conciencia el deseo que mejor tolera su yo y oculta, detrás de la impostura, el otro.

Podemos imaginarnos que esta situación configuraría un afecto que, por estar involucrado, en mayor medida, el sistema postural, podríamos denominar sentimiento de impostura (Obstfeld D, 2000, 2001ª, 2001b).


¿Cómo definiríamos este particular sentimiento de impostura?

La palabra “postura” proviene del latín “positura”, de “pósitum”, participio de “pónere”, de donde deriva el verbo “poner” (M. Moliner).

La palabra “Impostura”, está constituida por el prefijo “im” que le da al sustantivo consecuente valor negativo o privativo (DRAE). Podemos pensar que en composición con el sustantivo “postura” denota, por lo tanto, “sin postura”o con una postura errónea.

Por otro lado, “impostura” significa “suplantación”, “falsedad”, “mentira” o “calumnia” (M. Moliner). De modo que cuando hablamos de impostura hacemos referencia a un tipo particular de actitud falsa y engañosa de “ponerse” un sujeto ante una particular situación.

La falsedad que caracteriza al impostado está constituida por una mentira que podemos comprender, a los fines de este trabajo, como una defensa paranoide ante la presencia de un objeto que es vivido como una amenaza para nuestra integridad.

De esta amenaza pretende defenderse, aferrándose tercamente a una serie de hábitos y costumbres, de un modo anacrónico, que vuelven rígidas sus acciones y lo alejan de la posibilidad de alcanzar el objetivo anhelado.

Por lo que llevamos visto hasta aquí, en la medida que una actitud impostada se presente libre del conflicto y acorde a las circunstancias, podremos tolerar el sentimiento que surge. El afecto aparecería como el remanente de un tipo particular de actitud que se adopta destinada a un fin específico para el cual sería eficaz, como puede suceder con un locutor de radio, una modelo en una sesión de fotografía.

Si el yo fracasa en su intento de mantener una postura coherente con su accionar, por conflictos inherentes con el accionar mismo, el remanente de excitación puede manifestarse como un afecto: el sentimiento de impostura.

Cuando el sentimiento de impostura se hace intolerable para la conciencia, su clave de inervación se desestructura defensivamente y el total de la investidura de la clave se desplaza sobre su elemento más representativo (Chiozza, 1975b). Es decir, sobre aquellos elementos musculares que mantienen la postura corporal produciendo alteraciones funcionales que, privadas de su vinculación con el sentimiento de impostura, se experimentan en la conciencia como dolor y rigidez. Estamos contracturados, entonces, cuando aflorara a la percepción una modificación somática, privada de significación, que expresa, a la vez que encubre, un conflicto afectivo relacionado con el sentimiento de impostura.

En síntesis, en el sujeto contracturado, la rigidez de la postura “forzada” puede ser interpretada como un símbolo del sentimiento de impostura que no ha podido “aflorar” a la conciencia por resultarle intolerable. Dicho sentimiento de impostura surgiría a partir de la sensación de no poder alcanzar los logros que se ha propuesto; logros que el sujeto no se siente seguro de alcanzar y que estarían teñidos de fantasías de triunfo edípico.


- CONTRACTURA: HABILIDAD VERSUS FUERZA.


“-¿que hiciste ahora?¿Cómo llegamos hasta aquí?
- Dijiste que querías alejarte de la turba, ¿no?
- ¡Si! pero, ¿como has...?
- Como todo, Pedro. Práctica.”
(Bach R., pag.137)

“Contracción” es la acción de “contraer” y se usa en el sentido de la acción muscular para describir la disminución de la longitud de la fibra muscular. Al mismo tiempo, contraer significa “adquirir” (M. Moliner). Sinónimos de adquirir son lograr, obtener y procurar.

Estos significados parecen apoyar la idea de Chiozza que la contracción muscular estaría relacionada con la posibilidad de alcanzar logros a través de acciones musculares sobre el mundo.

Como ya expresamos, para llevar a cabo un logro, es decir para que una acción sea eficaz, contamos con nuestra capacidad y nuestra habilidad en la tarea que nos permiten utilizar nuestras fuerzas adecuadamente y procurarnos la obtención de las metas que nos proponemos. Nuestra capacidad dependerá por un lado de nuestra potencia , y por el otro de nuestra habilidad. Esta última, a su vez, estará supeditada no sólo de la experiencia que tengamos con un objeto en particular, en una situación actual, sino también de la experiencia que hayamos tenido con otros objetos y situaciones. Ello nos brindará la base del tipo particular de relación que establecemos con un objeto o situación presente .

Por otro lado, la posibilidad de adquirir nuevas habilidades parece depender, en parte, del ejercicio continuo de la acción tolerando la frustración que, entre paréntesis, también configura una experiencia.

Lanfri expresa que “la impaciencia que conlleva la intolerancia a la frustración, afecta los procesos de pensamiento, impulsando a la acción”. La confianza, en ese sentido, sería “uno de los soportes de la capacidad de espera, así como la desconfianza sería un motivo del impacientarse”. “Una buena forma de esperar incluye una cuota de suficiente confianza “ (Lanfri, 2000).

Confianza y seguridad parecen ser componentes necesarios para adquirir paulatinamente las habilidades que nos permiten alcanzar logros en el mundo.

Cuando la confianza y seguridad fallan, o sea, cuando el sentimiento de seguridad y confianza se hacen concientes, nos sentimos frente a una vivencia de desprotección que acompaña a situaciones en las cuales la continencia yoica es insuficiente y que puede dar lugar a reacciones defensivas que en el plano de la conducta o el carácter pueden tomar la forma de dureza e inflexibilidad (Chiozza y col.,1991f [1990]).

Por ese motivo sugería en un trabajo anterior que el sujeto contracturado “intentaría buscar la estabilidad, endureciéndose, en las normas concernientes a las acciones tendientes a alcanzar o adquirir el ‘objeto del deseo’. Siente que para ‘estar seguro’ debe hacer las cosas de un único modo e insiste pertinazmente en ello esperando, tercamente, conseguir su objetivo. Esta situación lo llevaría a mantener posturas anómalas ante la imposibilidad de hacerlo por otros fines. La impostura, entonces, encubre, al mismo tiempo que manifiesta el conflicto. Encubre la carencia en la habilidad intentando conseguir la eficacia de la acción a través de la fuerza. Insiste, (...) en un único modo de conseguirlo y cree, que ‘a la larga’, lo va a conseguir” (Obstfeld D, 2001b).

Rattray Taylor (1979), (citado por Chiozza y col. 1993g[1992]) describe al cerebelo como un órgano que funciona como "el piloto automático" y se ocupa de los actos o habilidades que, ya aprendidos, se realizan "sin pensar". En ese sentido la hipertonía “hablaría” de una alteración en la regulación del tono muscular, principalmente cerebeloso, a través del cual, podemos imaginarnos, el sujeto intentaría compensar la falta de habilidades.

Ahondando en esa misma dirección hallamos que Freud figura la evolución desde la fuerza muscular al uso de las armas de la siguiente manera: “Al comienzo, en una pequeña horda de seres humanos, era la fuerza muscular la que decidía a quién pertenecía algo o de quién debía hacerse la voluntad. La fuerza muscular se vio pronto aumentada y sustituida por el uso de instrumentos: vence quien tiene las mejores armas o las emplea con más destreza. Al introducirse las armas, ya la superioridad mental empieza a ocupar el lugar de la fuerza muscular bruta; el propósito último de la lucha sigue siendo el mismo: una de las partes, por el daño que reciba o por la paralización de sus fuerzas, será constreñida a deponer su reclamo o su antagonismo” (Freud 1933b[1932]).

De modo que podemos suponer que un sujeto que, frente a la dificultad para satisfacer un deseo que requiere de la destreza intelectual, podría intentar resolver su necesidad a través de una acción muscular como producto de una regresión a un modo de reacción para la cual era necesaria la fuerza. Confundiría el modo de abordar la problemática frente a la cual se enfrenta tratándola como si fuese un objeto para el cual hace falta la “fuerza bruta”. En esta situación, lejos de alcanzar la meta, por lo inadecuado que resulta, se mantendría, como en un círculo vicioso, más insatisfecho todavía en una puja terca y obstinada por alcanzar el logro.

Imaginemos entonces el ejemplo de un sujeto que desea aprender a jugar al tenis y que intenta compensar la falta de destreza imprimiéndole fuerza al juego. Inmerso en ese malentendido, a mayor frustración, mayor será la fuerza que le imprimirá al golpe para compensar su torpeza y, como resultado, el malestar aumentará. En ese sentido es válido el dicho popular que sugiere “mas vale maña que fuerza”.

¿Qué le impide a un sujeto como el que estamos describiendo acceder a las habilidades necesarias para alcanzar su objetivo?

Habíamos hablado de la ambivalencia de mociones contrapuestas, ahora bien podemos pensar que una de las mociones en pugna posee la característica de contener en su esencia una conducta que, real o fantaseada, el sujeto interpreta como de rivalidad. Ello implicaría sentirse expuesto a vivencias de odio y agresión y, al mismo tiempo a la fantasía de sometimiento concomitante. Sería justamente dicha rivalidad la que le impediría entregarse a las enseñanzas de un “maestro” que podría ayudarlo en ese camino de ir adquiriendo habilidades. El sujeto lucharía entonces, entre entregarse o aferrarse a su “independencia” cuando esta entrega es vivida como sometimiento.

Cuando el maestro rivaliza con el alumno, el alumno no puede aprender ya que la enseñanza está impregnada del deseo de enaltecer su imagen. El alumno entonces queda impotente y la instrucción resulta estéril. Cuando el alumno rivaliza con su maestro, el maestro no puede enseñar y los esfuerzos de éste último se consumen en contrarrestar la fuerza para evitar la derrota. Estas situaciones culminarán con el costo del aprendizaje o el de la permanencia del maestro como educador .

Si tenemos en cuenta que la contractura muscular comienza como una estimulación iterativa a nivel de la placa mioneural y luego los mismos productos del metabolismo muscular en la zona contracturada ayudan a mantener la contractura al modo de un círculo vicioso de retroalimentación, es dable pensar que la contractura al mantener por sí sola, autónomamente, al músculo contraído, representaría el intento maníaco de “arreglárselas” por sus propios medios, sin mediación de un “sistema nervioso superior” que lo regule. Pero en este intento sólo consigue contracturarse en lugar de adquirir aquello por lo que lucha.

Confianza , seguridad y entrega libre de rivalidad parecen ser fundamentales para un adecuado entrenamiento. Un entrenamiento que, de la mano de un maestro, real o internalizado, le permita al sujeto tolerar la frustración y admitir la derrota para volver, en un nuevo y tenaz intento, una y otra vez, desde distintos ángulos, a su objetivo.

Chiozza y colaboradores (1997e [1996]) sostienen que “para poder llevar a cabo una tarea, para ser capaz de realizarla, más allá de disponer de la destreza específica (lo que los ingleses llaman el know how) es imprescindible contar con la energía necesaria para afrontar el gasto que demanda el trabajo; no sólo “saber cómo”, sino también “tener con qué” (1997e [1996], pag.135). En otras palabras la potencia adecuada implica una disposición energética suficiente.

Los autores plantean que la reserva energética adiposa se presta para simbolizar la capacidad de reserva energética del organismo, y “la potencia adecuada implica el disponer de una adecuada reserva energética que queda simbolizada específicamente por la reserva energética adiposa” (1997e [1996]). Tomando en cuenta estas ideas podemos pensar que, junto a la dificultad en el aprendizaje que se manifiesta en la contractura, existiría otra particularidad expresada en la situación antes descripta como “crisis local de energía”. Esta situación, que expresa una cualidad de la impotencia energética, no estaría sustentada en aquella energía que se almacena en el tejido adiposo como energía potencial sino en un tipo particular de energía, que podríamos denominar, efectiva. En ese sentido una crisis energética como la descripta en la contractura podría estar vinculada al sentimiento de impotencia que, a diferencia de la que experimenta quien incrementa su masa de tejido adiposo que estaría vinculada a aquellos proyectos que tienden a materializarse “a largo plazo ”, estaría relacionada con aquellas acciones que necesitan de la inmediatez en el acto.

De este modo hallamos aspecto del mosaico de esta fantasía, en la intolerancia a la impotencia frente al deseo de alcanzar una meta para la que el sujeto no se siente preparado, impotencia que se encubre bajo el disfraz de la impostura.


- IMPOSTURA VERSUS IDENTIFICACIÓN

Chiozza, citando a Bateson, plantea que el “’saber cómo’ de la inteligencia es algo más que racionalidad, y que incluye esa amalgama de importancia y sentido que constituye a la historia.” (Chiozza, 1986ª)

Marturana (H. Marturana, 1997 [1991]) expresa que “el fenómeno de aprendizaje es un fenómeno de transformación en la convivencia, es que el estudiante, dependiendo del tipo de convivencia en que se encuentre, o “se aprende” al profesor o aprende la materia”. “Si el alumno convive con el profesor de una cierta manera, aprende el escuchar del profesor, si convive con él de otra manera, aprende otro escuchar que viene a ser el poder manejar un cierto dominio de acciones, una materia.” ( pag. 250)

El aprendizaje, entonces, comprometería una función íntimamente vinculada que corre paralela a medida que éste transcurre. Me refiero al proceso de identificación. Al respecto Freud dice que “las identificaciones secundarias ocurren con los padres de la historia personal o con sus representantes posteriores. Es ‘secundaria’ o ‘indirecta’ porque se adoptan las cualidades de un objeto con el que previamente se había establecido un lazo libidinal” (Freud, 1920a citado por Chiozza y col.1993c [1992]).

Habíamos visto que a consecuencia de una actitud terca y rival, el sujeto no se deja enseñar y termina sin acceder a las enseñanzas que el maestro desea impartirle.

El sujeto que se imposta, adoptando un carácter de “como si supiera”, revelaría, en el fondo, una dificultad en la identificación que podría manifestarse como una identificación fallida en lugar de una identificación lograda propia de la postura adecuada. Si se identificara correctamente con un maestro que le enseñara una impostura, entonces se impostará pero no se contracturará ya que habrá aprendido, sin rivalidad, esa particular “pose” impostada (como le sucedería por ejemplo al locutor de radio del ejemplo anterior).

A partir de los desarrollos de Klein ( 1952 ) y Aberastury ( 1971 ) hemos averiguado que la bipedestación y la marcha forman parte del proceso de desprendimiento de la madre. Este proceso que se inicia con el destete, responde, por un lado, a la necesidad del niño de preservar a la madre de sus fantasías destructivas, y por el otro el de “encaminarse” hacia el padre. De este modo, junto con la marcha, el niño adquiere independencia ya que puede acercarse o alejarse de los objetos a voluntad .

Dentro de esta función de locomoción podemos pensar que participa, como sustento de la acción, la postura que el niño ha adquirido a lo largo de su segundo año de vida . La base del camino que el niño inicia estaría sostenida por la postura corporal que aseguraría su accionar.

Chiozza ha hecho hincapié en la idea que dentro de los roles materno y paterno, esquemáticamente, la madre es quien premia el esfuerzo y el padre, en cambio, el resultado . Esta idea brinda luz para comprender que el concepto de “lo masculino”, que Freud hallara como expresión de la pulsión de apoderamiento que se satisface gracias al sistema muscular, deba sustentarse sobre la identificación con el padre de quien adquirirá, el niño, la capacidad para alcanzar los logros mas allá del esfuerzo necesario para obtenerlo.

Parecería ser factible pensar entonces que la identificación fallida , que se manifestaría en la impostura que acontece a la contractura, se refiere sobretodo a una falta de identificación con la figura paterna que le brinde el modelo del “saber como”.

Frente a la dificultad que siente el sujeto en el acercamiento al padre, por rivalidad y desconfianza, buscaría alcanzar sus logros en forma “independiente”, rechazando el aprendizaje que configuraría la adquisición de los esquemas de acción que le otorgarían la habilidad de “saber como”. Intentaría entonces obtener los logros en forma “independiente” y a expensas sólo del esfuerzo, esperando, de esa manera, alcanzar la misma meta.


- CONTRACTURA Y DOLOR

Hemos visto que, según la fisiopatología, el dolor que se manifiesta en la contractura, sería producto de la afectación de las fibras nerviosas nociceptivas por parte de las sustancias neuroactivas que se acumulan como consecuencia de la vasoconstricción local.

Desde el psicoanálisis sabemos que el duelo y el dolor están íntimamente relacionados en tanto que el primero es una acción de descarga y el segundo es la percepción que de ésta tiene la conciencia (Freud, 1926d [1925]). El duelo, que compromete un carácter particularmente doliente, tiene una tarea psíquica bien precisa que cumplir; está destinado a desasir del objeto los recuerdos y expectativas. Consumado ese trabajo, el dolor cede. (Freud, 1912-1913)

Siguiendo a Chiozza y colaboradores (1993ª [1992]) “una persona con un duelo primario perturbado por alteraciones en el modo de funcionar ‘excretorio’ de la psique, es una persona con dificultad para abandonar aquellos ideales o proyectos que no puede materializar, provengan sus estímulos de una exigencia ‘externa’ o de un deseo ‘interno’. Tal insuficiencia ‘excretoria’ es la consecuencia de una incapacidad previa para discernir, entre los ideales, aquellos que configuran lo posible. Hay veces en que la imposibilidad deriva del intento de materializar a un mismo tiempo ideales aisladamente posibles que son contradictorios.” (Chiozza y colab. 1993a[1992], pag. 74)

Chiozza, refiere que “el duelo primario debe contener la humillación y la vergüenza como una ansiedad protodepresiva que antecede a la protodepresión. Mientras no se realiza el duelo primario, lo hepático-material, ‘podrido’, corresponde a la impotencia ‘real’, material, y a la castración ‘hepática’. El ‘atravesar’ la vergüenza debe ser requisito para la reproducción y para la genitalidad. En el momento en que ocurre la integración, desde un estado protomaníaco, con lo hepático-material, ocurre una revitalización que adquiere la representación corporal de la vasodilatación y corresponde al rubor de la vergüenza (...). La vergüenza se acompaña de la humillación -de humus: tierra-, que equivale a la pérdida de la omnipotencia protomaníaca que ocultaba la impotencia de la castración hepática” (Chiozza 1998a[1963a]), pag.177).

Si tenemos en cuenta que las técnicas terapéuticas que ejerce la fisiatría están dirigidas especialmente a producir una vasodilatación de las arteriolas aferentes para restituir al fascículo muscular la irrigación necesaria para eliminar los productos de desecho del metabolismo muscular que se acumulan como producto de la vasoconstricción local, la vergüenza debe estar contenida dentro de los aspectos que impiden la salida de la situación que condiciona la impostura.

En este sentido, si consideramos que el buen funcionamiento muscular estaría expresando la renuncia a un objeto ideal manteniendo, al mismo tiempo, el deseo de que se acerque lo más posible a este ideal, el dolor que se manifiesta en la contractura podemos contemplarlo como la manifestación de un duelo que no se ha realizado. Un dolor que representaría la lucha estoica, que se bate entre fijarse a una meta o ceder a ella, y al duelo que no se realiza al mantener justamente la lucha en ese particular y rígido modo. El dolor entonces señalaría la presencia de un conflicto inconsciente constituido por el esfuerzo en la pertinacia con la que se enfrenta una acción. Sería el modo particular de enfrentar un objetivo lo que no se puede duelar, no el objetivo en sí mismo. Pero el sujeto confunde modo con objetivo y cree que abandonar ese modo es equivalente a abandonar el objetivo.

Podríamos tomar prestadas, entonces, las palabras de Weizsaecker cuando al referirse a la actitud médica ante la enfermedad dice: “La actitud corriente de numerosas personas frente a la enfermedad es :’Fuera con ella!’. Pues bien, en lugar de esta norma hay que introducir esta otra:’si, pero no así’” (Weizsaecker, 1950).

- IMPOSTURA VERSUS DESCOMPOSTURA

Volvamos una vez más sobre la adquisición de las habilidades. Adquirir una habilidad implica, como habíamos dicho, un particular y esforzado “trabajo”. Un trabajo que, generalmente, no es tomado como tal, por quien observa al que ejerce una habilidad, sino que prefiere creer que es un don o una virtud, negando de ese modo la lucha implícita en esa adquisición.

Chiozza y colaboradores (Chiozza y colab, 2001d) plantean una fijación a una etapa anterior a la digestiva, denominan blastocística. La regresión a esta etapa, dicen, “permite sostener la fantasía o la ilusión de que se puede disponer del alimento que permite crecer, sin el esfuerzo de poner en juego la capacidad de digerir, fantasía que sostiene, a su vez, la idea omnipotente de que es posible acceder directamente a los elementos necesarios para materializar proyectos , sin necesidad del proceso simbolizado en la actividad de digerir. Corresponde a una actitud que busca soluciones mágicas, fáciles, salteando los pasos necesarios , en lugar de descomponer la dificultad actual en los elementos que permitirían componer una solución acorde con la realidad” (Chiozza y colab., 2001d pag. 177). “Cuando el sujeto abandona el intento de descomponer la dificultad con la cual tropieza, se ‘descompone’ y experimenta que la acción de descomponer recae sobre su propio organismo” (idem, pag. 178)

Teniendo en cuenta este concepto, ese supuesto “observador” del que hacíamos referencia, puede desear alcanzar el mismo objetivo que el otro sujeto sin haber hecho el esfuerzo necesario para adquirir la habilidad. Intentaría, en un principio, asir su objetivo, y, frente a la dificultad para hacerlo, en lugar de “descomponer el mundo”, que le implicaría no sólo una renuncia (quizás momentánea) al objeto, sino además una renuncia a su idea omnipotente de hacerlo sin haber aprendido cómo, se imposta, y niega su incapacidad.

Vislumbramos, entonces, que podemos enriquecer la comprensión de la contractura, con este concepto a través del cual interpretamos que el sentimiento de impostura adquiría, en este nivel, la cualidad de una defensa maníaca frente a la pérdida de la postura que podría quedar evidenciada como descompostura.

Obtenemos de este modo el esclarecimiento de la relación entre la defensa frente a la descompostura y la dificultad hepática en la última etapa de materialización que implica, como toda materialización, una integración de los núcleos visual-ideal y hepático –material, en la media que “la integración de ambos núcleos (protodepresión que comporta un duelo primario por todo aquello visual- ideal que debe ser duelado) es sentida como extremadamente peligrosa por la amenaza de desorganización que contiene” (Chiozza 1998d[1963]).


- LA CONTRACTURA Y SUS VICISITUDES

Establecido el mosaico general para la comprensión de esta fantasía, podemos ahora intentar comprender las particularidades que caracterizan algunos grupos musculares posibles de contracturarse que determinarán un particular matiz individual dentro de esta fantasía. Para ello dividiré, esquemáticamente, el apartado en cuatro zonas: cuello, espalda, zona lumbar y miembros inferiores.

a) Cuello :
Para S. Bianconi (Bianconi S., 2001) los sentimientos de humillación y orgullo aparecen representados en la posición de la cabeza gacha y levantada respectivamente. Podemos inferir que un sujeto que padece una contractura de los músculos correspondientes al movimiento de la cabeza en dichas posiciones estaría expresando la reticencia a vivir esos sentimientos por considerarlos intolerables.

Por otro lado la posición de la cabeza gacha manteniendo la mirada “al frente” implica una actitud de desafío y provocación. Es la actitud cefálica que mantiene por ejemplo un boxeador en el cuadrilátero del ring. Esa misma posición con la mirada baja denotaría tristeza. La tristeza y la humillación comparten un núcleo común a través de la aceptación del duelo, pero ¿cómo se relacionan con la actitud de desafío?

El desafío le daría justamente el carácter de impostura a la humillación y a la tristeza. El sujeto con una contractura de estas características mostraría, al parecer, humillación y tristeza pero en el fondo permanecería el desafío y la provocación. Sería justamente la permanencia de este afecto el que denotaría que la humillación y la tristeza no han sido genuinas, que alberga dentro de sí una fantasía de lucha y venganza frente a un oponente ante quien se siente sometido. Sería una imagen falsa de la vergüenza que no se tolera, contenida en un duelo que no se ha realizado. Siguiendo el mismo esquema que antes expuse, vergüenza en su apariencia pero no en su esencia.

La cabeza erguida, propia del orgullo, expresaría la dificultad para afirmar ese particular sentimiento que se desea sostener. El sujeto entonces, al no poder flexionarse, aparentaría orgullo, enaltecimiento y descaro, e intentaría mantener alejada de su conciencia su timidez y su modestia por considerar a estos afectos vinculados a la debilidad y por lo tanto al sentimiento de castración.

b) Espalda:
Obstfeld E. (E. Obstfeld, 2000) a partir de la idea de Bianconi (S. Bianconi 1995) que el omóplato sería el órgano que mejor se presta para arrogarse la representación del carácter normativo de la responsabilidad, relaciona la contractura de los músculos superiores de la espalda con la expresión simbólica del sentimiento de irresponsabilidad cuando se torna intolerable a la conciencia del sujeto. El sujeto, dice, intentaría conservar una postura a través de la cual simularía simbólicamente ser alguien responsable, negando su impotencia y su sensación de no poder. “No puede cumplir con lo prometido pero tampoco puede asumir que no puede” (Obstfeld E. 2000).

En el esquema que venimos planteando en este trabajo, asumir la impotencia en la responsabilidad lo enfrentaría con una vivencia vergonzosa intolerable cuando es experimentada como un triunfo, por parte del objeto, de características edípicas. Se fija en su actitud y, como refiere la expresión popular, “no da el brazo a torcer ”.

Por contrafigura, la expresión “sacar pecho” se usa habitualmente para referirse a una actitud engreída. Mientras que “poner el pecho” implica afrontar una responsabilidad o un peligro y no rehuirlos o eludirlos. (M. Moliner). De este modo, tenemos gracias a estas dos representaciones, la vinculación del pecho con la espalda a través de la responsabilidad y una característica agregada relacionada con la valentía y el engreimiento.

El sentimiento de impostura, entonces, estaría relacionado, en esta situación particular, con una falsa imagen de responsabilidad que el sujeto desea tener y de la cual espera sacar el rédito de aquel que efectivamente actúa responsablemente. Por otro lado, una contractura a nivel de las vértebras dorsales encubriría el sentimiento de cobardía en un intento de impostar una valentía que no tiene.

El sujeto entonces aparenta, maniacamente, vivir, “con la responsabilidad de aquel que, en la medida en que se ocupa, renuncia (...) y con el esfuerzo corajudo de aquel que a lo hecho presente no ofrece el arrepentimiento querulante (..) sino el pecho noble, que es capaz de cejar, para volver a insistir, sin cesar, en el pujo de cada latido...” (Chiozza, (1983[1981]))

c)Lumbares:
Bianconi (Bianconi S., 2001) refiere que “la actitud de arrogancia, como norma, se encuentra representada físicamente por la zona de la columna lumbar” (pag24). La autora vincula esta zona corporal con el sentimiento de arrogancia y consecuentemente con el andar recto en la vida. Una actitud de arrogancia adecuada, dice la autora, “sería un estado inconciente basado en la noción de ser más capaz que otro por alguna aptitud real, de actuar rectamente conforme a este criterio. Es estar apropiadamente “por encima” y obrar conforme a este convencimiento. La adecuación de esta actitud, requiere de la capacidad de doblarse, de perder la arrogancia ante alguien a quien se reconoce superior. De no ser así nos encontraríamos con conductas arrogantes, o sus equivalentes trastornos orgánicos, cuando no se tolera en la conciencia el sentimiento de tener menos “altura”, de haberse elevado menos de lo que se hubiera deseado” (pag26) .

Suponemos que algunos de los “equivalentes trastornos orgánicos” a los que se refiere la autora, se manifiestan a través de una contractura lumbar, y darían cuenta, justamente, de la actitud impostada con la que se quiere mantener, a ultranza, dicha arrogancia. En ese sentido su contraparte, que aparecería representado en el acto de la reverencia, sería confundida con la sumisión, la obediencia, el acatamiento o la servidumbre. Se muestra entonces engreído, pedante y presumido, soberbio y orgulloso en un intento de disimular, para sí mismo o para sus objetos, la vivencia de minusvalía que siente.

Como puede apreciarse, podrían englobarse dentro de una misma categoría los sentimientos vinculados a la extensión de la columna vertebral y, dentro de otra, los vinculados a la flexión. Los de extensión (el orgullo, la arrogancia, la responsabilidad, la valentía, el desafío (en su expresión ocular), la soberbia, la pedantería, el engreimiento y otros) implicarían una lucha de características activas. Los de flexión (la cobardía, la humillación, la irresponsabilidad, la obediencia, etc) comprometerían supuestamente una entrega pero contendrían en el fondo una lucha de características pasivas.

c) Miembros inferiores:
Chiozza y colab. (1991e [1990]) plantean que la función de locomoción de los miembros inferiores simbolizaría el movimiento o acción de encaminarse desde la madre hacia el padre o lo que es simbólicamente similar, desde el entorno familiar hacia el mundo circundante.

Bianconi (S. Bianconi 2001) sostiene que “el fémur se arrogaría la representación de la norma ética que exige adelantarse, progresar, conquistar. (S. B. de Bianconi, 2001. pag. 21)

Tomando en consideración estas dos representaciones que hallamos en la bibliografía, podemos aproximarnos a la idea que en la afección que compromete a los miembros inferiores debe estar implicada un conflicto concerniente a la vivencia de la dificultad para andar por la vida. Si bien esta idea se podría aplicar a toda afección de las piernas, en la contractura estaría implicada además, la inseguridad, la desconfianza y la ambivalencia que se desea ocultar. La impostura encubriría la dificultad para sostener la fantasía y el deseo de avanzar apresuradamente en la viada, sorteando los obstáculos, temerariamente, sin estar a la altura de sus posibilidades.
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SÍNTESIS:

1- Comprendemos al sistema muscular como el efector a través del cual el individuo puede alejarse de un estímulo traumático y diferenciar así mundo externo de mundo interno. Por otro lado la función muscular se arrogaría la representación del dominio del mundo en la medida en que la pulsión de dominio o apoderamiento se vale de la musculatura para llevar a cabo su acción y tomar para sí o modificar los objetos del mundo. La modalidad sublimada de dicha pulsión está constituida por la pulsión de saber. El “dominio del mundo” se cumpliría gracias a un conjunto de acciones cuya eficacia estará en relación directa con nuestra experiencia. La acción muscular comprendería la última etapa de la materialización, sería la etapa a través de la cual el proyecto adquiriría status de concretización.

2-La contractura muscular es un proceso reversible que comprende una alteración del tono muscular. Electromiográficamente se obtiene un registro de actividad eléctrica espontánea y contínua. Histológicamente se describe un nudo de contracción visible a la microscopía como un abultamiento de una porción de la fibra muscular. Se inicia como un estímulo iterativo sobre la placa neuromuscular para dar paso a una situación de isquemia e hipoxia local que conducen a una “crisis local de energía” culminando con la liberación de sustancias neuroactivas sensibilizando la zona contracturada.

3- Habitualmente se sostiene que la adopción de malas posturas condicionan la aparición de contracturas. Podemos pensar que las “malas posturas” hacen referencia a posturas que no son acordes con la situación que vive un individuo para el fin que se desea conseguir.

4- La postura corporal estará determinada por el grado y distribución del tono muscular. El tono muscular presenta, esquemáticamente, dos funciones: como preparativo y como soporte. Chiozza y colaboradores (2001e) sostienen que es preparativo en tanto representa un estado de alerta normal, y es soporte en función de la capacidad de brindarle al músculo firmeza, plasticidad y precisión. A partir de esas ideas sostienen que el tono muscular se puede comprender como un estado de alerta básico y necesario para emprender normalmente las acciones en cuyas instancias estarán implicadas las expectativas que acompañan a la acción.

5- La hipertonía de la contractura muscular comparte con otros cuadros de hipertonía, la característica de ser la expresión “somática” de un afecto desestructurado, particularmente el sentimiento de alarma.

6- Las actitudes, en cuanto disposición para emprender una acción implican una particular disposición del ánimo que se puede manifestar en la postura corporal que adopta un sujeto para llevar a cabo una acción, postura que sería específica y sobre la cual puede recaer el total de investidura del afecto en conflicto en esa acción.

7- La contractura muscular manifestaría la necesidad de mantener una actitud.

8- En la fantasía inherente a la contractura muscular deben co-accionar aportes provenientes de otras fantasías como la ósea y la esclerótica que le brindan la característica de poseer, en su sentido, la intención de aferrarse pertinazmente a una serie de hábitos y costumbres.

9- A través de la postura, que haría referencia a una actitud falsa y engañosa, configurada como una defensa de tinte paranoide, el sujeto pretende sortear un tipo particular de miedo, aferrándose tercamente a una serie de hábitos y costumbres, que vuelven rígidas sus acciones. Esta situación se manifestaría a través de una pose en su intento de mantenerse estable, que se evidenciaría como una postura.

10- La rigidez expresa “el fracaso en el accionar que nace de una interferencia en la intención”(..), “como el deseo de inhibir o paralizar la acción cuando nace de expectativas ambivalentes” (Chiozza y col. 2201e). Suponemos que en la manifestación rígida de la contractura estaría involucrada dicha ambivalencia que de hacerse conciente enfrentaría al sujeto con deseos que no tolera y recurre a la impostación a fin de ocultarla.

11- Si el yo fracasa en su intento de mantener una postura coherente con su accionar, por conflictos inherentes con el accionar mismo, el remanente de excitación puede manifestarse como un afecto al que hemos denominado “sentimiento de impostura”.

12- Cuando, como producto de la desestructuración patosomática del afecto, el total de investidura de la clave recae sobre su componente mas representativo, el músculo, estaríamos en presencia de una contractura muscular que expresa, a la vez que encubre, un conflicto afectivo relacionado al sentimiento de impostura.

13- Ampliamos el esquema de la comprensión de la contractura estableciendo la vicisitud que conduce a un individuo a querer compensar a través de la fuerza muscular una incapacidad intelectual como un malentendido en la posibilidad de adquirir una habilidad.

14- Planteamos esa vicisitud sobre la base de la rivalidad implícita en otro malentendido en el cual aprender sería sinónimo de someterse.

15- Junto a la dificultad en el aprendizaje que se manifiesta en la contractura existiría otro aspecto del conflicto expresado en la situación descripta por la fisiología como “crisis local de energía” que denota una cualidad de la impotencia energética sustentada en un tipo de energía, por así decir, efectiva. En ese sentido una crisis energética como la descripta en la contractura podría estar vinculada al sentimiento de impotencia que relacionada con aquellas acciones que necesitan de la inmediatez en el acto.

16- El sujeto que adopta un carácter impostado de “como si supiera”, revelaría, en el fondo una dificultad en la identificación en lugar de una identificación lograda propia de la postura adecuada. Comprometería fundamentalmente la identificación con la figura paterna que le brinde el modelo de “saber como”.

17- Frente a los conflictos en el acercamiento al padre, por rivalidad y desconfianza, el sujeto buscaría alcanzar sus logros en forma “independiente”, rechazando de ese modo el aprendizaje que configuraría la adquisición de los esquemas de acción que le otorgan la habilidad de “saber como”. Intentaría entonces obtener los logros a expensas sólo del esfuerzo, esperando, de esa manera, alcanzar la misma meta.

18- Si consideramos que el buen funcionamiento muscular estaría expresando la renuncia a un objeto ideal manteniendo, al mismo tiempo, el deseo de que se acerque lo mas posible a este ideal, el dolor que se manifiesta en la contractura podemos contemplarlo como la manifestación de un duelo que no se ha realizado. Un dolor que representaría la lucha estoica que se bate entre fijarse a una meta o ceder a ella y al duelo que no se realiza al mantener justamente la lucha en ese particular y rígido modo. El dolor entonces señalaría la presencia de un conflicto inconsciente constituido por el esfuerzo en la pertinacia con la que se enfrenta una acción.

19- Podemos enriquecer la comprensión del sentido de la contractura muscular a partir del concepto planteado por Chiozza y colaboradores (2001d) sobre la descompostura, a través del cual vislumbramos que el sentimiento de impostura adquiriría la cualidad de una defensa maniaca frente a la pérdida de la postura que podría quedar evidenciada como descompostura.

20- A partir de ideas de Bianconi (S. Bianconi 1995, 2001), Obstfeld (Obstfeld E. (2001) y Chiozza y colaboradores (1991e[1990]) interpretamos la contractura de los músculos del cuello como vicisitudes defensivas frente a los sentimientos de humillación y orgullo, los de la espalda ante la vivencia de irresponsabilidad y los de los miembros inferiores como la dificultad para andar por la vida, cuando estos afectos están teñidos, dentro de la conflictiva edípica, de fantasías de triunfo o derrota.


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