lunes, 23 de mayo de 2011

UNA COMPRENSIÓN PSICOANALÍTICA DEL CONSUMO DE MARIHUANA


UNA COMPRENSIÓN PSICOANALÍTICA DEL CONSUMO DE MARIHUANA


Darío Obstfeld

Pablo Obstfeld




Instituto de Docencia e Investigación
Fundación Luis Chiozza
20 de Julio de 2007


Introducción

En el trabajo “La interioridad de los medicamentos” Chiozza y colaboradores (1969a) sostienen que las sustancias llamadas inanimadas, como los medicamentos, deben poseer, al igual que los seres vivos, una interioridad que le es propia, particular e inseparable de la materia que las componen, en otras palabras una fantasía inconciente específica. Así los autores sostienen que “la fórmula química de una sustancia es una configuración y esa configuración o fórmula la distingue en el carácter de su acción, en su conducta y constituye su ‘alma’ ” (pág 157). Y agregan que “esa fórmula ‘vive’ y se transforma en su contacto con otras fórmulas que constituyen su mundo ‘social’” (pág 157). De este modo sostienen que el encuentro del sujeto con la droga puede ser comprendido como el encuentro de dos interioridades que, al combinarse, constituyen la transformación de esa “doble” interioridad.

Este esquema creó el diseño para la investigación farmacológica “psicosomática”, a partir del cual se abordó la comprensión de la interioridad de distintas sustancias como el opio (Chiozza y colab. 1969b), la digital, (Fonzi y colab., 1978), las drogas antianginosas (Aizenberg, 1984), la cocaína (Casali y Nagy, 1997 y 1998), la aspirina (S. Benítez de Bianconi, 2000) y la nicotina (P. Bianconi, 2005).

Tomando entonces este mismo modelo, nos adentraremos en las particularidades de la marihuana para intentar acercarnos a comprender su interioridad y el modo específico en que se combina con quien la consume.

La Marihuana

La marihuana es una mezcla gris verdosa de hojas y flores, secas y picadas, de la planta de Cannabis Sativa . Esta planta es una variedad de cáñamo de muy fácil cultivo que requiere, para su reproducción, de la presencia de una planta macho (que produce el polen) y una hembra (que da las semillas).

La planta de Cannabis contiene alrededor de cuatrocientas sustancias químicas diferentes, sesenta de las cuales están estructuralmente relacionadas con el compuesto psicoactivo principal, el tetrahidrocannabinol delta-9 o THC , responsable de los efectos tóxicos y medicinales. Si bien esta sustancia se encuentra tanto en la planta macho como en la hembra, se halla principalmente en una resina dorada y pegajosa exudada por las flores de la planta femenina, cuando aún no ha sido fertilizada. La función de la resina es servirle de protección contra el calor y la humedad, a los fines de la reproducción (Grinspoon y Bakalar, 1997).

Cuando el proceso reproductivo ha terminado y los frutos están completamente maduros, la planta no secreta más resina (ibid.). Por este motivo, para obtener plantas con una mayor concentración del químico, la cosecha se realiza antes de la fertilización (Goodman y Gilman, 1988; Mann P., 1984; Goode, 1974).

Para la producción de la marihuana la hojas de Cannabis se desecan y trituran. Se consume, principalmente, fumándola en cigarrillos. Otros modos son a través de pipas comunes y pipas de agua, o inhalándola mediante vaporizadores . También se ingiere mezclada con harinas, en forma de pasteles, galletas, brownies, etc, o se bebe como té .

La potencia de este psicoactivo depende de diferentes factores como ser la variedad de la planta, el clima en que fue cultivada y el tiempo que transcurrió luego de haber sido cosechada. A su vez los efectos dependen de la dosis, la concentración de la droga y la disposición o sensibilidad propia de cada sujeto .

La marihuana es el producto de sólo una de las formas de procesar la planta de cannabis. Otro de los productos que se obtiene de la planta es el “hashish ”, que, por estar compuesto únicamente por la resina, tiene un contenido psicoactivo entre 5 y 10 veces mayor que la marihuana (Ramos Atance, J.A.; Fernandez Ruiz, J.; 2000).

La gran amplitud de distribución geográfica de cultivo, producción y consumo de esta planta determinó que cada región tenga su forma particular de referirse a la marihuana .

Acerca de la etimología de la palabra “Marihuana”, Sala (cit. por Guy-Alfred Robert, 2007) sostiene que éste término proviene del vocablo en lengua náhuatl “mallihuana” cuyo prefijo “malli” significa “hierba que se enrosca” o “hierba para tejer” (característica propia de las plantas de cañamo que posibiltan la extracción de fibras para tejer y hacer textiles) y “huana” que se asocia a la palabra “tlahuanqui” que significa “embriagado” o “borracho”. Aludiendo de este modo a la perturbación que la planta produce en el sujeto. Otros autores plantean que el prefijo “malli” quiere decir “prisionero”, “hua” significa “propiedad” y la terminación “ana”, también en náhuatl, alude a “agarrar” o “asir”. Interpretan entonces, que los indígenas, al identificar a la planta con el nombre de mallihuana, quisieron expresar que la planta se apodera del individuo. Entendemos esto en el sentido de que el sujeto queda atrapado en los efectos que le produce.

Breve referencia a la historia del cannabis

Distintos autores coinciden en que la planta de cannabis es originaria de Asia central. La primera descripción completa de la planta se encontró en un escrito de la corte del emperador chino Shen Nung que data del 2737 (A.C.). Allí se la recomendaba básicamente como una planta de alta utilidad medicinal contra la malaria, los dolores reumáticos y la dismenorrea. Los asirios también conocían la hierba y la usaban desde el siglo IX A.C. como anestésico. En los escritos sánscritos se habla de las “píldoras de la alegría” compuestas con goma de cáñamo y azúcar. También se cultivó extensamente en la India y formó parte de la religión hindú; se menciona en los escritos de Sustra (el tratado más antiguo de medicina hindú) y en los libros de los vedas, donde se le atribuye orígenes divinos y se la denomina Vilahia, que significa “productora de la vida” (Grinspoon y Bakalar, 1997; Iversen L., 2001; Snyder, 1975).

En Nepal y el Tibet esta planta era utilizada desde tiempos inmemoriales por los yogis como ayuda en sus meditaciones. Los devotos varones la consumían en grupo y la consideraban símbolo de la fraternidad. En África se la conocía como “fuente de placer” y se la empleaba también con fines religiosos. En América Latina los indígenas mesoamericanos la adoptaron como parte de su medicina natural desde hace ya cientos de años. En la actualidad, los tepehuas de México la utilizan también con propósitos rituales (Ibid).

A partir de este breve recorrido por la historia de la utilización de la droga, es posible considerar dos grandes usos, uno derivado del potencial “médico”, destinado a aliviar los males y dolores, otro como parte de rituales religiosos, de iniciación y de sociabilización de los individuos dentro de un grupo de pertenencia.



Marihuana y espiritualidad

Como hemos visto el Cannabis ha sido utilizado en actos religiosos en varias culturas. Para Mabit (1997) esas sociedades tradicionales integran este uso dentro de un contexto sagrado que siempre incluye un ritual relativo a una tradición iniciática .

Este autor comprende la adicción a la marihuana como la consecuencia de un uso espurio, que pervierte lo que considera es el carácter sacro del consumo. En este caso, el sujeto no intenta una búsqueda espiritual sino simplemente procurarse momentos de placer, divertimento y relajación. El consumo generalizado de marihuana en ese contexto, continúa el autor, deja al sujeto enredado y confuso en sus juegos mentales y con muy poca posibilidad de “materializar las ideas” (pág. 67). Lo sume así en la pasividad frente al orden social contra el cual pretende luchar y bloquea, de este modo, su evolución.

Chiozza y colaboradores (1991d [1990]) plantean que “cuando lo anímico se manifiesta como algo que nos mancomuna, solemos hablar de espíritu” (pág. 50). Siguiendo las descripciones antes planteadas, sería posible pensar que en el llamado “uso espurio” de la droga, el sujeto intentaría conservar algo presente en el uso sacro relativo al compartir entre pares algo que los mancomuna. Además, a partir del hecho de que quienes consumen marihuana lo hacen habitualmente en grupo, podemos pensar que, a través de ello, se desea alcanzar una identidad y pertenencia grupal.


La marihuana en el siglo XX

Durante los años sesenta surgió en Estados Unidos un movimiento social llamado de “contracultura”, a partir del cual nació el movimiento hippie. Este movimiento estaba constituido por una juventud desencantada y en rebelión “pacífica” contra los valores tradicionales, conformándose como una fuerte corriente de pensamiento reactivo al orden establecido (Stuart H., 1970; Enciclopedia Encarta, 2003)

El hippismo proponía el lema de llevar una vida en común, en la que la paz y el amor fuesen los valores más importantes; proclamaba el respeto a la naturaleza, la liberación sexual y la autosuficiencia. Este movimiento influyó en distintas manifestaciones del arte, como la música, la literatura, el cine y el teatro. Sus expresiones más evidentes fueron el Rock & Roll, la liberación sexual y la costumbre de fumar marihuana (Ibid).

Chiozza (1983d [1982]) al referirse a la crisis axiológica actual, plantea que en ella coexisten “mezclándose y oponiéndose entre sí, valores actuales y anacrónicos” (pag. 230). Los autores de “El significado inconciente específico del SIDA”, (1997b [1995]) plantean que esta crisis implica, además, “la ruptura del orden jerárquico, imprescindible para la subsistencia y el desarrollo de los ámbitos de pertenencia” (pág. 249).

A partir de estas ideas podemos pensar que el movimiento hippie expresó un conflicto propio de una crisis de los valores que hasta ese momento sustentaban a la sociedad. Si como dijimos una de las expresiones de este movimiento social era el consumo de marihuana, seria posible pensar entonces que algo presente en la motivación de este fenómeno, debería también estar presente en toda persona que consume marihuana. Retomaremos este aspecto más adelante al referirnos a la adolescencia y a la necesidad de realizar un cambio en el modo de relación con los objetos.


El consumo actual

Actualmente, en el nacimiento del siglo XXI, el consumo de marihuana ya no está restringido a aquellos “jóvenes rebeldes” de los años sesenta. Es la droga más consumida en el mundo entero. Algunas fuentes estiman que el 4% de la población mundial está afectada a su consumo, otras (Bobes J. y col. 2000) consideran que sería entre un 7 y 10%. La gran dificultad para establecer cifras certeras acerca del consumo, parece ser debido, entre otras cosas, a que la mayoría de los consumidores la consideran como una droga “liviana”, subestimando o incluso negando sus efectos nocivos, y, muchos de ellos, no se consideran a si mismos como consumidores (Ibid.). A pesar de estas diferencias, todos los autores coinciden en afirmar que el consumo se registra prevalentemente en la adolescencia.

Actualmente el consumo de marihuana se lleva acabo, según Mabit (1997), con la intención de permitirse un compartir agradable con amistades y sin mayor compromiso. El consumo de esta droga, dice este autor, “promueve una atmósfera de relajamiento, de euforia, de goce sensual donde se puede asociar eventualmente comida, bebida y sexo. Es para algunos el descanso del fin del día o del fin de semana, el escape en un momento de placentero ensueño donde uno puede dejar correr su imaginación, recrear sus ideas más fantasiosas, dejar divagar el pensamiento, soltar las tensiones inducidas por las múltiples obligaciones del mundo moderno. Es como darse el derecho a un recreo, a un paréntesis” (pág. 69).

Todo esto nos hace pensar que en el sujeto que consume marihuana deben coexistir un conflicto particular de la adolescencia y la necesidad de disminuir las exigencias que “la vida” impone.

Efectos de la droga sobre el organismo

Como mencionamos la intoxicación con Marihuana depende de variables particulares del sujeto que la consume y del modo de consumo. Los escritos médicos refieren que se pueden presentar diferentes efectos e inclusive cada individuo puede tener una experiencia distinta en cada ocasión que la utiliza. Tomando esto en consideración mencionaremos algunos aspectos generales que aparecen como constantes en varias investigaciones científicas.

Se ha descrito que algunos sujetos que fuman marihuana por primera o hasta quinta vez no sienten ningún cambio “psicológico” perceptible, a pesar de sufrir los efectos “físicos” que produce esta droga, como aumento de la frecuencia cardíaca, inyección conjuntival y sequedad bucal. En cambio para otros, ya las primeras veces que consumen, les provoca accesos de risa y un marcado sentimiento de bienestar. En algunas ocasiones esta droga también puede provocar sensaciones de extrañeza y ansiedad (Iversen, L. 2001, Snyder, 1975).

En el consumidor habitual son más frecuentes las sensaciones de introspección, creatividad, tranquilidad, relajación, percepción aumentada e incremento de la imaginación con disminución de la concentración. Además el lenguaje suele cambiar de ritmo y algunas veces presentarse incoherente, aunque el sujeto puede tener la impresión de que se está expresando con ingenio y brillantez y que tiene ideas muy elaboradas que lo sorprenden por su claridad. A la falta de coherencia en el lenguaje se suma una debilidad mnémica de manera tal que los pensamientos se olvidan casi desde el momento en que se expresan. Junto a esto se presenta una vivencia de enlentecimiento del transcurso del tiempo cronológico. A mayores dosis, estos síntomas pueden combinarse con una alteración en la coordinación motriz. En algunos casos pueden llegar a sufrir estados paranoicos y de pánico. Finalmente, en la mayoría de los sujetos, a medida que los efectos van desapareciendo, suele surgir un gran apetito (Goodman y Gilman, 1988; Goode, 1974; Mann P., 1984; Bobes y Calafat, 2000; Quiroga M., 2000).

Consecuencias del consumo a largo plazo:
Los autores consultados refieren que, a los efectos antes mencionados, se le agregan, en quienes consumen la droga por períodos prolongados, alteraciones en diversas funciones y órganos:

1) La mayoría de los consumidores habituales presentan un patrón de fatiga, pereza, inestabilidad emocional, falta de energía, falta de motivación, disminución de la productividad y pérdida de la iniciativa. A este cuadro se lo denomina “Síndrome amotivacional” (Goodman y Gilman, 1988). Relacionado con esto último se han descrito dificultades en el aprendizaje, en la producción, en el cuidado de la higiene personal y en la pérdida del interés por las tareas vocacionales y recreativas (Goode, 1974).

2) Se han detectado disminución en el recuento espermático y alteraciones ovulatorias, como así también anormalidades del ciclo menstrual llegando a producir alteraciones en la fertilidad. Si el consumo habitual se instaura antes de la maduración sexual puede enlentecer el desarrollo de los caracteres sexuales tanto primarios como secundarios (Mann P., 1984; Bobes y Calafat, 2000)

3) A nivel cerebral produce neurotoxicidad. Estudios recientes han demostrado que el THC induce la muerte celular con disminución del tamaño de las neuronas (Quiroga M., 2000, pág. 123).

4) A nivel inmunológico se han hallado cambios en los linfocitos, neutrófilos y macrófagos sugiriéndose que el consumo habitual de la droga podría actuar como un inmunodepresor (Mann P., 1984).


Mecanismo de acción de la droga

La medicina describió a finales de los años ochenta, que el mecanismo por el cual el THC produce estos efectos en el organismo, es mediante la unión a receptores específicos, denominados CB1 y CB2 (Orgado y col., 2005).

Los receptores CB1 están localizados principalmente en el sistema nervioso central (en el adulto especialmente en los ganglios basales, cerebelo, hipocampo y corteza límbica); también se han hallado en médula espinal, terminaciones nerviosas sensitivas y nervios autonómicos. Los receptores CB2 se encontraron en distintos componentes del sistema inmunológico como el tejido linfoide, bazo, amígdalas, timo, linfocitos B, células Natural Killer, macrófagos, monocitos, microglía, mastocitos y linfocitos T. (Zieher – Albano, 2003; Orgado y col., 2005). Luego veremos la función que poseen estos receptores.

Tolerancia y Dependencia de la droga

El fenómeno de tolerancia en el consumo de marihuana es bastante singular. Muchos usuarios que se inician en esta droga suelen experimentar, como hemos dicho, sus efectos psicoactivos recién a partir de la cuarta o quinta vez que la consumen. Luego, a medida que el sujeto va consumiendo de forma habitual, suele ocurrir un fenómeno denominado “tolerancia revertida”. Esto significa que, ante la repetición de la misma dosis por tiempos prolongados, ocurre un descenso en la cantidad necesaria de droga para provocar los mismos efectos (Goodman y Gilman, 1989).

Este fenómeno se explica por que el THC se acumula en las zonas grasas del cuerpo y se reintegra lentamente al torrente sanguíneo para ser excretado. De manera que un consumidor habitual, que tiene una reserva corporal del principio activo, requiere sólo de una pequeña dosis para “hacer funcionar” un proceso condicionante de activación del THC acumulado (Mann P., 1984; Goodman y Gilman, 1989) .

A pesar de que el potencial de dependencia de la marihuana es significativamente alto, esta droga no provoca un síndrome de abstinencia ante la supresión abrupta (aunque puede ocasionar ansiedad, tensión o irritabilidad que desaparecen al cabo de unas semanas). Esto es debido al mismo motivo antes mencionado de la acumulación en tejido adiposo.

Usos terapéuticos

La medicina plantea que los mayores méritos de la marihuana como agente terapéutico están orientados a la inhibición de los cuadros de náuseas, vómito, pérdida de apetito y dolor en pacientes con cáncer que reciben quimioterapia o en pacientes que padecen SIDA y se les administra AZT. De forma experimental también se está utilizando con bastante éxito en los cuadros de esclerosis múltiple, principalmente para suprimir los espasmos sintomáticos. Otros usos experimentales se orientan al tratamiento del glaucoma, debido a que la marihuana fumada o los derivados del THC administrados en forma oral, reducen considerablemente la presión intraocular. Además uno de sus componentes, el ácido cannabidiólico, está considerado como un poderoso desinfectante. Estos son los únicos usos terapéuticos que la medicina institucional reconoce hasta la fecha (Iversen, L., 2001; Grinspoon L., y Bakalar J., 1997)

Actualmente se está estudiando el uso de cannabinoides sintetizados a partir del THC. Estos fármacos sintéticos buscan producir los efectos terapéuticos sin los efectos psicoactivos pero, hasta el momento, no han tenido mucho éxito en desligar una cosa de la otra (Goodman y Gilman, 1989).


El Sistema Endocannabinoide

Así como el hallazgo de receptores específicos para el opio permitió el descubrimiento de las endorfinas, el hallazgo de receptores específicos para THC (CB1 y CB2), permitió, años más tarde, detectar un grupo de sustancias producidas por el propio organismo que son específicas para estos receptores. Estas sustancias, por actuar sobre los mismos receptores sobre los que actúan los cannabinoides provenientes de la planta, se las denominó Endocannabinoides. El conjunto de los receptores y de estas sustancias endógenas integran lo que se designó como “Sistema Endocannabinoide” (Orgado y col., 2005).

Las funciones específicas del Sistema Endocannabinoides varía según la localización de los receptores. Como hemos mencionado anteriormente los CB1 poseen localización cerebral. Allí actúan como moduladores de la transmisión sináptica ; en circuitos relacionados con la coordinación y el control del movimiento, funciones cogitativas superiores, la memoria, la respuesta al stress y al dolor, la regulación del sueño y en los mecanismos de recompensa . También intervienen en la regulación de la temperatura corporal, el vómito, las náuseas y el hambre. Se ha descrito también que poseen un importante papel en la neuroprotección ante los procesos neurodegenerativos agudos como el daño cerebral hipóxico-isquémico o el traumático, y ante procesos crónicos como la esclerosis múltiple, la enfermedad de Parkinson y la enfermedad de Alzheimer (Orgado y col., 2005; M. P. Viveros, 2002).

El hecho de haber hallado diferentes distribuciones de los receptores CB1 en el cerebro del feto, el neonato y el adulto, condujo a pensar que el sistema endocannabinoide podría poseer un papel preponderante en el desarrollo del SNC, tanto en lo que tiene que ver con la migración y proliferación neuronal, la sinaptogénesis y los procesos de mielinización del cerebro inmaduro (Ibidem.).

Los CB2, que se localizan en diferentes estructuras del sistema inmune, tendrían un efecto inmunomodulador; en dosis bajas son inmunoestimulantes, y en dosis altas, imunosupresores. Los endocannabinoides han demostrado tener también un potente efecto antiinflamatorio en diversas enfermedades como neurodegeneración, neuroinflamación, enfermedad inflamatoria intestinal o artritis ( Ibidem.).

Se ha descrito además la presencia de endocannabinoides en todos los tejidos y fluidos relacionados con la procreación. En el hombre se encuentran receptores CB en espermatozoides y se han detectado concentraciones significativas de endocannabinoides en líquido seminal. A partir de este dato se ha planteado la hipótesis de que los endocannabinoides desempeñarían un papel en la capacitación de los espermatozoides. En la mujer, por su parte, se han detectado receptores CB en la capa granulosa del ovocito, líquido folicular, oviductal y útero (Ibidem.).

Los endocannabinoides poseen también una función esencial en el inicio y mantenimiento de la lactancia, especialmente en las primeras 24 hs. de vida. La ausencia de activación de los CB1 en el primer día de vida anularía el interés por alimentarse (Ibidem).

Por lo que hemos visto el sistema endocannabinoide esta presente en una gran variedad de estructuras y órganos produciendo efectos de lo más diversos. Aunque nos resulta difícil encontrar un denominador común a todos ellos, pensamos que la gran mayoría de las funciones de este sistema parecen tener participación en aspectos relacionados con procesos de restauración a los fines del desarrollo y la maduración del sujeto.

El sujeto, al incorporar el THC, que se halla en la marihuana, intentaría estimular entonces un mecanismo presente en su propio organismo. Pero en la búsqueda de incrementar alguno de los efectos del sistema endocannabinoide, se produciría un desequilibrio que altera la funcionalidad total del sistema.


Las toxicomanías

Casali y Nagy (1997), expresan que “a diferencia de la mayoría de los autores psicoanalíticos que refieren la drogadicción a perturbaciones en la relación simbiótica temprana con la madre -es decir, a un punto de fijación oral-". Chiozza (1963a) comprende a las toxicomanías “como un fenómeno más regresivo, correspondiente a un punto de fijación fetal, vinculado con contenidos hepáticos” (pág. 2).

Este autor plantea como estructura anímica predisponente, la situación en la que el yo ha quedado empobrecido y debilitado por una disociación excesiva y una fijación a contendidos ideales persecutorios, traumáticos, que sobrepasan su capacidad de materialización (Chiozza, 1970j[1968]).

Distintas manifestaciones del fenómeno letárgico, como el aburrimiento, el fastidio, la distracción, y el tedium vitae, constituyen una expresión y una defensa frente al contacto con esos ideales, contacto deseado y a la vez temido por la posibilidad de su efecto destructivo sobre el yo (Ibid.).

La droga por un lado, facilitaría el acceso y la identificación maníaca con aquella “riqueza” ideal con la que el yo busca re-unirse, por otro lado " ‘anestesia’ al yo y le permite soportar los efectos destructivos” que dicha identificación le produce (Chiozza, 1970g [1963-1968], pág.187).

Casali y Nagy (1997), citando estas ideas de Chiozza dicen que “este estado maniaco, en el que se actualizan modalidades fetales, correspondería a un yo ‘idealista-visionario’, sobrecargado de fantasías que no se materializan. Sería un yo en estado de cumplimiento de deseos, que no necesita trabajar y realizar el esfuerzo de modificar el mundo exterior para satisfacer sus necesidades, con fantasías de recibir un suministro continuo e inmediato, sentimientos de omnipotencia, técnicas mágicas, idealización y negación” (pag.3).

Estas ideas se enriquecen con los conceptos que Chiozza y colaboradores (2001b) han desarrollado acerca del sentimiento de descompostura. Los autores plantean que “cuando el yo fracasa en su acción de descomponer un objeto del entorno, el remanente de la excitación puede manifestarse como un afecto: el sentimiento de descompostura y ese sentimiento quedará referido a la acción de un objeto que descompone al yo” (pag. 195). Ese objeto tendría las características de ser un objeto sobre el que se había transferido una omnipotencia ideal y del cual se espera la solución.

Chiozza (2001i) afirma entonces que “lo que durante el psicoanálisis de los trastornos hepáticos se configuró como una incapacidad de materializar y de procesar los contenidos ideales, manifestándose como náuseas, aburrimiento o letargo, que el lenguaje popular suele designar con las palabras ‘mareo’, ‘fiaca’, ‘apolillo’ y ‘mufa’, encontró, gracias al trabajo sobre las micosis, un lugar adecuado como parte del sentimiento de descompostura” (pág. 16).

Si entendemos estas ideas como una aproximación a la fantasía general de las toxicomanías, para comprender el “mosaico” de fantasías particulares que corresponden al consumo de cada droga, deberemos combinar esta fantasía general con las fantasías propias de cada droga y con el modo particular de consumo.


El hábito de fumar

Dado que la forma más habitual de consumo de marihuana es a partir de la incorporación inhalatoria, fumándola como cigarrillo, mencionaremos brevemente las fantasías investigadas acerca de éste habito.

Obstfeld E. y colaboradores (1975) partiendo de la idea de que el hábito de fumar es una actividad de carácter fundamentalmente respiratorio y que el intercambio respiratorio normal representa un intercambio socio espiritual adecuado, plantean que este hábito “se encuentra en aquellas situaciones sociales en las cuales se hace difícil un intercambio armonioso” (pág. 88) .

Chiozza y colaboradores (1991d[1990]), al referirse a los simbolismos de la respiración, sostienen que “la inspiración pulmonar se arroga la representación de la inspiración que alienta la creación y deviene un símbolo de esa parte del acto creativo” (pág. 51.). Agregan que “la vida personal y social reclama esa ‘inspiración’ gracias a la cual la salida de ese encierro y el ir hacia ‘el otro’ permiten acceder a una nueva realidad , producto de una re-creación . En ese sentido es difícil que surja la inspiración que nos lance mas allá de nosotros mismos cuando impera el deseo de mantenernos en un mundo de encierro y aislamiento, sin conexión ecosistémica” (pág. 53). A partir de allí sostienen que el acto de fumar cigarrillos, que pone el acento en la inspiración del humo, representa la dificultad para “inspirarse”.

Bianconi P. (2005) investigando sobre el fumar tabaco y basándose en la idea planteada en la investigación sobre las fantasías respiratorias acerca de que “la respiración posnatal puede adjudicarse la representación simbólica de la ruptura de la simbiosis materno-filial y del acceso a un nuevo orden de dependencia” (Chiozza y colab. 1991d [1990], pág. 55), sostiene que “el propósito de incorporar humo es generar una hipoxia ‘estable’ que remeda la situación prenatal [...]. La inspiración de humo simbolizaría así un estado más o menos permanente de no ruptura de la simbiosis con la imago materno-placentaria” (pág. 67). Para este autor se recurriría al fumar como “una manera de exteriorizar un modo de transitar por el mundo aéreo postnatal conservando otro ligamen con el mundo prenatal” (pág. 67) .

En la medida que quienes fuman cigarrillos de marihuana lo hacen, por lo general, con mucho menor frecuencia de quienes fuman cigarrillos de tabaco, es posible pensar que el sujeto no buscaría producirse un estado de hipoxia “estable” (si bien algún grado de hipoxia produce), sino que el acento estaría puesto, preponderantemente, en la dificultad de la capacidad de inspiración. Una dificultad que creemos que está relacionada con la integración social y se manifiesta en la permanencia en el aislamiento y en el encierro en el mundo de fantasías e ilusiones.


Marihuana y adolescencia

El consumo de marihuana comienza en el 90% de los casos en la adolescencia y ésta es además, como ya mencionamos, la población que más la consume. Es factible pensar que más allá de la edad cronológica, el conflicto que padece quien la consume, debería corresponder a la falta de elaboración de un conflicto propio de ese período de la vida.

Dayen E. y Dayen M. (1999), a partir de las tres modalidades de materialización que propone Chiozza (1970d [1966]) como “crecimiento”, “procreación” y “sublimación”, sostienen que la adolescencia, abarcaría el período de transición entre la etapa en la que predomina el crecimiento y la etapa en la que prevalece la procreación. Los cambios corporales que se suceden en esta etapa, dicen los autores, indican justamente que el organismo se prepara para encaminarse hacia la procreación.

Para Aberastury (1970) la adolescencia constituye una etapa decisiva de un proceso de desprendimiento de los padres. El adolescente vive el ingreso en el mundo de los adultos como una situación deseada y temida, ya que significa la pérdida de la condición de niño. La autora sostiene que en este período el sujeto fluctúa entre un deseo de dependencia y de independencia, actuando a veces como niño y otras como adulto.

Estas alternancias son un reflejo de la necesidad de realizar un cambio en la modalidad de vínculo con los objetos del entorno, cambio relacionado con que las nuevas necesidades que tiene el adolescente -como ser la inclusión y la pertenencia a un grupo, el formar pareja, el prepararse para insertarse en la sociedad y el trabajo- ya no pueden ser resueltas por sus padres.

El adolescente, para poder “salir al mundo” necesita entonces realizar un proceso de duelo. Este duelo, que clásicamente se ha descrito como un proceso de desidealización implica aceptar las reales capacidades tanto de sus padres como las suyas propias (Blos,1980; Aberastury, 1970).

Al estudiar la etimología y semántica de los términos “adolescente” y “adolecente”, Dayen E. y Dayen M., (1999) plantean que “con el término ‘adolescencia’, se alude al dolor que acompaña a una etapa especialmente crítica del proceso de desarrollo. Se trataría del dolor de ver los propios defectos y vicios, el dolor de encontrarse con las impotencias que se hace inevitable enfrentar” (Pág. 3). En este sentido, algo característico de la adolescencia, dicen los autores, es la “peculiar alternancia de ‘anestesias’ y sufrimientos frente a ese dolor” (pág. 4).

Las dificultades que se le presentan al adolescente en el encuentro con el “mundo”, lo enfrentan, inexorablemente con su propia capacidad. Cuando estoes vivido como una pérdida de la omnipotencia infantil y se configura como una herida narcisista, puede despertar la vivencia de decepción.

En este sentido Dayen E. (2003) explorando el tema de “la percepción”, afirma que “la decepción es el dolor de encontrarse con el fracaso de una concepción equivocada. Se trataría de un sentimiento que reactualiza el instante mítico en que el malestar creciente de la insatisfacción instó a renunciar al hechizo de la alucinación para iniciar la búsqueda en la realidad”. El autor plantea además que, “cuando el dolor de la decepción es tolerable, la capacidad para captar lo que permite un accionar más eficaz se potencia y, además, se configura una nueva experiencia que implica un desarrollo. Pero cuando el dolor resulta insoportable, tendemos a responsabilizar al mundo de la decepción. Nos sentimos traicionados y víctimas de un engaño” (pág. 3).

Esta modalidad paranoica e irresponsable de tramitar la decepción, el adolescente la puede experimentar en términos de que no le han enseñado bien o no le han dado las herramientas necesarias para defenderse en la vida. Mediante esta defensa intentaría entonces conservar su concepción infantil de la realidad que contiene la idea que sus padres son omnipotentes y que, si quisieran, podrían resolverle sus dificultades.

La variante maníaca podría estar representada por aquello que Aberastury (1970) menciona como una “solución transitoria” de la crisis adolescente, constituida por una huída del mundo exterior y una búsqueda de refugio en el mundo interno, en la fantasía. Esta situación se corresponde con un incremento de la omnipotencia narcisista y con el deseo de prescindir de los objetos externos. Entendemos que para la autora esta “solución transitoria” sería positiva en la medida en que el adolescente no se quede fijado en la fantasía sino que se constituya como “una nueva plataforma de lanzamiento desde la cual podrá iniciar conexiones con nuevos objetos del mundo externo y preparar la acción” (pág 24).

Pensamos entonces, que el sujeto que consume esta droga, estaría “atrapado” en un conflicto que implica el pasaje de una modalidad de vínculo a otra, relacionado con el crecimiento y la maduración. A través de la droga, intentaría aliviarse, de modo ilusorio, de las exigencias ideales propias de este cambio hacia la adultez, exigencias que el sujeto ha proyectado y las vive, irresponsablemente, como provenientes del mundo externo. Por otro lado, a través del consumo, buscaría un contacto con ideaciones y percepciones, que implican un cierto grado de encierro en el mundo de sus fantasías. Este modo de defenderse de sus propias exigencias ideales tendería a mantener al individuo en un estado de inmadurez que remeda la figura de un “eterno adolescente”.


El sentido de los efectos de la marihuana

Entender el sentido de algunos de los efectos que produce la marihuana nos puede orientar, en un sentido más específico, hacia la comprensión de los motivos que conducen a un sujeto a consumir esta droga.

a) Sensación de bienestar

El consumidor de marihuana habitualmente plantea que recurre a la droga con el fin de “eliminar el stress” y obtener un estado de relajación, de lasitud y bienestar. Chiozza y colaboradores (1993g [1992]) dicen que Selye, quien plantea al Stress como un "Síndrome General de Adaptación”, sostiene que “cualquiera que se siente agotado, que experimenta todo lo que está haciendo o le está ocurriendo como extenuante, tiene la vivencia de lo que significa la fase de agotamiento del ‘stress’” (pág. 239).

A partir del significado de la palabra inglesa ‘stress’ los autores afirman que el Stress, por su significación “compromete aquello que describimos con el nombre de ‘significancia’ –‘importancia del significado’-. En este sentido, el stress aludiría a aquello que tiene ‘acento, énfasis, importancia’, y el síndrome de stress sería un síndrome de ‘énfasis’, que puede ser desencadenado por cualquier agente que adquiere importancia” (Chiozza y colab., 1993g [1992], pág. 239).

Chiozza (1995g [1983]), a partir de la idea de Freud de que la genuina meta de la represión es impedir el desarrollo de un afecto penoso, sostiene que en la medida que “el afecto es la importancia, la significancia del sentido” (Rec. 5178) la represión intentaría sofocar la importancia del significado.

Entendemos, entonces que lo que desea obtener quien recurre a la marihuana es reducir la importancia de las cosas, los pensamientos y los dramas que lo agobian. De este modo, haciéndolos más “livianos” y frívolos consigue calmarse, tranquilizarse y no pensar en las dificultades que tiene en la vida y que siente que no sabe cómo resolver. La frase “no hay drama” aludiría justamente a esto (Chiozza, 2005) .

Este bienestar, en la medida en que está sostenido por una negación, se trata de una situación ficticia a través de la cual el sujeto intenta procurarse placer. En ese sentido, Freud (1915c) plantea que un principio básico que rige la vida psíquica de un individuo es la búsqueda de placer y la evitación del displacer. El displacer estaría ligado al aumento de la excitación y el placer a la disminución de la misma. A esta modalidad de funcionamiento psíquico, Freud la llamó principio de placer por oposición al principio de realidad que estaría ligado a la posibilidad de adaptarse a la realidad para poder satisfacer las necesidades.

Gustavo Chiozza (2001) señala que “lo que llamamos principio de realidad no es otra cosa que un principio de placer mejorado, un principio de placer que, habiendo aprendido de la experiencia, atiende a la realidad a los fines de lograr una más acabada satisfacción de los deseos. A partir de esta obviedad, la tajante oposición entre la realidad y los deseos comienza a desdibujarse, dado que, en otras palabras, el principio de realidad no es otra cosa que el principio de placer del adulto, maduro y eficaz” (pág. 86).

Entendemos que es en este mismo sentido que Chiozza (2005) afirma que “el bienestar (y no la felicidad, que es la contrafigura ilusoria de la infelicidad) es algo más que el placer. El bienestar se obtiene como resultado de un proceso más complejo, que demanda el esfuerzo de un trabajo, y que supone una adecuada convivencia dentro de las ideas que pertenecen al organismo social del cual se forma parte, ideas que solemos llamar ‘ideas de una época’” (pág. 77).

Pensamos entonces que la sensación de bienestar que se obtiene mediante esta droga corresponde a una vivencia de felicidad ficticia que intenta contrarrestar una sensación de fracaso. Así, no sería un bienestar obtenido producto de un trabajo que, atendiendo la realidad, satisfizo una necesidad, sino que sería el producto de una ilusión.


b) La distracción y la pérdida de la memoria reciente

La pérdida de la memoria reciente forma parte de uno de los efectos mas notorios de la marihuana (Goodman y Gillman, 1988). Se puede evidenciar, por ejemplo, que durante un diálogo el sujeto pierde “el hilo” de la conversación y no recuerda lo que le dicen o lo que él mismo estaba hablando (Snyder, 1975).

La neurología entiende por “memoria reciente” o “memoria a corto plazo” a la capacidad de almacenar, por algunos segundos, la información recibida. Esta capacidad mnémica dura hasta que la atención del sujeto se ve interrumpida por otro estímulo (Cecil, 1988).

Freud (1911b) plantea que la atención es una función de la conciencia a los fines de “explorar periódicamente el mundo exterior” para anticiparse a la emergencia de la necesidad (pág. 225). Así, “esta actividad sale al paso de las impresiones sensoriales en lugar de aguardar su emergencia” (pág. 225). Plantea también que es probable que una parte de lo que llamamos memoria implique un “sistema de registro” donde se depositarían los resultados de esa actividad periódica de la conciencia (pag. 225).

La posibilidad de que la “información” permanezca “guardada” por más tiempo, parecería entonces depender de la importancia que el sujeto le da al estímulo que recibe, o sea, de la atención que le presta.

De este modo lo que se manifiesta como una perdida de la memoria seria, a nuestro entender, la expresión de una atención lábil y alternante entre los diversos estímulos y pensamientos a los que el sujeto está expuesto. Se comprende así que no pueda recordar (retener) aquello a lo que no ha estado prestando atención. Pensamos entonces que, en este caso, tanto la llamada “perdida de la memoria reciente” como la falta de atención, podrían corresponder a un mismo fenómeno: la búsqueda de la distracción.

Chiozza (1970j [1968]) establece como manifestaciones de una creciente “insuficiencia hepática“, una “línea” que va desde la distracción al letargo. La distracción implica una disociación y una negación de la idea junto con un aspecto disociado y dañado del yo; puede ser comprendida como una defensa frente a los estímulos que impresionan al yo y superan su capacidad para asimilarlos. En el sujeto que consume marihuana, como luego veremos, esta “línea” que va desde la distracción al letargo, se conserva hasta esta última manifestación.

Chiozza y Grus (1993a [1992]) plantean que para poder concretar un proyecto es necesario un adecuado equilibrio entre la capacidad de concentración y dilución. Si pensamos que se puede establecer una unidad de significado entre “dilución” y “distracción”, sería posible sostener que cuando al sujeto le resulta intolerable la concentración porque ésta lo enfrenta con su incapacidad para materializar sus ideales, buscaría incrementar, a través de la droga, la distracción que lo alivie.


c) Alteración en la ideación

La alteración en la ideación que induce esta droga, se manifiesta como un estado en el cual el sujeto tiene la sensación de que puede resolver numerosos problemas, tener ideas “geniales” y entender cosas complejas. Mabit (1997) ilustra este aspecto diciendo que el sujeto se “dilata en forma aérea” y “pierde el enraizamiento en la tierra”. Esto es lo que se describe como el clásico “delirio” asociativo de ideas o “divague” que tiene quien consume.

Freud (1908e [1907]) sostiene que el fantaseo obtiene su fuerza impulsora de los instintos insatisfechos, ya que cada fantasía es un cumplimiento de deseos, un intento de rectificar una realidad insatisfactoria. Siguiendo esta idea Dayen M. (2000) plantea que los sueños diurnos pueden funcionar tanto como refugio en la fantasía para negar la frustración o como medio para el trazado de “mapas” adecuados para un accionar eficaz.

Podemos comprender que la alteración en la ideación, que se presentaría como un “volar” y fantasear, estaría a los fines de lograr el alivio y la “liberación” del peso de aquello que cuando el sujeto está “con los pies en la tierra”, siente que no puede.

Chiozza (1970c[1964]) plantea que “se suele afirmar que los genios son aquellos que poseen ideas geniales, pero quizás sea más adecuado pensar que solamente son genios aquellos que, sin perder el contacto con esa riqueza de ideas inconcientes cuya materialización expone a un gran esfuerzo, poseen un hígado suficiente como para grabar sobre el bronce o la piedra, mediante un acto de re-creación siempre continuado, aquellas ideas traumáticas que tienden a ser destruidas por sus contemporáneos” (pág. 47)

Pensamos entonces que esta alteración en la ideación sería una expresión tanto del deseo de lograr la distracción como del anhelo de hallar contenidos valiosos que lo saquen de su impotencia para concretar sus aspiraciones. En este sentido también pensamos que el sujeto busca, a través de la droga, una “inspiración divina” que le permita alcanzar mágicamente, y sin ningún esfuerzo, aquellas ideas que lo saquen de la frustración.


d) Hilaridad

Darwin (1872) plantea que la risa esta causada, en la mayoría de los casos, por un acontecimiento chocante o incongruente que produce sorpresa, junto con un sentimiento más o menos marcado de superioridad (Darwin citado por Chiozza y colab.,1993g [1992]).

Freud (1905c), por su parte, afirma que la risa es un proceso de descarga de un monto de energía que estaba siendo utilizado en mantener un contenido reprimido.

Bergson (1924 [1939]) considera que la risa se desencadena a partir de la distancia con los afectos que dominan un vínculo o un suceso. Al respecto dice que cuando se puede asistir a la vida como espectador indiferente, los dramas se convierten en comedia. Así, sostiene que lo cómico, “para producir su efecto, exige como una anestesia momentánea del corazón” (pag. 14).

Para Chiozza y colaboradores (1993g [1992]) "la risa nace de la angustia y de la posibilidad de tomar distancia frente a ella. Implica dar un paso atrás y mirar una escena de peligro como si uno no participara en ella en el carácter de actor. Cuando podemos cambiar la perspectiva, distanciándonos de la situación angustiosa, nos podemos reír. La risa es una manera de sobrellevar la angustia y requiere del ingenio creativo” (pág. 263). Sostienen además que “toda vez que el proceso psíquico primario juega con los elementos del preconciente, aparece a la conciencia como cómico y mueve a risa” (pág. 263).

Si pensamos que el sujeto consume con la intención de disminuir la importancia de las cosas que lo afectan y así aliviarse de la angustia en la que se siente inmerso, sería posible plantear que la risa surge, por un lado, a partir de la sensación de haber superado esa angustia y, por el otro, por las ideaciones que le sobrevienen en las cuales establece relaciones y vínculos que se le presentan como absurdos e incoherentes. De este modo, el sujeto, quitándole la significancia a las cosas, parecería asistir a su vida como un espectador de sus propios dramas.


e) Alteración de las percepciones

La alteración de las percepciones que produce la marihuana consiste en un aumento en la sensorialidad. Snyder (1975) en su libro “Usos de la marihuana”, describe, por ejemplo, que la percepción visual aparece distorsionada de modo que los objetos se perciben con mayor profundidad o resaltados en sus bordes. Del mismo modo, la percepción auditiva, aparece más vívida. Se sienten cambios más sutiles en los sonidos y las notas musicales se perciben más puras e inteligibles. Los sentidos del tacto, gusto y olfato también resultan sensibilizados. De este modo las cosas se sienten más suaves, sedosas, o más ásperas e irregulares. Los olores se tornan más ricos y singulares y las sensaciones gustativas adquieren nuevas cualidades.

A partir del significado de la palabra “percepción”, que designa el acto de enterarse de la existencia de una cosa por los sentidos y “concepción” que alude al hecho de formar una idea o de empezar a experimentar cierto sentimiento (Moliner, 1986), Dayen, E. (2002) sostiene que “tanto ‘percepción’ como ‘decepción’ y ‘concepción’ son términos que parecen aludir a distintos estadios de un mismo proceso: La captación de lo que llamamos la ‘realidad ” (pág. 10).

Como planteamos anteriormente, ante una realidad que nos devuelve una imagen diferente de lo que nos habíamos imaginado surge el sentimiento de decepción. Chiozza (2005), a partir del significado de la palabra “decepción”, que es “desilusión” o “desengaño” sostiene que la decepción equivale a la curación de una ilusión, “es la consecuencia de un engaño y el engaño consiste en haber captado mal” (pág. 267). Si no se tolera la desilusión una posibilidad defensiva ante el dolor por tener que aceptar la pérdida de la ilusión sería, como ya mencionamos, la de responsabilizar paranoicamente al mundo por ello. Otra posibilidad sería la de intentar negar maníacamente la desilusión reforzando la ilusión.

Podríamos aventurar entonces la idea que esta alteración de las percepciones, que se presenta como una hipersensorialidad y que le permite al sujeto distinguir detalles y cualidades de las cosas antes desconocidos, podría simbolizar el deseo de afirmarse en su concepción de la realidad. Una concepción que ya presiente equivocada y que lo enfrenta con una insoportable desilusión.


f) Cambio en la vivencia del tiempo cronológico

Uno de los efectos que las descripciones coinciden que se presenta casi indefectiblemente en todos los consumidores es el referente a la distorsión en la noción del transcurso del tiempo cronológico. Bajo los efectos de esta droga el sujeto tiene la sensación que el tiempo parece transcurrir más lentamente; los intervalos de tiempo parecen subjetivamente elásticos, es decir que los minutos parecen horas y los segundos minutos (Goodman y Gilman, 1989; Snyder, 1975; Mann P., 1984; Goode, 1974).

Chiozza (2005) sostiene que vivir en forma el presente implicaría lograr hacerlo sin queja, sin reproche y sin culpa, en un espacio acotado por nostalgias y anhelos mesurados. En este sentido afirma que el carpe diem que nos invita a vivir cada día en un eterno presente “sólo puede ser concebido pensando en algo más que en vivir en un eterno presente, porque, (...) el presente actual sólo puede estar dotado de sentido (y de responsabilidad) en la medida en que obtiene su sustancia en la amalgama de la noción de un ayer con la noción de un mañana” (2005, pág. 221).

Nos parece comprender que la vivencia de enlentecimiento del tiempo que produce la droga puede corresponder al deseo de que la vida pase en “cámara lenta”. Pensamos que este deseo contiene la fantasía de poder tener más tiempo para captar aquellas cosas que no se pueden captar, para lograr madurar. Esta fantasía, que podríamos imaginarla como un deseo de vivir en un eterno presente se configuraría entonces como un carpe diem fallido en el cual el sujeto queda “detenido” sin posibilidad de avanzar.

Así, aquello que mencionamos anteriormente como el deseo de disminuir la importancia de las cosas, distraerse y no sentirse afectado por las exigencias y el apremio que el vivir impone y aliviarse mágicamente del “peso” de la realidad, estaría en relación directa, con la fantasía de enlentecer el tiempo.

A la luz de estas ideas creemos que sería posible pensar que una de las alteraciones que hemos descrito como producto del consumo a largo plazo, los efectos sobre el sistema reproductor, que pueden conducir a la infertilidad, podrían comprenderse como la expresión del deseo inconciente de permanecer detenido como “eterno adolescente” sin entrar en la etapa reproductiva.


g) Inyección conjuntival

La inyección conjuntival es uno de los efectos que se considera como uno de los criterios para determinar el consumo reciente (Goodman y Gillman, 1986). Si bien este efecto no parece formar parte de aquellos que el sujeto busca activamente, pensamos que, de todos modos, podemos comprenderlo a partir de las fantasías que venimos describiendo.

La oftalmología sostiene que la inyección conjuntival es ocasionada como resultado de la dilatación de los vasos sanguíneos de la conjuntiva, dando a la superficie del ojo la apariencia de enrojecimiento. Puede ser consecuencia de una irritación mecánica o de irritantes ambientales (como el aire extremadamente seco, exposición excesiva al sol), reacciones alérgicas o infecciones (Alezzandrini, 1996).

En este sentido sería posible pensar que los típicos “ojos rojos”, que produce la marihuana remedarían a los de una persona que ha estado expuesta a un agente irritante.

Chiozza (1970c[1964]) afirma que cuando “la idea no puede ser adecuadamente asimilada y materializada mediante un acto directo de incorporación, porque supera la capacidad hepática del yo para lograrlo, uno de los desenlaces es que la idea aturda, atonte, aletargue, ‘pudra’, destruya en cierta medida al yo” (pág. 47).

Si como planteamos, el sujeto recurre a la droga con el deseo de evitar la desilusión y obtener tanto la distracción como las ideaciones que lo saquen mágicamente de su impotencia, sería posible pensar que, bajo los efectos de la droga, estas ideaciones que se le presentan también le resulten traumáticas, ya que tampoco puede materializarlas.

Creemos que un equivalente visual del aturdimiento podría estar representado por un estado de fascinación. La palabra "fascinar" posee una connotación netamente visual. El diccionario la define como el dominio y la atracción irresistible que se ejerce sobre alguien con la mirada; posee además una relación con un poder mágico con el cual se puede ejercer un daño. En este mismo sentido también significa "Aojar, embrujar, hechizar, hacer mal de ojo". Son sinónimos "embobar", "encandilar", "hechizar", "hipnotizar", "maravillar", "seducir", "deslumbrar" (Moliner, M., 1991).

A partir de lo mencionado, la inyección conjuntival que produce la marihuana, puede ser comprendida como símbolo de un estado de fascinación en el que el sujeto se siente inmerso. Este estado surge como defensa frente al impacto traumático con los estímulos ideales pero lo mantiene atrapado como en un “hechizo” que lo termina perjudicando.


h) Somnolencia y Síndrome amotivacional

Luego de un primer momento de euforia, la droga produce somnolencia y sueño (Goodman y Gillman, 1988). Podemos comprender a la somnolencia como una manifestación del letargo y, tal como lo plantea Chiozza (1970c [1964]), como una defensa frente a los estímulos ideales que amenazan con desorganizar al yo cuando la distracción ya no resulta suficiente.

Cuando el sujeto, fijado en este conflicto, incrementa el consumo en frecuencia y duración, se aleja cada vez más de alcanzar y materializar su crecimiento y desarrollo. De este modo sus ideales se le vuelven progresivamente más traumáticos y persecutorios.

El llamado “Síndrome amotivacional” que incluye la apatía, la falta de motivación y la pérdida de la voluntad e interés por todo lo que lo rodea (Goodman y Gillman, 1989; Goode, 1974; Ziher, 2003, Mann, P.,1984), representaría, a nuestro entender, la depresión frente a la desilusión por el fracaso de la manía a través de la cual intentaba superar el sentimiento de insuficiencia. Un sentimiento que vuelve, inevitablemente, en forma de apatía y falta de motivación. Se constituye entonces como un retorno de lo reprimido, una vuelta de aquellas sensaciones que el sujeto había querido eliminar; es el “lugar” desde donde “parte” y aquello que necesita negar a través del consumo .


i) El hambre

Se ha descrito que luego del consumo de esta droga, cuando sus efectos ceden, deviene una sensación de hambre intensa (Goodman y Gillman, 1989; Goode, 1974; Mann, P.,1984).

Chiozza (1970c[1964]) sostiene que el hambre, es la manifestación de una destrucción presente que se vive como “algo” que come de mi y deviene ante la carencia del aporte externo.

El autor plantea que para el proceso de materialización se requiere incorporar y asimilar tanto ideas como materia. Así, diferencia, esquemáticamente, una primera fase en la cual se asimila la idea, de una segunda, en la cual surge la necesidad de reponer la materia. Esta segunda fase, que hace posible la continuidad del proceso de materialización, tendría una privilegiada representación en el comer (Chiozza, 1970c[1964]).

Pensamos que el sujeto, al finalizar el efecto de la droga, que lo mantenía fascinado y entretenido en ideaciones y percepciones, se reencontraría con la frustración y la carencia que deseaba negar. Esta carencia sería vivida entonces como la falta de aporte externo y se manifestaría como un apetito intenso.

En ese sentido, siguiendo la idea que plantean Chiozza y colaboradores (1997e [1996]) en el trabajo sobre “Las fantasías adiposas en al obesidad”, sería posible pensar que dicho apetito sería producto de una confusión inconciente por la cual el sujeto “sustituye la acción eficaz (..) para lo que no se siente capaz, por otra para la que sí se siente capaz pero que resulta ineficaz para resolver la frustración” (pág. 151) y así cree que lo que necesita para materializar es incorporar alimento.


Síntesis y conclusiones

Comprendemos que el sujeto que consume marihuana está “atrapado” en un conflicto que le impide realizar un cambio en la modalidad de vínculo con los objetos de su entorno. Un cambio que no puede realizar porque intenta encarar la vida desde un esquema que, para satisfacer sus nuevas necesidades, le resulta anacrónico. Las dificultades que la vida le impone en la realización de sus deseos lo enfrentan entonces con un sentimiento de debilidad e impotencia que le despiertan la vivencia de decepción. Esta situación le exige la necesidad de hacer un duelo por su verdadera capacidad.

Frente a la imposibilidad de hacer este duelo, el sujeto recurriría a la droga con el deseo de negar la desilusión y disminuir la importancia del drama que vive y lo agobia. De este modo, distrayéndose y haciendo las cosas más “livianas” y frívolas busca calmarse, tranquilizarse y no pensar en las dificultades que no sabe cómo resolver. Así, hemos comprendido que los distintos efectos de la droga abonarían en este sentido.

Interpretamos que la alteración de las percepciones correspondería al deseo de conservar una concepción de la realidad que presiente equivocada; la alteración en la ideación, al intento de encontrar a través de una “inspiración divina” ideas o proyectos que lo saquen mágicamente de la impotencia; la risa, aludiría al tomar distancia y superar maníacamente el drama que lo afecta y, finalmente, el cambio en la vivencia del transcurso del tiempo, simbolizaría el deseo de que la vida pase en cámara lenta para disminuir, de este modo, las exigencias y el apremio que el vivir impone. Desea así, tener más tiempo para captar aquellas cosas que no puede comprender y poder concretar, de este modo, su crecimiento y maduración.

En la planta, la resina que contiene el THC tiene la función de protección contra el calor y la humedad a los fines de la reproducción. Esta protección le da tiempo para permitirle madurar y reproducirse. Pensamos que cuando esta función, que forma parte de la interioridad de la droga, se une con la interioridad de un sujeto que cree que necesita disminuir los estímulos ideales (que él mismo proyectó en el mundo) porque no se siente capaz de materializarlos, ambas interioridades se combinarían de modo tal como para generar la fantasía mágica de que esa ilusión es posible. Pero este modo que tiene el sujeto de defenderse de sus propias exigencias ideales tendería, al contrario de lo que le sucede a la planta, a mantenerlo encerrado en su mundo de fantasías, sumiéndolo en un estado de inmadurez que remeda la figura de un “eterno adolescente”.



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