martes, 5 de julio de 2011

NOTAS PARA LA COMPRENSIÓN DEL SIGNIFICADO DEL LÉNTIGO SOLAR

María Estela Bruzzon

Dario Obstfeld



Introducción

Prácticamente todas las personas tienen lesiones pigmentarias en su piel. La inmensa mayoría de ellas son lesiones benignas, entre las que se encuentran los léntigos.

Nuestro interés por esta alteración en la piel nos llevó a realizar estas notas con la finalidad de intentar comprender algunos posibles significados concernientes a esta patología y específicamente a los léntigos solares.


A- Algunos conceptos básicos acerca de la piel, el léntigo solar y la melanogénesis.

I- Breve descripción de la piel

La piel está constituida por tres capas histológicas: la hipodermis, la dermis y la epidermis.

La hipodermis es una capa de tejido conjuntivo laxo cuyas fibras colágenas y elásticas se continúan en la dermis.

La dermis es un tejido fibroso constituido por haces conjuntivos entrecruzados, fibras elásticas y musculares lisas que se disponen en estratos. A diferentes niveles de la dermis se encuentran los folículos pilosos y las glándulas sudoríparas y sebáceas.

La epidermis forma una capa celular que cubre toda la superficie externa del cuerpo dependiendo de ello la mayoría de las funciones específicas de la piel (Fawcett, 1989). Este epitelio está compuesto por dos sistemas, uno queratinizante (capa córnea) y otro pigmentario; además se hallan presentes dos tipos celulares diferentes: las células de Langerhans y de Merkel.

Las células de la capa córnea se originan por la actividad mitótica de la capa basal de la epidermis que se nutre por difusión de los vasos sanguíneos del tejido subyacente. A medida que las células van madurando elaboran queratina que se acumula en su interior. Cuando alcanzan la superficie córnea la queratinización se ha completado ocupando este polipéptido prácticamente todo el citoplasma; la célula muere y desaparece su núcleo y los demás orgánulos. Se forma un residuo celular que se desprende de la piel; estas células son sustituidas de manera continua por otras en un proceso que dura entre 15 y 30 días. En las mucosas y semimucosas no hay capa córnea (Fawcett, 1989).

El epitelio pigmentario está constituido por los melanocitos que son células de origen neuronal cuya función es generar y secretar gránulos de melanina, llamados melanosomas, que son luego “captados” por los queratinocitos de la capa córnea. Mas adelante volveremos sobre este tema.


II- El Léntigo

Con el nombre de “léntigo”, término que deriva de latín lens, que significa “lenteja” (Stedman, 1993), se denomina a una patología de la piel que se presenta como una o varias pequeñas manchas de color pardo, circunscriptas, compuestas por una elevada cantidad de melanocitos epidérmicos.

A esta patología se la puede clasificar en tres tipos básicos: léntigo simple, léntigo solar y léntigo maligno .

Describiremos sintéticamente las formas simple y maligna para detenernos en el léntigo solar que es motivo de esta presentación.


a) El léntigo simple

El léntigo simple se manifiesta como una mácula parda que puede ser congénita o adquirida, compuesta, como dijimos, por una prolife¬ración localizada de melanocitos epidérmicos. Las manifestaciones de esta patología incluyen lesiones aisladas en piel, lechos ungueales y mucosas, el síndrome de léntigos múltiples (Leopard), síndrome de Peutz-Jeghers, síndrome Lamb y la lentiginosis centrofacial . (Fitzpatrick y colaboradores, 1988)

La etiología de esta afección es desconocida. Se han propuesto algunas hipótesis que sugieren influencias significativas de factores genéticos, aunque no se dispone de estudios sistemáticos.

Fitzpatrick y colaboradores (1988) sugieren que la presencia de macroglóbulos de melanina en los melanocitos y los queratinocitos del léntigo simple, pueden ser la consecuencia de una melanogénesis aberrante y de disfunción melanocítica.

Los léntigos simples pueden aparecer en cualquier momento de la vida sin relación directa a la exposición solar, por lo tanto, se manifiestan tanto en zonas expuestas como aquellas que están protegidas, como ser los genitales, las palmas y las plantas de los pies.

Histopatológicamente consiste en una proliferación de melanocitos de aspecto normal en la capa basal de papilas epidérmicas elongadas, por lo común sin proliferación focal ni formación de nidos (Ibid).

Existen también algunas formas atípicas del léntigo simple, de localización acral y mucosas, que pueden tener un papel precursor para los melanomas surgidos en dichas localizaciones.


b) Léntigo solar

El léntigo solar se presenta como máculas uniformes de color amarillo claro, marrón claro u oscuro. Suelen ser múltiples, crecen con lentitud y tienen tendencia a confluir. Son de mayor tamaño que las manchas del léntigo simple, con contornos irregulares y bien delimitados .

La población en la que se manifiesta esta patología es, en un 90% de los casos, en individuos de raza blanca mayores de 60 años de edad; quizás por esta particularidad se lo llamó al léntigo solar, léntigo senil. Sin embargo, estudios más recien¬tes dieron cuenta de la aparición de estas lesiones en individuos que transitaban la tercera década de la vida, sin otra patología asociada. Otra denominación con que se conoce al léntigo solar es el de “manchas hepáticas” pero no hemos hallado en la bibliografía consultada los motivos fisiopatológicos que justifiquen este calificativo.

Los estudios con microscopio electrónico revelan abundantes complejos de melanosomas en los queratinocitos siendo los primeros de mayor tamaño que los que hay en los queratinocitos de la piel adyacente. En compara¬ción con los melanocitos de la piel protegida del sol, los melanocitos del léntigo solar revelan mayor actividad .

Estas lesiones se localizan en zonas expuestas al sol, como cara, manos y antebrazos, generalmente asociadas a otras manifestaciones cutáneas de fotoenvejecimiento por efecto de la radiación ultravioleta (UV). Si bien tras cesar la exposición a la radiación solar pueden aclararse ligeramente, las manchas de léntigo solar habitualmente persisten indefinidamente .

La dermatología considera que las personas que después de la exposición natural a la luz del sol por un tiempo prolongado habitualmente se queman y se broncean escasamente, tendrían mayor riesgo de desarrollar léntigo solar; en cambio, los individuos muy pigmentados tienen menor riesgo de padecer esta afección. Sin embargo, se producirán léntigos en casi cualquier individuo con dosis suficientemente elevadas de exposición a la radiación UV (Fitzpatrick y colaboradores, 1988).

Por otro lado, si bien a partir de los 25 años, la densidad melanocítica de la piel se reduce de 15 a 20% cada 10 años, los melanocitos de la piel expuesta a la radiación UV revelan, en forma constante, una densidad dos veces mayor en compara¬ción con la que no tuvo exposición. Sin embargo, el aumento de la densidad de los melanocitos en respuesta directa a la radiación UV no explica totalmente la naturaleza localiza¬da única de las proliferaciones melanocíticas en los léntigos solares ni su aparición en algunos individuos y su ausencia en otros. Es posible, sostienen algunos investigadores (Hafner C. y colaboradores, 2009) que exista una susceptibilidad genética para el desarrollo de léntigos solares en respuesta a la radiación UV aguda o crónica y que los melanocitos en estas proliferaciones circunscriptas estén permanentemente alterados.

En 1950, Cawley y Curtis (citado por Fitzpatrick, 1988) diferenciaron al léntigo solar como entidad nosológica por presentar caracteres diferenciales. Montagna y colaboradores (Ibíd.) resaltaron la proliferación simultánea de queratinocitos y melanocitos los que conservan su tamaño y sus detalles citológicos normales cuando se comparan con la piel adyacente. Además se ha demostrado la presencia de papilas epidérmicas alongadas.

Por otro lado, mas allá de la exposición a la dosis total de radiación UV, la susceptibilidad individual (incluyendo raza, edad y reacción de pigmentación y/o de quemadura a la luz solar) influyen sobre la prevalencia y la intensidad de las lesiones. Esto nos da lugar a pensar que la exposición a la radiación UV sería una condición necesaria pero no suficiente para la aparición de estas lesiones.

La etiopatogenia y evolución de esta patología no es del todo precisa; algunas investigaciones (Hafner C. y colaboradores. 2009) plantean una base genética común (mutaciones genéticas) entre el léntigo solar y la queratosis seborreica; otras, en cambio consideran que estas dos entidades pertenecen a diferentes lesiones.

En relación a la evolución, en general no reviste otra consecuencia que la estética ya que, como dijimos, sólo tienden a aumentar su número y a confluir; también se ha planteado un posible desarrollo hacia un melanoma a partir de la aparición de atipías en los melanocitos de algunos léntigos solares, lo que ha supuesto su posible relación con el léntigo maligno, aunque esta vinculación no ha sido demostrada (Fitzpatrick y colaboradores, 1988).


c) Léntigo Maligno Melanocítico

El léntigo maligno melanocítico, constituye aproximadamente el 5 % de los melanomas. Afecta a personas de edad avanzada y se localiza principalmente en zonas fotoexpuestas (cara, cuello y dorso de manos). No se sabe a ciencia cierta cual podría ser el principal agente etiopatogénico de esta afección. Se ha considerado la idea el efecto acumulativo de las radiaciones solares podría propiciar esta afección aunque, como mencionamos, ésta relación no está suficientemente comprobada ya que también se sostiene que pueden participar otros factores.

El léntigo maligno melanocítico se inicia como una mácula plana, hiperpigmentada, de tonos marrón, gris y negro, con crecimiento periférico (crecimiento radial) y contornos muy irregulares. En algún momento, tras un periodo de latencia de varios años, comienza a invadir en profundidad y aparecen sobre su superficie áreas focales de pápulas o nódulos (crecimiento vertical) que puede alcanzar un tamaño de 3 a 20 cm o más y hacer metástasis.


III- La Melanina

Los pigmentos endógenos son sustancias que poseen un determinado color propio. Se presentan en forma de gránulos intracitoplasmáticos , como la melanina, o de manera soluble que imbiben difusamente los tejidos. Ejemplo de éste último son los pigmentos lipocromos, liposolubles, que le dan el color amarillo al tejido adiposo o la bilis.

Las células encargadas de producir melanina (de mélas, negro) se denominan melanocitos. Se originan en la cresta neural a partir de la cual, en forma de melanoblastos , migran a tres sitios: la piel (epidermis y bulbos pilosos), el ojo (epitelio pigmentado que rodea la retina, coroides e iris) y ciertas zonas del sistema nervioso (médula espinal, en la estría vascularis del oído interno, y el locus ceruleus y la substantia nigra del cerebro).

Existen tres tipos de melanina: La neuromelanina, la feomelanina y la eumelanina.

La neuromelanina es el pigmento oscuro presente en las neuronas que recubren cuatro núcleos del cerebro: la pars compacta de la subtantia nigra, parte del locus cereleus, el núcleo dorsal motor del nervio vago y la parte media del núcleo del puente de Varolio. La mayoría de los melanocitos hallados en sitios extracutáneos son comparables a los melanocitos dérmicos pero no liberan su melanina hacia las células circundantes (Fitzpatick y colaboradores, 1988).

La feomelanina produce una tonalidad rojo a amarillo y se encuentra en grandes cantidades en el cabello rojo y en los labios, pezones, glande y vagina.

La eumelanina se encuentra en la piel y el cabello y su concentración le dan a éste último la coloración marrón oscuro a negro . En los humanos es abundante en la gente con piel oscura.

La melanina es el determinante del color de la piel. Se sintetiza a partir de la Tirosina , formando una sustancia pigmentaria que se acumula en vesículas denominadas melanosomas; luego éstos son segregados hacia otras células de la piel, los queratinocitos, localizados en la epidermis. Así, establecen una “relación simbiótica única con las células de Malpighi formadoras de queratina (o queratinocitos)”. (Fitzpatick y colaboradores, Pág.344). Allí, los melanosomas se acumulan sobre el núcleo celular, con la función de proteger el ADN nuclear de cualquier mutación causada por la ionización o radiación que provocan los rayos ultravioleta del Sol.

Esta particular reacción permite considerar a la melanina como un agente protector frente a la radiación ultravioleta. Posee, además, el poder de captación de radicales citotóxicos. En ese mismo sentido de ser un elemento protector, estudios recientes sugieren que este polímero podría tener funciones en la inmunidad innata de los invertebrados; esto se llevaría a cabo a partir del encapsulamiento en melanina del agente patógeno. La posterior formación de radicales libres dentro de la cápsula ayudan a su eliminación.

La melanina dérmica es producida por los melanocitos influidos por dos hormonas: la Melanocito Estimulante (MSH) (hipofisaria) y la Melatonina (MT) (pineal).

Si bien todos los seres humanos poseen concentraciones similares de melanocitos en su piel, existen variaciones en la coloración de los individuos según los diferentes grupos étnicos a partir de una mayor o menor producción de melanina.

La actividad de los melanocitos está determinada por las características de los melanosomas y de la actividad de las enzimas que participan en la síntesis de melanina. Además, influye en este proceso la capacidad de los melanocitos de transferir el pigmento a los queratinocitos. La densidad de los melanocitos es variable dependiendo de la región anatómica siendo mayor en la región genital .

La pigmentación melánica de la piel humana está condicionada por un lado, por el color constitutivo de la piel -que es la cantidad de pigmentación melánica cutánea según el genotipo que corresponde a las partes de la piel que habitualmente están protegidas de la luz solar- y por el otro, por el producto del encuentro entre la radiación UV y la reacción de la piel. Esta tonalidad incluiría el bronceado inmediato de corta duración y las reacciones de bronceado tardío. (Fitzpatick colaboradores, 1988)

Las personas cuyos ancestros vivieron por largos periodos en regiones cercanas al ecuador generalmente tienen cantidades mayores de eumelanina en su piel. Esto hace que su piel se vea café o bien negra, que los protege de largos periodos a la exposición solar; en cambio, las personas de tono de piel mas clara, están menos protegidas de los rayos solares. La piel oscura, con mayor cantidad de melanosomas, también tiende a permanecer más flexible y sólo muestra unas cuantas líneas de expresión con el paso del tiempo.

Los cuadros patológicos de hiperpigmentación melánica se dividen en dos categorías básicas: la hiperpigmentación melánica difusa y la local. A cada una de ellas pertenecen numerosas entidades clínicas , .

En ambas, la hiperpigmentación sucede como consecuencia de dos mecanismos: el aumento de la producción de melanina en la epidermis y la incontinencia de melanina en los melanocitos. En este último proceso la liberación del pigmento sucede por trastorno de su transferencia a los queratinocitos o por lesión de la capa basal de la epidermis.

En la melanosis del léntigo solar, la radiación ultravioleta, desencadena el primer mecanismo. En este caso se han podido distinguir diversos factores, entre ellos: proliferación e hipertrofia de melanocitos, incremento del número de melanosomas, aumento de la actividad de la tirosinasa, e intensificación de la transferencia de melanina .


IV- Algo más sobre la melanogénesis y la radiación UV

El sol emite energía en forma de ondas electromagnéticas. La energía luminosa que llega a la superficie terrestre está constituida por un 56% de rayos infrarrojos (800 a 5000 nm), 39% de luz visible (400 a 760 nm) y 5% de radiación UV (290 y 400 nm) ,.

Jablonski y Chaplin (2002) en una interesante investigación acerca del color de la piel del hombre, destacaron que desde hace muchos años se sabe que no se distribuye al azar sino que las personas que viven cerca del ecuador, tienen la piel más oscura que los que su hábitat se aleja de él. Recientes datos epidemiológicos y fisiológicos indican que la distribución mundial del color cumple con la finalidad de regular los efectos de la radiación ultravioleta sobre nutrientes fundamentales para el éxito reproductivo.

Desde una perspectiva evolucionista sostienen que la pigmentación de la piel está vinculada a la piel lampiña. Observaron que, la cara, las manos y los pies de los chimpancés no están cubiertos con pelos. Estas zonas son de una coloración rosada y contienen melanocitos, y se llenan de manchas con el paso de los años a causa de la exposición a los rayos UV. Concluyeron que al quedarse los seres humanos sin el pelo que les cubría la mayor parte del cuerpo , la capacidad de la piel de producir melanina adquirió una importancia nueva. La melanina, afirman, “es el protector solar natural : se trata de una macromolécula orgánica que cumple el doble propósito de filtrar física y químicamente los efectos nocivos de las radiaciones UV; absorbe los rayos UV, haciéndoles perder energía, y neutraliza los productos químicos -los radicales libres- que se forman en la piel después de la acción lesiva de la radiación UV” (Pág. 58).

Se plantearon que la presión evolutiva no pudo ser tan intensa como para que la mera protección de la piel explique el color oscuro de ese tejido y se preguntaron, entonces, del papel de la melanina en la evolución el ser humano.

Apoyándose en una serie de investigaciones concluyeron señalando que el color de nuestra piel ha evolucionado en una suerte de fino compromiso entre la tendencia hacia la tonalidad oscura para evitar que la luz solar destruya un nutriente fundamental, el folato, y la tendencia hacia la tonalidad clara para promover la producción de vitamina D.


- La conexión con el folato

En 1978 Branda y Eaton (citado en Jablonski y Chaplin 2002) publicaron un artículo en el que consignaban que las personas de piel clara o simplemente el suero sanguíneo humano que se había expuesto a una intensa luz solar simulada, presentaban en la sangre niveles anormalmente bajos de hasta un 50 por ciento de folato, una vitamina B esencial.

Dos años después, en 1980, Stanley y Bower (citado por Jablonski y Chaplin 2002), manifestaron que la deficiencia de folato en las mujeres embarazadas guardaba relación con un riesgo elevado de que el feto sufra defectos del tubo neural, como la espina bífida.

Jablonski y Chaplin (2002) señalaron que, a la importancia del folato para prevenir los defectos del tubo neural, se añadía el valor de esta molécula en la síntesis del ADN durante la división celular y para todo proceso que implique una proliferación celular rápida, como la espermatogénesis .


- La conexión con la vitamina D
Sabemos que la luz solar promueve los procesos de fotosíntesis en las plantas que hace posible la conversión de materia inorgánica en materia orgánica. En los humanos, la exposición a la luz solar estimula la producción de vitamina D.
Los altos niveles de melanina cutánea que actúan, por un lado como un protector solar natural, podría, por otro, determinar en el sujeto riesgos de padecer una deficiencia de vitamina D propio del raquitismo u osteomalacia por deficiencia del calcio ya que ésta última es necesaria para su absorción.
La respuesta a esta supuesta contradictoria relación entre los rayos UV y la melanina, el folato y la vitamina D, para la mejor sobrevida del ser humano, Jablonski y Chaplin (2002) la hallaron al advertir que las personas de piel oscura adaptadas a las zonas tropicales, reciben de ordinario suficiente radiación UV durante el año para que la radiación penetre en la piel y produzca vitamina D. En cambio esta situación no acontece lejos de los trópicos, donde las personas están expuestas a menor radiación solar y su pigmentación es menor.
Otra observación interesante de estos autores les permitió comprender el motivo por el cual las mujeres de todas las poblaciones tienen de ordinario una piel más clara que los hombres. Postulan la idea que la piel de las mujeres, que tienen mayores necesidades de calcio en su vida reproductora, sobre todo durante el embarazo y la lactancia, permita una mayor penetración de rayos ultravioletas en su piel y aumente con ello su capacidad de producir vitamina D.



B- Acerca del significado de léntigo solar


I- Breve referencia al significado de la piel

Recordemos brevemente los conceptos que Chiozza y colaboradores (1991i [1990]) destacan acerca de los significados de la piel a partir de sus cuatro funciones básicas.

Señalan que como superficie de contacto, “la piel es siempre fuente a la vez de sensación y percepción” (Ibíd., Pág., 172). Apoyándose en ideas de Freud sostienen la existencia de un impulso a entrar en contacto “piel a piel con otra persona”, impulso que es un componente importante de la pulsión sexual. Además encuentran que la vinculación entre “cariño”, “caricia” y “carencia” los conduce a sostener que “los sentimientos de nostalgia y añoranza están en lo que fue la idea original de “cariño”, como un “deseo doloroso de regresar o una pena de ausencia” (Pág. 173).

En la medida que la piel recubre toda la superficie del cuerpo y cumple la función fisiológica de envoltorio, adquiere para el psiquismo la representación de continente. Al mismo tiempo en tanto la piel rodea y aísla al sujeto conformando un límite a partir del cual todo lo exterior se considera “mundo” y lo que permanece dentro es el “yo”, aporta a la construcción del esquema corporal y al sentimiento de identidad.

Además, destacan la importancia de la piel en su función simbólica de autorepresentación del sujeto, fundamentándose para ello en ideas de Portman quien considera que, “la variaciones de la apariencia atestiguan variaciones de la interioridad” y constituyen la manera propia de presentación de cada forma viviente. La imagen representa algo esencial de aquello “otro”, más “completo”, que permanece oculto. La forma de un ser vivo, en este sentido, tanto en su valor funcional como estético, “es un elemento portador de señales”, es decir, su “presentación” encierra siempre un significado (Ibíd., Pág. 177).


II- El léntigo solar

a) El sol y la vitalidad

Como hemos dicho, el léntigo solar se caracteriza por una hiperproducción melánica vinculada a la exposición a la radiación UV cuya fuente de radiación natural es el sol.

Desde la antigüedad el sol representa la fuente principal de la vida, al padre y el principio generador masculino. Cirlot (1995) comenta que el núcleo del simbolismo solar es el de una fuerza heroica y generosa, creadora y dirigente. Dentro de la iconología se lo representa como un joven rubio y gallardo, al que lo rodea un gran resplandor; en su mano una antorcha encendida. Para el autor la juventud que se muestra en la iconografía es una manifestación de que esas cualidades nunca envejecen. Es así, símbolo de lo inmutable y perenne (Morales y Marin, 1984).

La luz, por su parte, es símbolo de la vida y de la felicidad. En su vinculación con el sol, la luz solar, simboliza la inspiración y la visión espiritual. La luz se encuentra siempre por su delimitación con las tinieblas que, por oposición, aparece generalmente como símbolo del desconocimiento y del anquilosamiento espiritual, de áreas y estados moralmente infradesarrollados o inferiores, de la muerte, de la desgracia o también de lo “secreto”. La representación de un ascenso desde la oscuridad hacia la luz, juega, para muchos pueblos, un papel importante tanto en relación con el desarrollo de la humanidad en conjunto como con el desarrollo individual (Rioduero, 1978).

En términos del esquema del aparato psíquico planteado por Chiozza (1970ª), la luz solar, a través de sus rayos, se prestaría adecuadamente para representar, a aquellos estímulos ideales que permanecen vivos y que retornan constantemente a lo largo de la vida.

Por lo tanto, pensamos que el sol, y por extensión, la luz solar, por sus características simbólicas, estaría vinculada a la vitalidad. Con el término “vitalidad” se describe a la cualidad de lo vital, a la condición necesaria, la aptitud o el impulso para seguir viviendo (Gómez de Silva 1985; Moliner, 1992); es decir, aquello que permite mantener vivas las "ganas".



b) La función melánica como barrera de protección

En Más allá del principio de placer (1920g) Freud representa esquemáticamente al organismo vivo como una vesícula indiferenciada de sustancia estimulable. Considera que dicha partícula de sustancia viva sería aniquilada por la energía del mundo “exterior” si no estuviera provista de una “protección antiestímulo” (Pág. 30) que le permite regular su intensidad evitando que se vuelvan traumáticas. Para alcanzar ese objetivo la superficie se volvería “inorgánica” y así, gracias a esa protección, sólo una fracción de la intensidad de los estímulos alcanzan los estratos contiguos.

Este mismo esquema Freud lo utiliza respecto de las excitaciones internas que podrían producir grandes montos de displacer. A los fines de esta defensa el aparato tenderá a tratar estas excitaciones como si provinieran del “exterior”.

Chiozza y colaboradores (1991i [1990]) consideran que, por “la capacidad de la piel de regular la transferencia de sustancias químicas y agentes infecciosos hacia la dermis y prevenir la rápida pérdida de agua de la epidermis hacia el medio ambiente, se presta adecuadamente para representar una “barrera” de protección ante los estímulos” (Pág. 167).

Podemos establecer, entonces, un paralelismo de significación entre los estímulos ideales “solares” y el concepto de “protección antiestímulo” planteada por Freud (1920g). En este contexto, la producción melánica que, como mencionamos páginas atrás, tiene la función primaria de proteger a la piel del daño solar, cumpliría la función de barrera de protección antiestímulo.

Si pensamos que la melanogénesis podría tener el significado general de una defensa normal, una hiperproducción de la función melanocítica, podría interpretarse como una defensa de tinte paranoico frente a una excitación, representada por la radiación solar, ante la cual el sujeto se siente expuesto y de la que debe protegerse a los fines de no dañarse.

Por otro lado, el bronceado de la piel, más allá de las connotaciones que tiene en relación a la protección de los rayos solares, brinda un tipo particular de atractivo, relacionado también con la vitalidad que, por oposición a la palidez mortuoria, parecería tener la intención de contribuir a la atracción del objeto erótico .

Tengamos en cuenta que los ciclos de luz-oscuridad influyen en la producción de dos hormonas, la melanocito estimulante (MSH) y melatonina (MT), vinculadas al aumento de la melanina y a la sexualidad.

La luz, por un lado, estimula la hormona MSH hipofisaria que, a su vez, estimula la producción de melanina en la piel; por el otro, inhibe la secreción de la hormona MT, por parte de la pituitaria. Al ser esta última hormona un inhibidor general, la inhibición de la secreción por influencia de la luz, determina que aumenten los niveles de hormonas gonadotróficas para dar lugar a los distintos procesos relacionados con los ciclos reproductivos en la mujer. En condiciones de oscuridad, se estimula la producción de MT funcionando como un inhibidor de la secreción de dichas hormonas y, además, como inductor del sueño (Cecil, 1986).

Estos complejos procesos fisiológicos, junto al hecho que en condiciones normales se observa hiperpigmentación en las zonas de la piel especialmente vinculadas al ejercicio de la sexualidad, dan cuenta de la íntima relación entre los ciclos de luz-oscuridad, la pigmentación melánica y la sexualidad. Además recordemos que la contemplación de los lunares en la piel es un componente de la excitación sexual (Chiozza, 2007a [1986-1997-2007]).

Otro punto de anclaje que hemos hallado en esta misma dirección, está dado por la vinculación entre la producción melánica y la de los folatos.

Páginas atrás señalamos que la pigmentación melánica protege de la destrucción de folatos y que éstos son necesarios para el cierre del tubo neural durante la gestación; además se presenta como una molécula imprescindible en la síntesis de ADN durante la división celular, como así también en la espermatogénesis. Esto nos ha llevado a pensar en la coparticipación de la producción melánica con relación a la reproducción, situación que no sólo avala sino que además sustenta las anteriores observaciones sobre la pigmentación en relación a la búsqueda del objeto erótico, la posibilidad de reproducción y el desarrollo normal del feto.

Todos estos procesos: búsqueda del objeto erótico, reproducción y desarrollo fetal, pertenecen a una época de la vida que habitualmente se la asocia, en la fantasía, a la genitalidad y a la juventud como si estos fueran sinónimos de vitalidad.


c) Las manchas

Recordemos que la característica morfológica del léntigo está caracterizada por la presencia de manchas hiperpigmentadas.

La palabra “mancha”, del latín “macula”, describe a una zona o superficie de una cosa de destinto color o de distinto aspecto. También se refiere al “dibujo formado sobre una cosa por la suciedad que cubre parte de ella” (Moliner, 1986). En otra de sus acepciones, significa “afrenta”, “deshonra” o “vergüenza” que cae sobre alguien; así, en este último sentido se vincula a la conducta moral (Real Academia, 2005). Quien posee una conducta deshonrosa o digna de vergüenza, se lo asocia con la vivencia de estar o sentirse manchado. Por el contrario, a la persona que mantiene una conducta moralmente adecuada se la describe como inmaculada o sin manchas (Moliner, 1986).

La moral, como conjunto de mores o costumbres, se refiere a aquello relativo al discernimiento entre el bien y el mal, a lo bueno o lo correcto en el comportamiento o en el carácter, a lo ético. Profundizando en este concepto Chiozza (2000e) plantea que a partir de la idea de Weizsaecker del pentagrama pático que, “de aquello que no es pero se quiere, se debe, se tiene que, se es capaz de, o se puede ser, de aquello que falta ser, surge la noción de una falta, en el sentido ético o moral, que engendra el sentimiento de culpa como exacta contrafigura del sentimiento de autoestima” (Pág. 79).

Freud (1916d; 1923b) sostiene la idea de la existencia de un sentimiento de culpa inconciente que precede y justifica la culpa por el delito cometido. Dicha culpa proviene de la diferencia entre lo que el yo lleva a cabo y lo que el ideal de ese yo le exige.

Chiozza (2011) va un paso más allá en la comprensión de la vivencia de culpa y considera que no deriva simplemente de los actos que no hemos realizado sino que “es una construcción más compleja a la cual muchas veces recurrimos cuando nos sentimos atrapados por el dolor de no poder” (Pág. 6). En este sentido sostiene que las vicisitudes del poder o no poder, están en relación a una ecuación siempre relativa entre el tenor de la intensidad del estímulo ideal y la capacidad yoica para materializarlo.

Recordemos que en el esquema del aparato psíquico propuesto por Chiozza (1970a), el estímulo impacta al yo “destruyendo”, al modo de un catabolismo, una parte de éste. Luego, el yo tendrá la tarea de “rellenar” con sustancia la huella que el impacto del estímulo ha impreso en él. Dicho proceso comporta necesariamente un duelo por aquellos aspectos del ideal que no pueden llegar a ser materializados y por aquellos aspectos del yo perdidos al producirse la materialización.

Si el estímulo supera la capacidad yoica de materialización, esta insuficiencia yoica relativa a la magnitud del estímulo, lo desorganiza conformando un núcleo disociado que contiene el ideal en calidad de ideal del yo o superyo. La diferencia entre lo que el yo puede materializar y lo que el ideal “propone” es vivido como una falta de la que el yo intenta defenderse a partir de tres mecanismos básicos: manía, melancolía y paranoia.

Siguiendo lo antedicho, quizás podamos pensar que todas las manchas de léntigo, independientemente de su etiología, representarían vivencias que son sentidas con carácter culposo . Tal vez esto es lo que ha llevado a la expresión popular “qué le hace una mancha más al tigre” , como expresión de lo inadvertido que pasaría un nuevo acto indebido a quien mantiene una conducta inmoral.

Creemos así, que habría una comunidad de significación en todas las manchas melánicas patológicas, producidas por el sol, en relación a un conflicto actual que representaría simbólicamente a un tipo particular de deseo, vinculado a la vitalidad y al ejercicio de la genitalidad. Dichos deseos que no se han realizado ni se han duelado, vividos como “faltas” (culpas), por retorno de lo reprimido, se hacen “visibles” en la piel.

La permanencia de las manchas del léntigo solar, nos hace pensar en un constante sufrimiento por la carencia y por lo tanto la conservación inmutable de los deseos, como quien se mantuviera permanentemente expuesto los “estímulos solares”, con un anhelo que no se resigna.





c) El contacto “piel a piel”

Otra de las características específicas del léntigo solar, además de las manchas y la hiperproducción melánica, es la edad de aparición de las lesiones. Como hemos dicho, prevalece en un 90% en la tercera edad de la vida. Esta característica es la que le dio el nombre de “léntigo senil” o “manchas seniles” al léntigo solar.

El proceso de envejecimiento implica algunas modificaciones anatómicas e histológicas. Se produce cierto grado de atrofia, fibrosis, endurecimiento y esclerosis de tejidos, con pérdida de la elasticidad, pigmentación y adelgazamiento, entre otras modificaciones.

La Asociación Mundial de Gerontología emplea un criterio cronológico y ubica el comienzo de la vejez a los 65 años. Otros parámetros de carácter social y biológico la sitúan en el momento de la jubilación para el hombre y a partir de la menopausia para la mujer, funcionando ambos hechos como una señal de la finalización de pautas sociales vinculadas a lo productivo y reproductivo.

Una de las teorías que busca explicar la vejez es la de la "senectud programada"; esta teoría supone que los genes predeterminan la velocidad de los procesos biológicos. Otra teoría sostiene que los radicales libres son las sustancias tóxicas responsables del desgaste que culmina en daño celular siendo éste el motivo del envejecimiento. La teoría de la intoxicación, llamada también "teoría de la auto intoxicación", postulada en el siglo XVI por Paracelso, plantea que el envejecimiento es consecuencia de la acumulación de sustancias de deshecho en el interior o exterior de la célula durante la vida (Bruzzon y Schupack, 2006).

Chiozza y colaboradores (1993k) señalan que la "involución no afecta coordinada ni armónicamente a todos los órganos" (Pág. 134) y que tampoco el envejecimiento se da de la misma manera en todas las personas. En este sentido y desde el punto de vista fisiológico, se comprende la pérdida de la capacidad de adaptarse a las nuevas exigencias como una actitud típica de la vejez.

En este sentido, Chiozza (1970a) describe tres características del proceso de materialización que se corresponden, en predominancia, con las distintas etapas de la vida en la que se cumplen aspectos importantes y valiosos. Así el crecimiento será más propio de la infancia, la reproducción de la juventud y la sublimación de la vejez.

De este modo la fuerza vital, que le permita a un sujeto llevar adelante su vida en mejor forma, parecería depender de la posibilidad de transitar cada período de la vida acorde al tipo de materialización que le corresponde predominantemente. Es un observable que podemos encontrarnos con “jóvenes-viejos” o envejecidos, en quienes podíamos inferir el drama de no estar viviendo en concordancia con el período de la vida que le corresponde.

Cuando el adulto, o el anciano, pierden la curiosidad del niño y la pasión del joven, su mirada no se apaga porque se han tornado añosos, sino porque en el transcurrir de su vida su vitalidad se ha arruinado (Chiozza, 2005).

Con el paso de los años no desaparece “ni la ingenuidad de la niñez ni la confianza excesiva de la juventud”, sentimientos que “sostienen una parte, casi injustificada, de nuestra propia estima”. El futuro que, en aquellos años sentíamos promisorios, se truecan en el presente por un futuro que se siente exiguo y si, además las dificultades de la sublimación se acentúan, “toda acción que se emprende, cualquier “viaje” que se inicia, apresura, en la fantasía inconciente, el ‘viaje hacia la muerte’” (Chiozza y colaboradores (1997f [1996]), Pág. 131).

Chiozza plantea que a medida que vivimos las "ganas" cambian y se suplantan por otras, y también otras veces se pierden sin poder ser sustituidas. Pensamos que, entre ambos extremos, perviviría una posibilidad en la que, más allá de los logros sublimatorios que se hayan realizado, una “parte” de los proyectos y deseos de la juventud se pueden mantener vivos, como núcleos no duelados, a lo largo de toda la vida. Quizás a esto se refería Paracelso cuando decía que el envejecimiento era consecuencia de la acumulación de sustancias de desecho.

Como sabemos, por dificultades en alguna de las etapas del desarrollo se puede recurrir a la fantasía de alcanzar la satisfacción a costa de “regresar” a una etapa anterior. Sería posible pensar entonces que, en tanto dichos núcleos contienen fantasías inherentes a la juventud, el sujeto añoso podría, a partir de un malentendido, suponer que para poder realizar los deseos que no han sido duelados, sería necesaria la vitalidad propia de aquella época juvenil.

Nos figuramos de este modo que, en tanto el mero transcurrir del tiempo produce normalmente un cierto grado de rigidez y, aunque los intereses y las metas se modifiquen, por más "sana" que sea nuestra vida y aun manteniendo una vitalidad adecuada, puede conservarse, como un resabio, la fantasía de satisfacer cierto tipo de carencias a la manera y con la vitalidad de un pretérito periodo de la vida.

Dichas fantasías, consecuentes con la dificultad de llevar adelante las acciones que supone necesarias para concretar los anhelos que no han podido ser duelados, parecería hacerlo sentir, “débil” y “mal alimentado” al modo de un “niño raquítico” que carece de los elementos necesarios para “hacerse” fuerte.

Recordemos que, en tanto la piel constituye un órgano tan esencial en lo que respecta al contacto y que, como dijimos siguiendo a Freud, el contacto “piel a piel” constituye un componente importante de la pulsión sexual, el añoso podría sentir que carece y desea un contacto íntimo y que, al mismo tiempo, siente que no puede o debe pretenderlo. Este deseo se figuraría como un contacto de piel que se manifiesta en el acto de acariciar, en la doble cualidad de tocar y sentir (Chiozza y colaboradores (1991i [1990]). Dicho “hambre de caricias”, como una frustración afectiva actual implica, según Berne (1982), el reconocimiento de la presencia del otro" en un gesto o cualquier acto que signifique "yo sé que estas ahí". En este sentido, el autor considera que “cualquier ser humano a quien no se le acaricie con palabras alegres o manos suaves se marchitará o morirá por dentro” (Berne, 1982, Pág. 186)

Pensamos entonces que en esta patología la hiperproducción melánica, al modo de un bronceado permanente que remeda la vital atracción juvenil, representaría el anhelo melancólico de atraer el objeto y despertar el deseo del otro a los fines de mitigar una carencia en el plano de la vivencia de tocar y ser tocado, y en ese mismo acto ser reconocido como objeto del deseo.

Este deseo vivido como una demanda imposible de concretar y de duelar quedaría proyectado simbólicamente en los rayos solares, como si fueran estímulos externos de los que debe defenderse. Tal vez estas fantasías vinculadas a las fantasías hepáticas (Chiozza, 1970a) sustenten inconcientemente el nombre de “manchas hepáticas” a estas lesiones.

De este modo, la mancha melánica perenne sería manifestación de la culpa por estos deseos que son vividos como si fueran impropios. El carácter de inmoral estaría en relación a la asociación a anhelos que siente inadecuados para satisfacer carencias actuales. Al mismo tiempo, en la fantasía, dicha satisfacción se alcanzaría a través de “actos” correspondientes a una época pretérita a la que se le atribuye, erróneamente, la posibilidad de concretar esos anhelos, es decir, la juventud.

Las manchas melánicas del lentigo solar contendrían así la doble connotación de ser manifestación simbólica de deseos que siente que no ceden y lo dañan y, al mismo tiempo, la persistencia de la defensa contra los mismos.







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Síntesis

1 - El lentigo solar se presenta como máculas uniformes de color amarillo claro, marrón claro u oscuro, en un 90% de los casos, en individuos de raza blanca mayores de 60 años de edad. Histopatológicamente está constituido por una proliferación de queratinocitos y melanocitos que conservan su tamaño y detalles histológicos normales. Se localizan en zonas expuestas al sol y habitualmente persisten indefinidamente

2 - La melanina es el determinante del color de la piel. Su función es la de proteger el ADN nuclear de cualquier mutación causada por la ionización o radiación que provocan los rayos ultravioleta del Sol, lo que permite considerarla como un agente protector frente a esa radiación. Jablonski y Chaplin (2002) señalaron la importancia de la coloración de la piel en la conservación del folato para prevenir los defectos del tubo neural en el embrión y en los procesos relacionados con proliferación celular rápida. Por otro lado el aumento de los niveles de melanina cutánea podría determinar riesgos de padecer patologías como el raquitismo por deficiencia de calcio.

3 - Chiozza y colaboradores señalan las características de la piel como fuente de sensación y percepción. Apoyándose en ideas de Freud sostienen la existencia de un impulso a entrar en contacto “piel a piel con otra persona”, impulso que es un componente importante de la pulsión sexual. Además encuentran que la vinculación entre “cariño”, “caricia” y “carencia” los conduce a sostener que “los sentimientos de nostalgia y añoranza están en lo que fue la idea original de “cariño”, como un “deseo doloroso de regresar o una pena de ausencia”

4 - El sol representa la fuente principal de la vida, es símbolo de lo inmutable y perenne. La luz en su vinculación con el sol simboliza la visión espiritual. En términos del esquema del aparato psíquico planteado por Chiozza, la luz solar, a través de sus rayos, se prestaría adecuadamente para representar, a aquellos estímulos ideales que permanecen vivos y que retornan constantemente a lo largo de la vida. Por lo tanto, pensamos que el sol, y por extensión, la luz solar, por sus características simbólicas, estaría vinculada a la vitalidad.

5 - Si pensamos que la melanogénesis podría tener el significado general de una defensa normal, una hiperproducción de la función melanocítica, podría interpretarse como una defensa de tinte paranoico frente a una excitación, representada por la radiación solar, ante la cual el sujeto se siente expuesto y de la que debe protegerse a los fines de no dañarse.

6 - Las regulaciones hormonales de la melanogénesis, junto al hecho que en condiciones normales se observa hiperpigmentación en las zonas de la piel especialmente vinculadas al ejercicio de la sexualidad, dan cuenta de la íntima relación entre los ciclos de luz-oscuridad, la pigmentación melánica y la sexualidad (genitalidad). Ésta, junto a la vitalidad, parecerían corresponder al período que atañe a la juventud.

7 - La palabra “mancha” describe a una zona o superficie de una cosa de destinto color o de distinto aspecto. Significa “afrenta”, “deshonra” o “vergüenza” que cae sobre alguien; así, en este último sentido se vincula a la conducta moral. Planteamos que todas las manchas de léntigo, independientemente de su etiología, representarían vivencias que son sentidas con carácter culposo.

8 - Concluimos que habría una comunidad de significación en todas las manchas melánicas patológicas, producidas por el sol, en relación a un conflicto actual que representaría simbólicamente a un tipo particular de deseo, vinculado a la vitalidad y al ejercicio de la genitalidad. Dichos deseos que no se han realizado ni se han duelados, vividos como “faltas” (culpas), por retorno de lo reprimido, se hacen “visibles” en la piel.

9 - La permanencia de las manchas del lentigo solar, nos hacen pensar en un constante sufrimiento por la carencia y por lo tanto la conservación inmutable de los deseos, como quien se mantuviera permanentemente expuesto los “estímulos solares”, con un anhelo que no se resigna.

10 - La fuerza vital, que le permita a un sujeto llevar adelante su vida en mejor forma, dependerá de la posibilidad de llevar a cabo cada período de la vida acorde al tipo de materialización que le corresponde predominantemente.

11 - Ante las dificultades en alguna de las etapas del desarrollo se puede recurrir al malentendido de pretender alcanzar la satisfacción a costa de “regresar” a una etapa anterior. Mas allá de los logros sublimatorios alcanzados en la tercera etapa de la vida, pensamos que en todo sujeto podría conservarse como un resabio, la fantasía de satisfacer cierto tipo de carencias vinculado a la necesidad de contacto íntimo, a la manera y con la vitalidad inherente a la juventud.

12 - En el añoso el “hambre de caricias”, figurado como un contacto de piel a través del acto de acariciar, puede ser vivido como una frustración afectiva actual. En el léntigo solar, la hiperproducción melánica, al modo de un bronceado permanente que remeda la vital atracción juvenil, representaría el anhelo melancólico de atraer al objeto y despertar el deseo del otro a los fines de mitigar una carencia y, en ese mismo acto, ser reconocido como objeto del deseo. Este deseo, vivido como una demanda imposible de concretar y de duelar, quedaría proyectado simbólicamente en los rayos solares como si fueran estímulos externos de los que debe defenderse. La mancha melánica perenne, sería expresión simbólica de la culpa por estos deseos que son vividos como si fueran impropios; adquirirían el carácter de “inmoral” por estar sostenidos en anhelos que el sujeto siente inadecuados para satisfacer sus carencias actuales. En la fantasía, dicha satisfacción se alcanzaría con “actos” que corresponderían a una época pretérita, a la que se le atribuye erróneamente la posibilidad de concretar esos anhelos.

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